Arte, políticas y sexualidades
Por: Abelardo Rodríguez
Pedro Lemebel, artista chileno recientemente fallecido, es un referente latinoamericano de un arte que tiene como eje principal las políticas sexuales. Entre su rica obra su Manifiesto (Hablo por mi diferencia) se destaca como una declaración de principios fundacional en los movimientos de liberación y disidencias sexuales. En Querétaro dos estudiantes de la UAQ se han convertido en artistas del performance como estrategia artística y política para deliberar públicamente en torno a sus disidencias sexuales.
Una de ellas es la “Bala” Rodríguez, egresada de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UAQ, quien con su trabajo cuestiona y desafía los estereotipos impuestos de belleza y femineidad. Adscrita al “feminismo gordo” recurre a la parodia y crítica de la sexualidad “normal”.
El otro artista queretano que anda en esta línea es Felipe Osornio, mejor conocido como “Leche de virgen trimegisto”, egresado de la Facultad de Bellas Artes de la UAQ. Felipe tiene 24 años, es queretano de nacimiento y de familia queretana de varias generaciones. “Yo pase por el proceso por el que pasa mucha gente. De asumirme primero como un hombre heterosexual, que está en el sistema. Todo mundo nace heterosexual, en teoría. Así me pasé los primeros años de mi vida atrapado en esta idea. Después también me creí la idea de que era un homosexual atrapado en un clóset. Luego salí del clóset, también me creí la idea de que salí del clóset y me definí como gay, que es como un eufemismo para hablar de estas cosas de manera más tolerable a nivel social.
Estuve en esta categoría de ser gay por algunos años hasta que me topé con estudios feministas y pos-coloniales y de índole queer y estudios de género y demás, y de otras cosas que pasaron en mi vida, que me llevaron a ya no asumirme como gay o como homosexual por los privilegios que tiene esa categoría y porque yo sencillamente nunca he podido acceder a esos privilegios y que tienen que ver con clase y con poder y que están muy relacionados con una ideología neoliberal.
Te das cuenta que la categoría gay está vacía, sin ninguna postura política real y que este mundo gay es igual de misógino, racista y clasista, que se supone que es contra lo que luchan. Tienen un montón de cuestiones que simplemente yo no encajo ahí”. Felipe Osornio encontró en la teoría queer una salida al laberinto de las identidades sexuales. Este posicionamiento plantea un tránsito entre las distintas identidades; no es una identidad más, sino una forma de agenciarse todas las categorías y liberarse de ellas. Un ejemplo radical de esta apropiación es cuando asumen el insulto y “le dan una vuelta de tuerca”. Si los llaman “maricas”, “putos” o “puñales” no evaden asumir estos epítetos y los retoman.
Así, Felipe Osornio lanzó su “Manifiesto Puñal”, en donde cuestiona las masculinidades impuestas, machistas y autoritarias. También es un artista que reflexiona mucho sobre su quehacer y que ejerce una crítica rigurosa, que podría parecer a veces feroz, sobre su propia obra y sobre los procesos culturales y sociales que lo tocan. En su texto “Contra la diversidad del arco iris”, hace una crítica al movimiento gay y homosexual por su despolitización y su entrega gozosa al consumismo y la comercialización y propone en cambio, utilizar el concepto de disidencias sexuales, como oposición política consciente y real.
Esta postura cobra mucho sentido ante acontecimientos recientes, como la fractura de la histórica Marcha del orgullo homosexual que se celebraba cada año y que inició beligerante y a contra corriente a finales de los Setenta como una denuncia contra la violencia contra los homosexuales y lesbianas, y que en los últimos años fue secuestrada por empresarios de antros y negocios gay, por grandes corporaciones como la Coca cola y por el propio gobierno de la Ciudad de México, desplazando a los grupos y colectivos en lucha y convertida en una gran pasarela de moda tipo carnaval, plagada de anuncios comerciales y sin asomo de denuncias contra la violencia y la discriminación. Esta postura crítica y atenta de la realidad ha llevado a Leche de virgen trimegisto a no asumir ninguna identidad.
Felipe Osornio decidió ser performer cuando vio por primera vez a la “Congelada de uva”, en el Museo de la Ciudad de Querétaro, dentro de un festival ya extinto que se llamaba “Cromosoma X”, en 2007. “Yo tenía 16 años y no sabía que era un perfomance. Yo creí que lo que estaba viendo era danza contemporánea hasta que me cayó cerca un pulpo, ella estaba bailando llena de pulpos. Entonces ahí hubo un clic en mi cabeza. No sé que fue. Al platicar de esto con la Congelada de uva, ella me dijo que el performance tiene un código encriptado y que unas personas lo captan y otras no. No sé. El chiste es que ahí hubo un parte-aguas en mi propia creación artística. Y ya cuando yo me decidí a ser performance en 2010 no había nadie haciendo performance en Querétaro, ni hablando de las cosas que yo hablaba ni de la forma en que yo las hablaba. Estaba el evento de diversidades sexuales que hacía Aníbal Gámez, en donde yo llegue a participar con una exposición de pinturas antes de hacer performance, pero yo creo que la mayoría de los artistas se quedaban cortos”. Felipe Osornio empezó por hacer performance en torno a las “políticas anales”, utilizando su propio ano, por lo cual fue tachado de inmoral: “Para ellos era como un enfermo que quería atrapar su atención”. De manera autocrítica reconoce que al ser conocido “como el artista que se metía cosas en el ano y decía que eso es arte”, eso “se comía toda su obra” y que mucha gente que vio su trabajo no veía lo que había detrás, no veía el contenido crítico de su trabajo. Esto hizo que modificara sus estrategias de comunicación artísticas y buscara una recepción más reflexiva de su obra, sin declinar sus posturas provocativas que buscan sacudir de su comodidad al espectador.
“Para mí el morbo es un caballo de Troya en mi trabajo. Es un gancho que he sabido utilizar para meter ideas de corte político que ya no son divertidas de ver. Y bueno, vienen por eso y se llevan otra cosa”. Sin embargo, esta publicidad “negativa” tuvo un efecto positivo, pues lo hizo visible como artista. A partir de este momento es invitado a otras ciudades tanto de México como del extranjero.
En enero de 2015 presentó su “Infierno varieté” en el Foro de usos múltiples del Museo de la Ciudad de Querétaro, con un sobrecupo histórico, pues la cola de espectadores llegaba hasta la calle. En Infierno varieté expone la homofobia y la violencia machista mediante la presentación de diferentes expresiones que muestran la fragilidad de la masculinidad, que es lo contrario de lo que generalmente se piensa: “Para mí la masculinidad es un régimen político, militar, que hace que la gente construya su vida en torno a lo políticamente correcto y a la violencia o al ejercicio de poder. En Infierno varieté yo me apropio de esta imagen del macho mexicano de la época de oro del cine nacional para descolocar esta masculinidad.”. Pero fiel a su permanente actitud crítica, Felipe Osornio sólo lamenta de este éxito la posibilidad de que el performance se haya vuelto moda en Querétaro “que se vuelva algo gratuito; porque ahora es muy fácil hacer performance en Querétaro. Los nuevos performanceros no tuvieron como yo que picar piedra, a mí no me dieron teatros ni foros, tuve que presentarme en patios, en cafeterías, en bares, con una luz media rota.” y enfrentarse a censuras y prohibiciones. Para este artista queretano, la homofobia no está erradicada, por más que en los discursos políticos nos hablen de que hay tolerancia. Felipe no está de acuerdo que se utilicé la palabra “tolerancia”, pues implica “que estás debajo de otra persona, es una forma de discriminación encubierta”.
De esta manera hace de la homofobia, tanto la explícita como la disfrazada, el blanco de su trabajo artístico y político, pues el performance es ante todo un arte político: “lo que podemos hacer como trabajo político y artístico es no pensarnos dentro de estos espacios de vulnerabilidad porque esto significa generar los mismo mecanismos de violencia (…) No deja de ser Querétaro, pero ya no es igual que hace cinco años”.
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