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Cuando el Centro Histórico se volvió imposible

Por: Ricardo Lugo

El martes 4 de febrero, en el andador Libertad la tarde lució desolada.

Adquirir una camisa guayabera típica de los huapangueros serranos, una muñeca tejida por las artesanas de Amealco de Bonfil, un pequeño jarro para café con la Peña de Bernal estampada o simplemente una playera con la insignia “I Love Querétaro”, fue imposible.

Los comerciantes optaron por no laborar y forzosamente debieron aguardar para que el aparato de seguridad montado en la víspera de la visita de Enrique Peña Nieto para celebrar el 97º aniversario de la promulgación de la Constitución Mexicana, terminara dos días después.

Amurallado el Centro Histórico de la ciudad de Querétaro, los transeúntes debían ingeniárselas para evadir el cerco, rodear las vallas verdes y metálicas que se propagaban por las calles Juárez, Corregidora, Hidalgo y 16 de septiembre.

Algunas personas decidían preguntar que si el paso estaba restringido antes de dar una vuelta sin sentido y perder tiempo que justo lo tenían contado.

Los conductores cuestionaban a los agentes de seguridad del Ejército el porqué del cerco y cierre de calles. Otros miraban con desesperación y tedio el arduo tránsito, cuyo devenir se tornaría más desesperante al día siguiente.

Los agentes de seguridad del Ejército se expandían en cada una de las esquinas del Centro Histórico. El Jardín Zenea era ocupado por policías federales, algunos militares con armas rondaban por las aceras y con mirada desconfiada pretendían descubrir a cualquier ‘conspirador’ o ‘terrorista’ que pudiera atentar contra el presidente.

El ambiente fue así toda la tarde noche del martes 4.

Un ciudadano, molesto por la cerrazón de la seguridad presidencial, reclamó con exaltación el cierre del Andador 16 de septiembre, frente al Templo de la Congregación.

“¿Cómo voy a pasar si ustedes cierran?, ¿de qué manera creen que pueden cerrar las calles si son para que la gente camine?”, cuestionó mientras dos ciudadanos se acercaron en apoyo y agradecimiento a la valentía del reclamo.

En seguida, al ver la exaltación, otros cinco agentes de seguridad amagaron con acercarse, mientras otro caminó hacia el reportero para pedir que se identificara y se alejara.

Los agentes de seguridad percibieron que los ánimos de queja de otros ciudadanos aumentaban y decidieron no obstaculizar el paso a las personas.

Sin embargo, así fue la tarde para los ciudadanos, quienes desconcertados caminaban y conducían entre militares, seguridad del Estado Mayor Presidencial (EMP), policías federales, estatales y municipales.

A partir de las 5 a.m. del miércoles 5 de febrero, el Centro Histórico terminó por ser sitiado… otra vez.

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