¿A qué se refieren con eso de que “estamos en un Estado de derecho”?
Por: María del Carmen Vicencio Acevedo
metamorfosis-mepa@hotmail.com
Los miembros de nuestra clase política gustan de repetir en sus solemnes discursos que estamos en un “Estado de derecho”. ¿Qué querrán decir con eso? Contamos con gran cantidad de instituciones, organismos, entidades, secretarías, regidurías, cámaras, consejos, comisiones y demás que promueven, diseñan, firman y protestan en tiesos actos protocolarios (levantando su mano derecha) cumplir y hacer cumplir gran cantidad de leyes, decretos, edictos, reglamentos, acuerdos, pactos o convenios, dirigidos -según dicen- a preservar el bienestar de la población.
En los hechos, sin embargo, observamos que ese Estado difícilmente protege a los ciudadanos comunes (la mayoría) y más bien les complica la existencia.
¿Qué clase de Estado de derecho es ése, que permite que sólo diez mexicanos concentren más riquezas que el resto de la población, mientras que (según la OCDE) cuatro de cada diez no tienen dinero para comprar comida? (“La Jornada”, 19/03/2014).
Vivimos formalmente en un “Estado de derecho”, pero en los hechos aprendemos que los abusivos, los sin escrúpulos, llevan las de ganar; son los que triunfan; no importa que violen la ley; no importa que vayan contra el buen orden. En los hechos aprendemos que más vale ser sinvergüenza.
Cuando un abusivo hace de las suyas: cuando invade un predio, instala una fábrica en una zona habitacional, construye un desarrollo fraudulento, coloca una gasolinera en medio de una colonia, explota una mina, se apropia de una vía pública, practica la usura, etc., es muy difícil detenerlo y revertir los efectos de sus acciones, porque según alegan las autoridades, “creó derechos”, “se puede amparar” o “la mano invisible del mercado se encargará de regular todo”.
Hacer valer, en cambio, los derechos de los ciudadanos afectados (que estaban ahí desde mucho antes) implica seguir un proceso tan enredado y tormentoso, que éstos terminan por asumir el agravio y conformarse con su nueva y desventajosa situación. ¿Para qué perder tanto tiempo, dinero y esfuerzo en denunciar y reclamar justicia, si conocemos la sordera e indiferencia de las autoridades?
Nuestra clase política asegura que vivimos en una república. El origen de este régimen es muy antiguo. Aunque sabemos que su génesis ha sido larga y compleja, vale conocer la leyenda de su fundación: La república se instauró en la antigua Roma como resultado de una tragedia, cuando Lucrecia, violada por el hijo de un rey, Tarquino el Soberbio, quedó tan dolida que se suicidó. Su esposo, destrozado, juró venganza y levantó al pueblo contra el tirano, quien tuvo que huir. Desde entonces el pueblo decidió que el gobierno no podía quedar en manos de un individuo, déspota y caprichoso, sino que debía imperar la ley. La república surgió, pues, como una forma de frenar los abusos del poder.
Dos mil quinientos años después, con el imperio neoliberal, la república se retuerce, creando leyes que benefician precisamente a los más poderosos. Esto se consigue de muchas formas. Una es mediante los llamados “cabilderos”, cuyo propósito es presionar (con frecuencia corrompiendo) a los tomadores oficiales de decisiones (supuestos representantes populares), para imponer leyes que favorecen a los más ricos. Los cabilderos se presentan como “asesores expertos” y se organizan en bufetes, despachos, consultorías o asociaciones como PROCAB “Asociación Nacional de Profesionales del Cabildeo, A.C.”, “Grupo Estrategia Política, S.C.”, o “Políticas Públicas y Asesoría Legislativa S.C.”
El gobierno de Salinas de Gortari fue el que más se apoyó en los cabilderos para promover la firma del TLCAN. Éstos hicieron todo lo posible (en el Capitolio, en la Casa Blanca, y en nuestro Congreso de la Unión) para desactivar las resistencias de los grupos económicos que se oponían a dicho tratado.
Nuestros políticos no se cansan de repetir que vivimos en una democracia. ¿De qué hablan, cuando sucede lo que señalo arriba?
Por eso la gente, en especial los jóvenes, ya no creen en la autoridad de la ley.
Por eso en diversos lugares del país (incluyendo Querétaro) hay muchos brotes de anomia y vandalismo. Por eso mucha gente decide hacerse justicia por su propia mano. Por eso las manifestaciones de apoyo al Chapo, “el peor de los delincuentes”.
En este contexto, resultan desconcertantes los carísimos espectaculares del “Gobierno de Soluciones”, predicando “Querétaro, creo en ti” o “Creer es bienestar”. ¿Qué buscan quienes los colocaron?, ¿de veras piensan que con esos mensajes la gente recuperará la fe en las instituciones?
Lo bueno de todo esto es que también, por todas estas contradicciones, están surgiendo por todos lados cientos, miles de iniciativas alternativas de ciudadanos, convencidos de que “otro mundo es posible y necesario”. El texto altamente esperanzador de Jorge Martínez Rodríguez (Ed. La Casa del Mago), cuyo nombre corresponde a la frase antes entrecomillada, expone varias de ellas.
Como dice Eduardo Galeano: “No es muy alentador el mundo donde hemos nacido. Éste es un mundo infame más bien. Pero hay otro mundo en la barriga de este mundo, esperando. Un mundo diferente y de parición difícil. No es fácil que nazca. Pero sí es seguro de que aquí está, latiendo…”
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