Argentina vs Inglaterra en 1986: el partido, delirio y la gloria
Entrevista con el escritor argentino Andrés Burgo
Por: Juan José Rojas / Corresponsal
PARA DESTACAR: El Partido de Andrés Burgo relata los hechos del 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca. Argentina se enfrentaba a Inglaterra en un contexto abierto por la herida que dejó la dictadura cívico-militar y las llagas de la guerra de Las Malvinas. Aquel partido del mundial de México 86 fue también cuando Maradona llegó a la mitología.
“El Partido”, de Andrés Burgo, representa lo que el colombiano Darío Jaramillo Agudelo escribió en su antología de crónica, donde se refiere a este género periodístico como “la prosa narrativa de más apasionante lectura y mejor escrita hoy en día en Latinoamérica”. Si figuramos en el libro, es gracias a la vertiginosa pluma del escritor. Así, “El Partido”, pertenece a la colección “Mirada Crónica” de la escritora y periodista Leila Guerriero que edita Tusquets.
Andrés Burgo (Buenos Aires, 1974) realiza una minuciosa investigación sobre lo que ocurrió el 22 de junio de 1986 en el Estadio Azteca, alrededor del encono entre Argentina e Inglaterra, en un contexto abierto por la herida que dejó la dictadura cívico-militar y las llagas de la guerra de Las Malvinas, sin ser esta su principal historia, donde se les da voz a los protagonistas que formaron parte de aquella selección albiceleste directa o indirectamente: las manos de mujeres mexicanas que confeccionaron las playeras del plantel argentino un día antes del duelo ante la mirada atónita de Burruchuga, la historia de la clase 62, o sea los que inevitablemente serían reclutados para combatir contra los ingleses en Las Malvinas, la semblanza de Rebasti, la obsesión de Bilardo, el caudal político, los enfrentamientos entre barras bravas y hooligans; y una merced de “cabalerías” que enconaron una historia casi novelesca, donde Maradona no es un protagonista solitario, pero sí el artífice del único partido de futbol en el que los goles tienen nombres propios: La Mano de Dios y Barrilete Cósmico.
Gabriel García Márquez decía que “una crónica es un cuento que es verdad”; como tal, la lectura no se convierte en el componente de una historia ficticia, sino el relato de una verdad compleja, tan compleja para ser real. Una muestra clara de que la realidad siempre supera la ficción y el futbol tiene los elementos para demostrarlo. Es por eso que a treinta años del mundial de México, Andrés Burgo habla sobre la construcción de su libro y la situación actual del periodismo en América Latina.
El encuentro es en un café del barrio de Caballito, un jueves 28 de abril en una fría tarde en Buenos Aires. Burgo pertenece a esa oleada joven de escritores argentinos que mezclan la literatura con el futbol, en la que destacan Alejandro Wall, Gustavo Grabia, Pablo Cheb, Mariano Mancuso entre otros. Con su particular estilo, ropa multicolor y andar con disimulo, llega a la cita con un enlace en vivo para la radio mexicana vía celular para el programa de Antonio Rosique. Después, otra llamada más irrumpe, esta vez para la revista Playboy. El escritor rápidamente ubica el lugar del que provengo: “Querétaro, claro, ahí está el Estadio Corregidora, donde jugaron Alemania, Escocia, Uruguay, Dinamarca, España. Sé absolutamente de memoria todo lo que ocurrió en ese mundial. El inaugural en ese estadio fue Alemania- Uruguay, goles de Aloffs y Alzamendi. Incluso conozco más jugadores de la selección mexicana del 86 que la de ahora: Hugo Sánchez, Negrete, Javier Aguirre, Tomás Boy…”
Mientras atiende otra llamada, se advierte el éxito de la obra, incluso a pesar del nombre con el que se tituló al libro en México, que poco o nada gusta al autor: “El partido del siglo”. A bote pronto hablamos del juego más cinematográfico de todos…
– En tu libro mencionas que pensabas escribir sobre el mundial de tu infancia, pero al final fue sobre el partido de tu infancia… ¿en qué momento decidiste circunscribirlo?
– Pasa que en este partido volvés todo el tiempo… Barrilete Cósmico o la Mano de Dios son frases que ya se usan todo el tiempo acá. No sé, te encontrás diez pesos en la calle y decís “barrilete cósmico, mirá lo que me encontré” es como que todo te permite volver a este partido. Te voy a ser honesto, soy mucho más hincha de River que de la selección, pero este partido fue la excepción, tengo una relación ahí medio inconsciente con River que no tengo con la selección, hay cosas que no me gustan y no las disimulo, la única forma de tener esa relación que viene de mi infancia es volver a este mundial y el del noventa. Si Argentina salía campeón en 2014 no me interesaba escribir sobre eso, quería escribir más algo que tuviera cierta relación con cosas mías.
– ¿En cierta medida se vuelve una regresión a la infancia la realización del libro?
– Es el gran día del fútbol argentino, claramente. Ese día yo recuerdo solamente el diálogo con mi papá que había salido a comprar comida; fue por una pizza y el pizzero le dijo a mi viejo “che, el primer gol fue con la mano”. Para mí fue como si me contaran que los tres reyes magos no existen, viste. “Vos cómo me estás diciendo que fue con la mano, si no se vio por la tele que fue con la mano”. Así que eso es también la infancia, es volver a la infancia. También por esto elegí este partido, yo quería contar algo mío, quería contar cómo el fútbol también nos salpica a nosotros. El primer recuerdo de mi vida es el mundial”. Yo escribí sobre el descenso de River un libro que se llama “Ser de River”. Ya no existe ese libro, se agotó. Le fue bien al libro, tenía plata para gastar y me fui con mi mujer para Asia y -creo que fue en China- donde dije “me gustaría escribir otro libro” y pensé primero en el mundial del 86 por esta cuestión de volver a la infancia y contar algo mío.
– Julio Cortázar decía que en Argentina hay un 50 por ciento de psicoanalistas y un 50 por ciento de psicoanalizados. ¿En la investigación que realizaste te encontraste con alguna cábala digna de un análisis?
– (Risas) ¡Están todos locos! El libro se podría llamar también “El delirio y la gloria”, porque era una selección delirante. Me gusta la de Giusti, antes de que empiece el partido se sacaba de la boca el caramelo que le habían dado para combatir la sequedad y la altura y el mediodía de México; y con los botines raspaba y lo ponía en el círculo central. Me parece espectacular que el tipo está a punto de jugar el partido más importante de su vida y se acuerda de cumplir la cábala, es increíble. Aparte de que no la había contado Giusti, él vive en Rosario, yo fui para allá que son como 300 kilómetros de Buenos Aires y me lo dijo al final de la charla, cuando más te soltás… y me dijo “uy, me acabo de acordar de esta cábala” y me la contó.
– Hace un rato mencionabas el asunto “del bochorno, cómo relacionar la guerra con el fútbol, cómo hablar de cosas incomparables”. Martín Caparrós dice algo similar en su libro “El hambre” donde escribe: “cómo contar tanta miseria sin caer en el miserabilismo, en el uso lagrimita del dolor ajeno”. ¿En qué modo te manejaste en esta delgada línea?
– Sí, claro. En primera parte comparar la guerra con el fútbol suena ridículo… y lo es. Yo por eso lo que hice fue hablar con esa gente, porque yo no tengo nada para decir de la guerra. Es una cuestión social, una convención social. Yo lo que hice en el libro es haber hablado con futbolistas que hayan estado en la guerra, en Malvinas, porque yo no puedo opinar de esa relación: yo no fui a la guerra, los únicos que pueden opinar con autoridad son los soldados, son los que expusieron su vida, los que vieron morir amigos de ellos, los que estuvieron tres meses cagándose de frío y hambre allá en el sur. Ya había futbolistas que te decían “ese partido para mí fue como oxígeno, como volver a vivir, como volver a mirar a la gente” como decir “bueno, perdimos la guerra, pero ganamos esto”. Ojo, que había otros excombatientes que te decían “no, a nosotros nos parecía un partido normal”. Después, hasta Valdano -que era como el filósofo de este plantel- te dice: “sí, nosotros hicimos un gol con las mano, pero los ingleses nos metieron un montón de manos”. Y con qué autoridad podemos decir que el fútbol no tiene nada que ver con la sociedad… en un mundo “ideal” sí, claro, no tendría nada que ver con la sociedad, pero no es así. No hay forma de separarlo; mirá, el presidente argentino, Macri, llegó a la presidencia después de haber sido presidente de Boca Juniors, claramente. Hay muy pocas formas más poderosas de llegar a la presidencia argentina sin meterte en el fútbol. Macri sin Boca no hubiera llegado a ser presidente ni de casualidad.
– La investigación, la crónica que realizas del libro es tan ardua, que de pronto Maradona no se convierte en el eje central de la historia, descubrimos la participación destacada de Burruchaga, de Batista,de Olarticochea, del mismo Valdano…
– Mirá, ese día –al menos a ojos argentinos- es que Maradona llegó a la mitología. Llegó a la mitología comparado con Evita, con el Che Guevara, con el presidente Perón, con Gardel, ese día 22 de junio de 1986 es cuando llega allá arriba. Esto es como una especie de religión, es más de una creencia en vez de ser una certeza. Pero yo quise hacer un libro más sobre la clase obrera, sobre los personajes secundarios. Yo sabía desde el comienzo que no iba a tener a Maradona, lo que quise hacer es reivindicar a las personas habitualmente no reconocidas. Por supuesto, el único gran protagonista ese día es Maradona, eso está claro, pero también es el éxito de los demás. Los alpinistas no suben solos el Monte Everest, necesitan ayuda y por eso yo hablé con utileros, con jugadores de otros equipos, con los técnicos, sin dejar de reconocer que el principal motivo por el que hablamos ese día es por Maradona.
– ¿Tu libro se convierte un poco en este ejercicio que hacía García Márquez cuando escribe una crónica y no una novela, en la que no adjetiva y si lo hace el adjetivo sirve para dar color al sustantivo? Se convierte en un ejercicio riguroso, casi como una fotografía del 22 de junio…
– Mirá, la editora del libro se llama Leila Guerriero que es recontra grosa la mina, es como la gran cronista argentina. Ella me contactó y me ofreció escribir, porque yo había hecho una nota para Gato Pardo y ella es editora de ahí, y me dijo que quería un título deportivo para esta colección de Mirada Crónica, yo le dije, tengo esta propuesta y a ella le gustó. Ella me dijo “tenés que hacer un documental”. O sea multiplicar los documentos, los testimonios, los protagonistas para conseguir esa idea. En ese sentido traté de hacerme fuerte a partir de mi debilidad, o de mi supuesta debilidad que era no tener el testimonio de Maradona. Tenía todo lo que él había dicho los últimos treinta años que no es menor. En ese sentido, yo lo que hice fue realizar un documental.
– ¿Había alguna influencia literaria detrás de tu libro?
– En ese momento yo estaba muy influenciado por un libro que se llama “Anatomía de un instante” de Javier Cercas que es un novelista español, que escribió una novela sobre el “tejerazo”, un golpe de estado en España en el 81. El tipo investiga, investiga, investiga, para hacer algo, para hacer una novela que fuera más o menos de tipo histórico; y se da cuenta de que no tenía mucho sentido hacer una novela porque la realidad era mucho más fuerte. El instante es cuando entra el militar con el revolver al congreso, todos los diputados se tiran al piso, salvo el presidente que es Suárez. Se queda sentado diciendo “yo soy el presidente” y hace todo un libro, fabuloso, de sólo ese momento. El tipo pone la lupa sobre los distintos personajes de ese momento. Más o menos, inconscientemente me inspiré en eso, dije “no voy hacer un libro sobre el mundial, voy hacer un libro sobre este partido porque este partido lo tiene todo… quería contar la historia con base en una frase de “Anatomía de un instante” que me gusta mucho y que dice “anteponemos los recuerdos a lo que realmente sucedió”…
– Y en esta extensa investigación te encuentras con cosas como que las playeras fueron confeccionadas por manos mexicanas…
– Elijo escribir sobre esto también porque sabía que había pequeñas historias. Yo, en el 2013 para el Gráfico de Argentina escribía una nota de este tema una vez al mes, todo para hacer una especie de tanteo para ver si existía cierta recepción, porque la verdad es que todo lo que hacía referencia de este partido llamaba la atención. Hice una nota –que tiene muchos menos datos que los que están en el libro- y fue una nota que despertó muchas expectativas y circuló en las redes sociales y todo eso. Me encontré historias como esta…
– Y como las de la clase 62 y Rebasti…
– Lo de la clase 62 lo pensé después. Rebasti no es un tipo conocido acá. El tema es así, se tiene la imagen clara de este partido de jugadores mezcladas con soldados; soldados vestidos de verde oliva, desarrapados, cagados de hambre y frío, pero todos personajes anónimos: no sabemos quiénes son. Yo quise saber quiénes eran y no quería solamente vincularlo al fútbol. Entonces busqué futbolistas/soldados, acá solamente hay dos conocidos: Omar de Felipe, que ahora es técnico de larga trayectoria, está en Ecuador con Elemec; y el otro es Luis Escobedo, entonces cada vez que se cumple aniversario de la guerra hablan con ellos dos. Yo lo que hice fue investigar cuáles más hubo, hablo con casi todos y Rebasti me parece que fue el personaje más acorde a lo que yo quería contar. Pero a Rebasti no lo conoce nadie, básicamente.
– Varias veces mencionas a la afición mexicana, ¿cómo fue la participación de la gente mexicana ese día en el Azteca?
– Cuando era chico, lo que se leía en esa época era que los mexicanos estaban en contra de Argentina… y hasta los jugadores lo decían. Me interesaba mucho saber de este partido y hablé con varios hinchas mexicanos, pero los diarios de esa época decían “los mexicanos en este partido ahora sí, alientan por Argentina”. Había testimonios que eran buenísimos, además que los argentinos no somos queridos en muchas partes de Latinoamérica –y con razón- pero uno de los hinchas mexicanos cuenta algo que es muy copado porque dicen que vienen a Buenos Aires, se suben a un taxi y el taxista dice “vos sos mexicano… nunca te voy a perdonar que hayas gritado los goles de Alemania en la final”. Él trató de explicar “no lo gritamos por otra cosa, el partido seguía, lo llevaban al alargue”. Me di cuenta que para los argentinos no se puede ser neutral.
– ¿Cómo ves la situación actual del periodismo deportivo en Latinoamérica?
– Pasa que cambiaron los soportes. Si me preguntás si me gustan los medios tradicionales, no, no me gustan. La televisión, básicamente es muy poco periodismo, la mayoría se dedica al entretenimiento, las secciones deportivas de los diarios -salvo algunas excepciones que sí me gustan- parece que no entendieron que hay que darle otro producto al lector. Tal vez ahora en Argentina no hay mucho para ver, pero puedes ver webs inglesas que son geniales. Acá hay un montón de buenos periodistas, también. Después tienes a un genio en México como Juan Villoro que escribe bárbaro.
– Y el título de River en Libertadores…
¡Genial! Para mí fue lo máximo. Me fui a Japón y todo. Estuve en el estadio y genial. Lo veía difícil porque aparte entre los cuartos de final y semifinal hubo como un mes de receso y ahí Tigres no paró de comprar jugadores, compró a Gignac, a uno que decían que era el jugador más rápido del mundo, Jürgen Damm, y uno decía “¡¿de dónde sacan tanta plata para comprar tantos jugadores?!”. Y la verdad es que fue un partido cerradísimo, después lo abrimos porque lo abrimos.
– ¿Si Argentina hubiera salido campeona del mundo, disfrutarías más el título con River que el campeonato del mundo?
– ¡Sí, seguro! (Risas) River, River. Es raro ¿no?
Al tiempo que termina la entrevista, el televisor transmite un noticiario que anuncia un ajuste económico en el gobierno de Macri, con él, un alza de precios que se va dando gradualmente y que inició hace tiempo con el aumento a la tarifa del transporte público. Ese mismo día, el periódico de la Prensa Obrera anuncia una marcha hacia Plaza de Mayo, el día del trabajo, para protestar por los 15 mil despidos injustificados. En un país que cimbra, el futbol es la catapulta para distraer al pueblo. Inmediatamente me vienen a la mente las palabras de Andrés Burgo: “Macri sin Boca no hubiera llegado a ser presidente ni de casualidad”.
“El partido” tuvo algo más que una distracción, fue la representación catártica de la memoria colectiva. Burgo remata contando una anécdota, estuvo en México en el 2001 para cubrir un Rosario Central vs Cruz Azul en semifinales de Copa Libertadores, como turistas chinos, los futbolistas rosarinos estaban maravillados con el mítico Estadio Azteca, su pulsión lógica: tomar un balón y rematar en el área chica con la mano izquierda.