Es indiscutible que vivimos una crisis económica; junto a ella, también tenemos algo parecido a una depresión del bienestar, a un bajón de la felicidad tal como cada quien la viva y defina.
El que pertenece orgánicamente a una civilización no sabría identificar la naturaleza del mal que la mina. Su diagnóstico apenas cuenta; el juicio que formula sobre ella le concierne.
El “prerreloj” es uno de los mayores avances tecnológicos. Es un aparato que da la hora justo un minuto antes de que suceda.
Familiares y amigos enfermarán o sabrán que fuimos presa del virus. Habrá quien ni se entere de la afección, habrá quien requiera hospitalización, habrá quien tenga suerte y quien no.
El virus se ha movido libremente por los caminos del comercio y el capital internacional, y la terrible enfermedad que ha traído a su paso ha encerrado a los humanos en sus países, sus ciudades y sus hogares.
Megalomanía es perder, por algún tipo de defecto mental, la lógica de la vida. Creer que el arrecife de coral, su estructura y organización es producto de la voluntad, el deseo y la acción de un miserable microorganismo.
En espacio de 90 días el crecimiento exponencial de este ser no sólo ha afectado nuestro presente, sino que ha cancelado de manera abrupta buena parte de nuestro futuro inmediato y ha dejado en entredicho nuestro porvenir más allá.
Dice la voz del pueblo (a AMLO): Es como cuando pasas a exponer y aún no tienes bien entendido el tema...
Steiner advierte que sus reflexiones son sólo una forma de pensar, y que el marxista, el psicoanalista o el antropólogo se sentirán ultrajados ante la idea de que sus análisis no son más que mitos y construcciones alegóricas.
Hay algunos, siempre los suficientes, que están dispuestos a ofrendar sus vidas bajo la creencia de que sirven a los más altos intereses de la humanidad.
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