Avándaro: Ambigüedad de la contracultura y la industria capitalista

El festival de Avándaro, que cumple 50 años de haberse realizado, es un hecho que tiene dos posturas contradictorias: la liberación, pero también el arranque de la industria cultural, manifestó Carlos García Calderón, coordinador de la maestría en psicología clínica de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) y especialista en el rock.
García Calderón subrayó que el evento modificó la música y ciertas expresiones de la cultura mexicana con la idea de “liberación de los cuerpos” a partir el consumo de sustancias, la desnudez, o el rompimiento de estereotipos como el uso de cabello largo en los hombres. No obstante, sus críticos dicen que fue una especie de star system, un espectáculo que, por otra parte, tenía no tenía que ver con el espíritu contracultural de la época.
“Avándaro es un juego ambiguo en la historia del rock mexicano, pues si bien representó la presentación de la contracultura al país, al mismo tiempo también implicó el inicio de una industria cultural sin estructura ni organización que se vería acrecentada con el neoliberalismo, particularmente el Tratado de Libre Comercio (TLC) en los noventa”, manifestó el también conductor de Radio Universidad.
Sobre el alcance del concierto en ese momento en específico, Charly García consideró que únicamente tuvo impacto local en la zona metropolitana del Valle de México: “[aunque] las bandas de rock más importantes venían de Tijuana, del norte, entonces había una especie de mezcla, pero la gente de Tijuana iba a la ciudad como a buscar apertura a la música”.
De la censura al rock
Tras este festival histórico, el primero de su tipo en México, García Calderón destaca que el gobierno priista de la época optó por censurar al rock, así como los conciertos masivos. Fue hasta finales de la década de los ochenta que se restablecieron nuevas rutas comerciales para ver y escuchar rock: “Avándaro impacta a las siguientes generaciones de rockeras. Lo que pasa es que también pues los formatos estaban en acetatos, pocas bandas llegaron a la radio precisamente había censura”.
El camino para el rock, o los espectáculos masivos en general, tuvo que construirse de manera paulatina y con algunos tropiezos en el camino, como el fallido concierto de Queen en Puebla: “Salinas de Gortari tiene que dar una especie de apertura [con el TLC y el neoliberalismo]. En el 89 viene Billy Joel; obviamente Rod Stewart viene a Querétaro, me parece que es ahí como de ahí para adelante, pero antes pues no había estas figuras o este contacto con lo internacional”.
Al preguntarle sobre un Avándaro 2.0, Carlos García no refiere un evento en particular, sino varios movimientos, como el “rock en tu idioma” durante la década de los ochenta, así como la sinergia e influencia del zapatismo en los noventa: “bandas como Maldita Vecindad, Santa Sabina y Botellita de Jerez tratan de encabezar una caravana serpiente en apoyo del movimiento zapatista y me parece que allí sí hubo una especie de resistencia política”. No obstante, también se presentó la oportunidad para que industrias como Televisa sacaran el “anverso” del movimiento y presentaran sus propias versiones de lo que era el rock: “sale un concierto ‘Rock por la Paz’ con la versión oficialista diseñada por Televisa donde van a tocar los Caifanes y Maná en el Estadio Azteca. Por eso hace rato decía que es esta bisagra, ¿no? Porque obviamente las industrias del espectáculo van por eso; a lo mejor Maná y Caifanes tenían buenas intenciones, pero no estaban directamente trabajando con los zapatistas”.