Cultura

Combatir al pecado

Por: David Eduardo Martínez Pérez

El narrador queretano Fernando Jiménez, egresado de la Licenciatura en Psicología de la UAQ ganó la primera edición del Premio Nacional de Cuento Fantástico Amparo Dávila con su relato “Combatir el pecado”.

Dicho certamen, organizado por la Dirección de Arte y Cultura del ayuntamiento de Zacatecas, contó con la participación de más de 3mil 400 trabajos enviados por autores de toda la república.

 

Un jurado, compuesto por personalidades destacadas en el ámbito de la literatura como lo son Alberto Chimal y Cristina Rivera Garza, determinó que entre todos estos materiales, el mejor fue ‘Combatir al pecado’, un cuento muy hilarante donde se unen varias circunstancias inverosímiles e irreverentes hacia todo lo que representa la moral tradicional del centro del país.

Con un estilo ‘desenfrenado’, el narrador inicia su historia contándonos como un testigo de jehová se acerca un día para ofrecerle una felación. A partir de aquí, el narrador nos arrastra hasta una serie de situaciones en donde lo religioso se convierte poco a poco en caricatura y circo para goce sus lectores.

De acuerdo con Jiménez, su intención al escribir este cuento no era otra que la de burlarse, en cierta manera, de un código moral reaccionario que en ocasiones pareciera referirse al ‘pecado’ como si fuera una entidad material con características físicas propias.

“El cuento lo comencé a trabajar en un taller al que voy con Eduardo Antonio Parra. Es un cuento pensado por y para Querétaro y lo que yo trato de hacer es hablar de esa moral tan curiosa que tienen algunas personas”.

“Por ejemplo, una señora me dijo una vez que sin videojuegos violentos no habría narcos, eso me llamó mucho la atención porque estoy seguro de que en cualquier lugar del país puedes encontrar señoras así, gente con esa moral tan curiosa que es capaz de imaginar al pecado como si tuviera alguna forma ¿no?”

Sin embargo, Jiménez se cuida de caer en un anticlericalismo gratuito. Pues aunque dice respetar la religión, lo que no puede respetar es cuando se cometen abusos en nombre de la misma, o bien, cuando algunas personas, creyendo saber cuál es la voluntad de Dios, establecen rigurosos estándares morales que hacen mucho más difícil la vida cotidiana.

“Respeto profundamente la fe. Mi poeta favorito es Ernesto Cardenal, que daba misa en plena guerrilla sandinista. Yo respeto la fe, esas cosas. Aquí lo que hice es que traté de jugar con los que dicen hablar en nombre de Dios.”

“Cuando alguien cree hablar en nombre de Dios, puede hacer mucho daño y dar vida a monstruos peores que el que describo en mi cuento. Supe, por ejemplo, de un caso en una comunidad cerca de Cerrito Colorado en donde una chica embarazada fue llamada ‘piruja’ por un sacerdote y al año se suicidó”

“Hay gente que no tiene dimensión de lo que implica ocupar un cargo espiritual y entonces dice cosas así y hace daño. Son a esos a los que utilizo dentro de mis cuentos, no la religión en sí (…) a mí las iglesias me gustan mucho, su arquitectura, su iconografía, San Juan de la Cruz, ‘Me encanta Dios’ dijo Sabines. No soy creyente ni nada, pero sí respeto”

Sobre la Génesis del cuento, reconoció que lo concibió en el Jardín Zenea, precisamente y que en buena medida recibió influencia de las caricaturas como Dragon Ball y Hora de Aventura para lograr el desarrollo de la historia tal como aparece planteada.

“El cuento se me ocurrió un día en el Jardín Zenea mientras escuchaba a un predicador hablando sobre como la crisis económica era en realidad una crisis espiritual. Lo primero que pensé fue ‘ojalá sea cierto lo que este chavo dice’. Luego empezó a mencionar al pecado como si fuera algo vivo y a mí se me ocurrió entonces darle forma y  una textura.”

“Sobre mi trabajo, sí hay influencia de caricaturas. Justamente veo muchas caricaturas, me gusta mucho Bob Esponja y otras más.”

Finalmente, reconoció que una instancia como el taller literario es capaz de volver a los escritores sensibles ante la crítica y ante el hecho de que la literatura no es de ningún modo una actividad solitaria que se puede ejercer sin rendir cuentas a nadie.

“Los talleres nos ayudan a entender que no escribimos solos. La originalidad es algo bien frágil. Uno nunca escribe solo. Hasta el predicador del Zenea es, en cierto modo, parte de mi equipo creativo.”

 

“Nos hace falta ser más sensibles a la crítica, y más críticos, entender que nuestros textos son sólo eso, textos y no una parte importante de nosotros que se puede lastimar si la exponemos a la mirada de los demás”.

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