Consolidación del territorio, clave en lucha indígena contra embate neoliberal
El asesor de autoridades indígenas de Colombia, Jairo Alberto Guerrero Dávila, explica los retos y logros de la AICO en la protección e integración de las comunidades
Por: Rafael Vázquez Díaz / Enviado
Pasto, Nariño, Colombia.- En tiempos de la apertura neoliberal generalizada en todas partes del mundo las preguntas de cómo subsisten los grupos indígenas del continente americano, cómo sus formas tradicionales se ven afectadas en la cotidianidad, cómo buscan insertarse en la gran economía de mercado y cuáles son las alternativas de protesta, de movimientos jurídicos o de resistencia ante la embestida de la iniciativa privada son vigentes y pertinentes.
Dichas preguntas requieren respuestas complejas, pero el trabajo ya ha comenzado a ser desarrollado en algunas regiones del continente. Es el caso de Jairo Alberto Guerrero Dávila, asesor de autoridades indígenas de Colombia AICO, integrante de la comisión de tierras de la mesa permanente del pueblo de Pasto-Singa y miembro de la mesa nacional indígena de concertación para la ley de tierras, facilitador en la Escuela de derecho propio y comunero de la laguna Pejendino en Nariño y autor del libro Pueblos Indígenas de Nariño.
Amable y expresivo recibe a los periodistas en su biblioteca, cuyos libros, archiveros, discos y computadoras llenas de información histórica de Nariño, departamento ubicado en la frontera con Ecuador, sugiere un vasto conocimiento documental; pero las artesanías, fotos, carteles y recuerdos insinúan a un hombre que ha peleado cada pedazo de esta tierra que luce organizada.
“Desde Ipiales hasta San Juan movilizamos a 40 mil personas durante 20 días y obligamos al gobierno a conciliar, logramos la mesa permanente”, dice con mucho orgullo.
Entre el café colombiano, el pan dulce con cuajada y el carnaval por las calles, cuenta un poco sobre la historia de los pueblos tradicionales de Colombia, y apunta a dar luces sobre la necesidad de repetir procesos por toda esta América colonizada.
— ¿Cuál fue el proceso por el que han pasado las organizaciones indígenas en Colombia para poder reapropiarse de sus tierras?
— A raíz de la revolución cubana comienzan procesos organizativos en Colombia en los cuales las bases campesinas en Colombia se fortalecen y, a raíz de la reunión en Punta del Este, se adelantan los procesos de la reforma agraria y los campesinos se unen al INCORA (Instituto Colombiano de la Reforma Agraria) para poder luchar contra los terratenientes que pusieron mucha resistencia; y como la primera ley tenía una ventaja en el sentido de que podía haber expropiación por vía administrativa, en el sentido que esté la tierra inadecuadamente explotada o que haya aparceros, por eso al INCORA se le tildó de comunista.
A partir de esa organización nació la ANUC (Unión Nacional de Campesinos) que fue muy fuerte, pero en tiempos de Pastrana —el papá del que posteriormente sería el presidente— el sector conservador le quitó los poquitos dientes que tenía la ley y con ello lograron dividir a los campesinos en dos líneas; la “Línea Armenia” para apoyar al mismo Estado y la “Línea Sincelejo”, que era la línea de los campesinos originales.
El gobierno le dio todo el apoyo y espacios a su propia línea, entonces ahí es cuando los indígenas se separaron y se dieron cuenta de que ellos tenían una identidad muy diferente y que la tierra no era parte de un negocio sino de la propia vida y se empezó a hacer ese trabajo. Fue arduo, hubo líderes indígenas que empezaron a hacer recorridos para así comenzar a lo que le llamamos nosotros “recuperar las tierras ancestrales” (…); a partir de que se fueron creando se modificó el concepto para convertirlos en “resguardos”, la ley 135, posteriormente la ley 160 que les da la característica de imprescriptibles, inalienables e inembargables, con ello legalizando las tierras a los indígenas y con ello la oportunidad de organizar su propio gobierno de acuerdo a sus usos y costumbres y a hacer el ejercicio de aplicación de la justicia dentro de esos sectores, y se entró a marchar a pasos agigantados: primero con una organización nacional indígena (UNI) y posteriormente nació AICO. A partir de ahí, gestionamos lo que nosotros llamamos “Derecho Mayor”, que se remite al derecho previo a la llegada de los españoles.
Hoy en día existen cinco movimientos indígenas que estamos peleando en conjunto. La legislación actual ha avanzado mucho y entonces siempre se busca acuerdo. Los primeros años fueron difíciles porque hubo muchos señalamientos, compañeros sacrificados, especialmente en el Cauca y Nariño (…)
Ahí vimos la necesidad de crear escuelas de formación. Comenzamos con una escuela popular en Guachucal, hace unos 23 años; se desató toda una arremetida y, pues, los indígenas ofrecieron respuesta, y por un lado y otro murió gente. Ahí tuvimos la ayuda de Navarro Woff, desmovilizado del M19, que después se convirtió en alcalde de Pasto, después en gobernador de Nariño, ahora senador, y él colaboró mucho a que paren las muertes de un lado y de otro lado.
A la fecha hay más de 60 procesos judiciales contra las comunidades indígenas y dentro del pueblo de Pasto hay más o menos unos 22 líderes que han caído en la lucha que nosotros le llamamos “recuperación” y para el Estado lo llaman “invasión”; ahora hay otros medios, existe transferencia entre las comunidades.
¿Entonces, qué estamos haciendo? Comprando tierras, empleando otras estrategias, no enfrentándonos, sino hacer la compra, que haya la oferta y la demanda y que así se compre la tierra al propietario.
Consolidar el territorio, la principal necesidad de los pueblos
— ¿Cuál es la primera necesidad de los pueblos indígenas en Colombia?
— La primera necesidad es la consolidación del territorio; simplemente, dentro de los pueblos indígenas, para poder acabarles su identidad, cultura y todas sus normas es quitándoles el territorio, entonces a nosotros —y aquí sí hay claridad y consciencia entre las cinco organizaciones— (…) la cultura tiene que ir amarrada con la identidad y lo ancestral y toda la autoridad, los usos, las costumbres, la medicina tradicional, la educación propia, el “buen vivir”, pero siempre viendo hacia la recuperación del territorio.
La consolidación ha permitido que se tengan 31 millones de hectáreas de resguardos de los 114 millones que tiene el país; nos hacen falta uno o dos millones para que sea todo el territorio indígena, aunque ahí hay un juego político especialmente por los presidentes de la derecha, dicen que los mayores terratenientes son los indígenas —que no representan ni el 3% de la población total— y que tienen un 27% del país, pero ellos no miran que las tierras que tienen los indígenas por lo general son desérticas o de reserva o zonas de protección.
De los 31 millones, 21 millones son zonas de conservación y en realidad lo que el gobierno ha comprado para las comunidades indígenas no son más de 300 mil hectáreas y el resto ha sido legalización de posesiones ancestrales que han tenido los indígenas; entonces, aquí hay un juego de palabras con base en las cifras.
Por ejemplo, durante el mandato de Álvaro Uribe, sólo hubo dos mesas de concertación en ocho años; y en un año, con Santos, hicimos seis mesas, o sea que ha habido un avance dentro de la lucha indígena y se ha consolidado más. A través del mismo gobierno creó una organización pro-gobierno uribista, que se llama la UPI, que es para “quebrar la unidad de los indígenas” y la usan como apoyo al Ejército y tiene recursos del Estado; ellos vienen con ideas religiosas y derechistas, por eso ya no los dejamos venir a nuestras reuniones.
— Comentaba que en Colombia existe, ya de facto, una “legislación de avanzada” en términos de los derechos indígenas…
— Para nosotros ya hay un piso jurídico para la cuestión del territorio, educación propia, salud propia, legislación propia, la autonomía de gobierno según usos y costumbres siempre y cuando no vaya contra las leyes generales de la Constitución o los derechos humanos, y por ello hay transferencia directa para las comunidades.
Antes las manejaban a través de las alcaldías y se logró que a los resguardos indígenas se les considere entes territoriales como un municipio, un departamento; aún no se ha reglamentado esa ley, no más se sacó un decreto de autonomías y con ello buscar evitar que se pierdan territorios ancestrales, especialmente por la acción de los megaproyectos de las multinacionales, de la minería, porque aquí, cuando se establece un proyecto así, llega el aparato armado para hacer el desalojo, bombardeos, y ahora tenemos pisos jurídicos que nos dan seguridad.
Tenemos también la herramienta de la “consulta previa”, aunque el gobierno quiere acabar con dicho convenio que ya está establecido en forma de ley. En estos años hemos ganado más de 170 casos en la Corte Suprema.
Elección de gobiernos según usos y costumbres
— ¿Cómo se han organizado al interior de los resguardos? ¿Cuál es la estructura popular que toma decisiones?
— Aquí cada comunidad elige su gobernador cada año, es por votación; voto hablado, voto escrito —de los que están censados—; en otras comunidades llega cada persona que se quiere lanzar de candidato y pone su olla con su nombre y los hombres votan con maíz y las mujeres con frijoles, entonces los van llamando y tienen un cuarto cerrado cuando va a votar, y el de mayor votación es gobernador. Cada comunidad tiene uso y costumbre diferente, en algunos lugares dicen:
“Este año, el gobernador es el de arriba, el que tiene conocimiento, el próximo año será el de abajo, para que aprenda primero”, en otros dicen “somos ocho puntas de sol de los Pastos, de cada año saldrá un gobernador de cada vereda” y así van eligiendo a la persona y determinan quién será; en otras partes el cabildo lanza una lista, la gente otra lista y eligen a quien será el gobernador, y toma posesión los primeros días de enero: el gobernador, la alcaldesa, en algunos casos para mantener la dualidad hombre/mujer, si uno está en un puesto, eligen a la otra persona en el otro, y luego crean cabildos, de “gobernadores”, de “ancianos”.
Ahí depende del número de comuneros. Hay comunidades con 18, 20 mil comuneros y otras con 200 o 300 nada más.
— La economía de mercado tiende a la separación, a la individualización y máxima productividad; ¿Cómo se mantiene una comunidad que se encuentra inserta en una economía global y tiene el reto de brindarle beneficios comunes a sus integrantes?
— Es muy diferente aquí, las comunidades de los Pastos y los Quillasingas están insertos en una sociedad donde todo se mueve a través del mercado; pongamos, si hay una planta enfriadora de leche, es comunitaria, cada uno tiene su parcela y cada uno tiene su vaquita y la producción van y la entregan a la planta y se les paga de forma individual, lo mismo para los cultivos.
Ellos tienen sus parcelas y venden, lo que se trata de hacer es que también haya recursos para la autoridad, para los caminos, para la justicia, para otras actividades, se ha intentado manejar de forma estratégicamente.
La gente presenta megaproyectos que aprueba el cabildo y se llevan a cabo, proyectos de 15 o 20 millones, y se les entrega a los comuneros y ellos responden de forma individual, o sea que hemos jugado la combinación de la estrategia en lo colectivo, si hay problemas de justicia, de desobediencia, todo es directamente con el cabildo. Nosotros hacemos mercados “mindalas”, o sea, de intercambio y trueque: vienen los del clima frío, traen sus productos acá y hacemos intercambios de productos, estamos tratando de fomentar eso, pero tampoco podemos aislarnos del entorno, si nos aislamos, nos vamos a atrasar. Nosotros apropiamos la tecnología, ordenadores, telefonía, vehículos, infraestructura y nosotros decimos: si hay necesidad de apropiarnos de más cosas, sin perder la identidad, vamos a hacerlo.
— ¿Cómo reacciona el Estado al respecto? ¿Se legitima o se resta poder al Estado?
— Muchas veces le resta autoridad y poder al Estado, aunque si es inteligente, puede ser un aliado del mismo. Se vio en tiempos de Uribe, las movilizaciones que se hicieron, en las votaciones, las comunidades indígenas votaron contra Uribe, no era a favor de Santos, sino contra Uribe, que perdió en todas las comunidades indígenas, se ve que hay un poder, en esa época sacamos unas normas a favor, que aunque no representan mucho en términos de población, el indígena es disciplinado, se le dice ‘hay que votar por ése’, van y votan por ése.
Por todo esto no han querido desarrollar lo que está en el artículo 357 de las entidades territoriales indígenas para formar su propia autoridad, su propio gobierno, porque tendrían que desintegrarse muchos municipios e iban a perder un poder político. Nos dieron autonomías, pero muchas todavía no pueden manejar eso, poco a poco, son vainas de aprendizaje y a pesar del poder político, estarán trabajando. Por eso nosotros tenemos el brazo político y el brazo social para estas situaciones, porque el Estado no admite estas charlas a los grupos políticos siempre.
Como organización, aquí en Nariño tenemos cinco alcaldes, 70 concejales y un representante. Así como el Estado hace medir, nosotros generamos alternativas, hemos visto que ponernos de frente al Estado no nos conviene, tuvimos más de 20 líderes representativos asesinados, no queremos repetir. Tuvimos ya varias amenazas: “Si estás jodiendo por la tierra, en la próxima tierra lo vamos a enterrar a usted”; esas situaciones se han dado y si nos hubiéramos amedrentado, no estaríamos aquí tampoco.
— ¿Hasta dónde van los procesos actuales que están llevando?
– Es bonito decirlo, porque hace 30 años nos decíamos: ¿Hasta dónde vamos a llegar para conseguir territorio? Y dijimos: 10 mil hectáreas, luego dijimos ¡no! mejor 20 mil, después dijimos, mejor 50 mil, no, 200 mil, no 300 mil y hasta este momento llevan consolidadas 320 mil hectáreas, no soñamos nunca eso.
Entonces ¿Ahora qué pensamos? En educación tener la Universidad Intercultural, en salud, apropiar la medicina tradicional, en desarrollo, el buen vivir —ser autosustentables— y consolidar los resguardos. Seguimos atentos, a veces el gobierno nos dice una cosa y por otro lado nos está acabando, ahora mismo están metiendo la ley de baldíos para poder darles baldíos a las multinacionales y a las grandes empresas.
Hemos dicho, la zona de los Páramos antes no eran nada para nadie, de ahí el 95% está en territorio indígena, ahí nace el agua, nace la vida, por eso nosotros no vamos a ceder en nada y si nos quieren hacer parques o zonas de protección decimos: bajo el concepto de resguardo indígena, llevamos cinco años de pelear porque se reconozca a la autoridad indígena ambiental y en esa pelea nos hemos llevado un rato de desgaste, hemos roto mesas al respecto; hay muchos intereses, la minería, las grandes empresas multinacionales…
Pero nosotros tenemos dicho ‘llega empresa trasnacional, se instala aquí y nosotros la quemamos’.
“A los del norte los identifica el águila; a los del sur, el cóndor”
— América Latina comparte fronteras, problemas y diagnósticos. ¿Cuál es el reto de los pueblos indígenas?
— El principal problema es la falta de consolidación de territorio, si a usted no le legalizan su territorio, olvídese, con eso se acaba todo y eso lo tienen bien claro los gobiernos, simplemente no legalizarles (…)
Lo segundo es recuperar la cultura e identidad a través de una educación propia, porque todo es educación y la que se da en todas partes es educación occidental, necesitamos una educación intercultural pero sin desconocer nuestros principios jurídicos propios que en todas las normas hemos logrado meter la ley de origen y de derecho mayor, que son las leyes que cobijan a todos los pueblos de América, en eso se ha logrado consolidar y ya ha habido una unidad de intercambio de experiencias, especialmente entre Guatemala, Nicaragua, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, que ha habido cierta identificación; a los del norte los identifica el águila, a los del sur, el cóndor.
Hay que mantener un equilibrio con la naturaleza, por eso los compañeros de la sierra dicen que los blancos son hermanitos menores, nosotros conservamos nuestro hogar, nuestra naturaleza y ellos con su técnica destruyen y no saben que se están destruyendo, entonces hay que enseñarles a ellos de que la técnica no puede atropellar a la naturaleza, por eso para nosotros la justicia es equilibrio; romper una ley natural implica un proceso para volver al orden natural.
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