Nadie veía con buenos ojos al hermano del presidente Manuel Ávila Camacho, era arbitrario y prepotente, nada lo detenía cuando se proponía algo.
“Se reestructura el artículo 27, ahora el campesino es dueño de la tierra, y, si quiere, pueden vender esta como propiedad privada”, enfatiza el académico.
En México no fue el orwelliano 1984 el que nos dejó una huella colectiva, sino el de una década después: 1994, ‘annus horribilis’.
Que nadie calle a los expresidentes. Más bien, que sean llamados a cuentas por la aportación que sus respectivos gobiernos hicieron al desastre en que se encuentra el país. En sus sexenios hubo suficientes crímenes políticos y económicos por los que deberían ser procesados.
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