Es ese poder que han adquirido las grandes corporaciones de telecomunicaciones que ahora dominan el mundo entero.
Donald Trump presagiaba su derrota electoral, el 24 de mayo expresó el riesgo de un fraude electoral, tema que sembró entre sus seguidores.
Si se pudiera aplicar a Estados Unidos lo que ellos han aplicado a otros países, alguien tendría que haber invadido los Estados Unidos para restaurar el orden, anular las elecciones y convocar a un nuevo proceso.
Las redes sociales no son una nueva ágora para el debate público porque no son públicas, son una empresa con fines comerciales e intereses bien definidos y ellos ponen sus reglas para poder usar su plataforma.
Los resultados en los demás estados no influirán en el resultado final pues la diferencia entre el ganador y el perdedor es muy grande como para que se reviertan los resultados.
Asumieron para bien o para mal, un papel en la historia electoral de los Estados Unidos, siendo los verdaderos protagonistas de la agónica jornada.
Biden debe unir al país; después de las elecciones, ha quedado polarizado. En un mensaje, expresó: “Queremos que nuestro país se una, que no se desmorone”.
Una secreta fascinación les despertaba un tipejo que —sin el menor empacho de encarnar la definición de un “bad hombre”— era más creíble que toda esa clase política prudente.
Una de las demandas educativas más apremiantes de nuestra época es aprender a pensar críticamente.
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