La opción de que el gobierno las regule abre la puerta a nuevas formas de censura y de uso político de Internet.
Candidatos como Katia Reséndiz Jaime, Paloma Arce Islas y Adolfo Ríos (del Partido Verde Ecologista de México a la gubernatura, por Morena a la alcaldía y del PVEM también a la presidencia municipal, respectivamente) no han gastado en publicidad por redes sociales.
Hasta antes del anuncio de la postergación de los cambios, la pregunta recurrente era si deberíamos dejar WhatsApp para mudarnos a plataformas menos demandantes y con una menor explotación de nuestros datos.
Es ese poder que han adquirido las grandes corporaciones de telecomunicaciones que ahora dominan el mundo entero.
Con un simple clic dijimos “sí” a los términos y condiciones; dijimos “sí, recopila automáticamente la información sobre mi uso de tus servicios, sobre mi dispositivo y la conexión, sobre mi ubicación cuando uso este servicio; sí, instala tus cookies”.
Las redes sociales no son una nueva ágora para el debate público porque no son públicas, son una empresa con fines comerciales e intereses bien definidos y ellos ponen sus reglas para poder usar su plataforma.
La pandemia nos llevó a nuevas formas de administración, no sólo financiera, también de tiempo y espacios.
Para el 2021 habrá mayor cantidad de contenidos para audiencias socialmente conscientes, pero a la vez un incremento de la desinformación digital.
Las elecciones son la hora estelar de la comunicación, de acuerdo con el significado etimológico de la palabra: “poner en común”.
“El trabajo de las instituciones electorales es brindar espacios necesarios y seguros para las próximas elecciones”, pues “tenemos que avanzar o corremos el riesgo de ser impertinentes para los electores 2.0”.
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