Anexos de rehabilitación, ¿negocio o servicio?
“En vez de hacerme bien, me hicieron más mal, me fueron enfermando más”: Adán Puga, joven drogadicto
Por: Miriam Martínez
Adán Puga, un joven drogadicto de 23 años de edad, se sentó a la orilla de la banqueta, sacó un solvente de la bolsa izquierda del pantalón, y lentamente comenzó a inhalar.
“Hola, buenos días, mi nombre es Adán. Voy a hablar de lo que he vivido en los anexos, desde que tenía 14 años”
Adán es uno de los muchos jóvenes con problemas de drogadicción que inició a una corta edad; a los 14 años comenzó su carrera de drogadicto y a los 15 fue anexado por primera vez en una clínica de rehabilitación para drogas.
“Es un anexo donde te hincan, te ponen libros en los brazos, flores en las orejas, ‘chiches’ en tus camisas y te dan de zapes en la cabeza. Es un anexo fuera de serie. Te hablan de puras mentadas de madre y de groserías, y yo, todo lo que no conocía de drogas, prostitutas, maricones, todo eso me lo enseñaron ahí. En vez de hacerme bien, me hicieron más mal, me fueron enfermando más…”
Con poco más de ocho años de consumir drogas, Adán simula un aspecto deteriorado, su mirada no refleja la juventud que debería. Es de complexión delgada, aunque lo disimule con esa sudadera amplia que trae encima.
Ha estado en tres diferentes centros de rehabilitación, en dos de ellos permaneció los cuatro meses, tiempo que supuestamente dura el tratamiento, y en uno de ellos, Luz de Vida, su tratamiento se extendió a los nueve meses.
“Es una institución privada asociada. Ahí te cortan el pelo cada tres días, te hacen hacer del baño en un bote. Y para ir al baño y hacer de la pipí, te ponen a hacer 200 sentadillas; para hacer del dos, tienes que hacer el doble, 400 sentadillas. Si pierdes tu cepillo de dientes, que siempre lo tienes que andar cargando, son 500 sentadillas. Si no aplaudes y si no estás bien sentado, otras quinientas sentadillas”, comentó Adán, con voz que da la impresión de resentimiento.
Los objetos de higiene personal como desodorantes, rastrillos, ropa, pasta, cremas que le llevaba su mamá mientras se encontraba en el anexo, la institución no se los entregó. Lo mismo ocurrió con los alimentos. “Todas las frutas y verduras que nos daban, estaban echadas a perder. Y la fruta buena y pollos que le encargaban a mi mamá, lo vendían.”
–¿Tú veías eso?
–Sí, yo veía eso, lo vendían. Nos daban el pan duro, y el pan que nos traía la familia, iban y se lo vendían a su gente de ahí, de San José el Alto.
12 mil pesos, costo aproximado de tratamiento
En una llamada que se hizo a Luz de Vida, que se ubica en San José el Alto y donde Adán permaneció nueve meses, el encargado en turno, sostuvo que su institución “es un centro de rehabilitación muy completo, tienen sus tres comidas al día, talleres de herrería, computación, música y baile”. Esta clínica inició sus actividades el 31 de marzo de 2001 y su responsable es Joel Bautista Botello.
“El costo del tratamiento es de 12 mil pesos, dura cuatro meses y medio y dependiendo al paciente puede extenderse hasta los ocho meses.”
–En dado caso de que tuviera que extender el tratamiento, ¿se paga otra cuota?
–Al ingreso da mil pesos y los va pagando como pueda antes de que terminen los cuatro meses y medio. No se paga otra cuota si es necesario extender el tratamiento a ocho meses, nada más con los 12 mil pesos que entrega al principio.
–Si mi familiar se rehúsa a internarse en una clínica de rehabilitación, ¿qué puedo hacer?
–La ley establece que todas las personas que están enfermas tienen que tener un tratamiento. Acuden a la delegación que les corresponde, piden hablar con el juez civil, les dicen que quieren que les apoyen en que les manden una patrulla y que lo suban y ya patrulla lo trae para acá…
Nuestra labor es ayudar”, indicó.
Los familiares
Juana, hermana de Adán, comentó que de los anexos de los cuales han internado a su hermano, el de Luz de Vida ha sido el que más ha funcionado: “Es el peor en castigos pero es en el que aguantó más sin drogarse después de eso.”
La cuota de estos centros de rehabilitación para drogas, varía de acuerdo al servicio que se ofrece, hay algunos en los que el costo de tratamiento llega hasta 79 mil pesos.
“Si es negocio, te piden y te exigen el dinero. Todo el tiempo nos cobraron. Pagamos 12 mil pesos nada más por entrada y 200 pesos por semana, después de los cuatro meses y medio que dura el tratamiento; más la despensa, ya que dan una lista de lo que debes llevar.”
Los familiares de Adán le han tratado de ayudar en su adicción desde que empezó. Actualmente están en busca de otro, en el que pueda rehabilitarse y tener una mejor vida. “Ahorita no lo podemos regresar al de Luz y Vida, porque es mucho dinero el que cobran. Por lo único que estás pagando es por tenerlo ahí encerrado y las terapias que ahí dan, porque ellos hacen el quehacer, los familiares les levamos la despensa y el vestuario”, comentó Juana.
La ley establece…
En el directorio interno del Consejo Estatal contra las Adicciones (CECA) se encuentran registrados 56 centros de rehabilitación en el estado. La dependencia establece que a cada uno de ellos se les realice al menos tres visitas al año y se les supervise de acuerdo a criterios de calidad establecida por el Centro Nacional para la Prevención y Control de las Adicciones (Cenadic).
Pero en el caso de Adán, los centros de rehabilitación en los cuales ha estado en tratamiento, no cumplen con algunos de los datos establecidos en la solicitud, entre ellos:
1) El ingreso debe ser estrictamente voluntario y requiere de la solicitud del usuario por escrito. (Nombre y firma de aceptación del usuario).
2) Los alimentos suministros deben tener buen aspecto, proporcionar en cantidad suficiente y servirse con utensilios higiénicos.
3) Al ingreso se debe informar sobre las características, costos directos e indirectos y duración de tratamiento.
4) Durante la estancia en el establecimiento, el usuario no debe sufrir algún tipo de maltrato verbal, físico o ambos.
* La relación del personal con los usuarios, debe basarse en todo momento con el respeto a su persona, sus derechos civiles y humanos, así como a sus pertenecientes.
Los investigadores
“Cuando una persona entra a un centro de rehabilitación tiene que ir por su propia voluntad sino no le funciona”, afirmó Santiago Bustamante, estudiante de séptimo semestre de Psicologia Clínica en la UAQ, quien se encuentra realizando un estudio acerca de funcionamiento en centros de rehabilitación para drogas.
Hay una diferencia entre “anexo” y un centro de rehabilitación. En los “anexos” los encargados son gente que fue adicta y a la brava se rehabilitaron, les sirvió el modelo y quieren aplicar ese modelo con la gente. Y en los centros de rehabilitación no, la persona llega por su propia voluntad y hay más posibilidad de que se recupere.”
Bustamante aseguró que un anexo tiene muchas probabilidades de que no sirva, porque la persona no tiene la voluntad de mejorar su calidad de vida, sino que es la voluntad de terceros.
“La mamá ve al hijo bien adicto y a la mamá le preocupa, pero al hijo no le genera ningún problema. El familiar quiere ayudar, pero quien está pidiendo la ayuda es la mamá no el hijo, es por eso que los anexos no funcionan por que se internan a la personas y las personas regresan más adictos, como que recaen y consumen más.”
Es precisamente el problema que expone Adán. Sus familiares quieren lo mejor para él y su opción es meterlo a un centro de rehabilitación, situación en la que él no está cómodo y cada vez que sale, lo hace con más ganas de drogarse. “Cada vez que dejo las drogas y las vuelvo a consumir, el efecto es lo doble o lo triple, como si sintiera la primera vez.”
Bustamante comentó que el problema en los centros de rehabilitación no es en sí el sistema que se sigue, más bien es la inexistencia de seguimiento a esas personas que se rehabilitaron y que salen a integrarse una vez más a la sociedad: “¿Salieron 15 de aquí, pero quienes de esos volvieron a consumir?”
“Ya estoy harto de los grupos de doble A. Dicen que uno está mejor en el penal que estar anexado. De un cien por ciento te dan la ayuda el 20, y lo demás… pura destrucción. No deberían de tenernos encerrados”, comentó Adán.
–¿Cuál es tu sueño, tu meta en la vida?
–Mi sueño es conquistar una chavita, tener bebés y alejarme de la mariguana, de los solventes… y no volver nunca más a un anexo”, mantuvo la mirada, reflejando en sus ojos ese brillo que en un principio no mostraba, acompañado de una pequeña pero muy sincera sonrisa.
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