Estamos de acuerdo en que la prensa tiene el deber ético de denunciar la corrupción dondequiera que se practique, el quid de la cuestión es quién lo hace, con qué intención y a qué intereses responde.
Hasta hace unas semanas, antes de que se diera el colapso que provocó que saliera del aire y pudiésemos presenciar una ruptura, en vivo y a todo color de lxs protagonistas.
Han perdido el horizonte de su ejercicio periodístico, al ser despojados de privilegios que consideraban un merecimiento por su adhesión al poder político en turno.
¿Qué haríamos si, en realidad, uno de estos días nos quedáramos sin mujeres? Sin duda, algo muy cercano no sólo al quebranto de la economía nacional, de la convivencia social, de la participación política, sino el quebranto emocional de una nación como la nuestra.
Ingrid es un nombre que no debemos olvidar, es una marca indeleble, un sello de fuego y un símbolo de lucha para que su crimen y el de miles de mujeres mexicanas no quede impune una vez más.
Con la muerte de Kobe Bryant se evidencia cómo es que el periodismo deportivo internacional parece que solamente tiene una cara: la de enaltecer al ídolo de las multitudes.
López Portillo: “no pago para que me peguen”, la podríamos trucar perfectamente por una nueva versión amloísta: “Les pago, aunque me peguen”.
Ausencia total de ética periodística de alguien que ejerce profesionalmente este oficio, y que se desgarra las vestiduras porque el gobierno estatal le da otra oportunidad a los “irresponsables” para obtener su tarjeta preferencial en el uso del transporte público.
Esa prensa de la derecha recalcitrante no suele ser cuestionada con el mismo rigor que los dichos y reyertas que AMLO sostiene con ese mismo sector de la prensa mexicana, lo que a todas luces, representa una injusticia mediática de gran envergadura.
(En una carroza fúnebre la hoz con sus picos resplandecientes)
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