En un mundo caótico
Por Juan José Lara Ovando
La depresión de los deprimidos no la viven solamente ellos, también los que se encuentran a su lado e intentan ser fuertes y serenos para ayudarlos a enfrentar esas situaciones en las que finalmente se ven involucrados, ésa es la situación que enfrenta el profesor suplente, Henry Barthes (un magnífico Adrien Brody, tal vez mejor que en El pianista) en una secundaria pública de muchachos problemáticos de Nueva York, en la película Indiferencia (Tony Kaye, EU, 11). Pero también es el problema que enfrentan dos muchachos de un pueblo danés, Christian y Elías que se ven envueltos en un juego de venganzas ante la mirada atónita del padre de uno de ellos, médico humanitario en Sudán, África, que intenta entender lo que sucede y que padece al igual que ellos (y que el profesor y los jóvenes neoyorquinos) el desaliento, la indiferencia, el abandono que llevan a las personas al caos, aun cuando se trate del primer mundo, de sociedades ultramodernas pero que se han convertido en decadentes en la película En un mundo mejor (Susanne Bier, Dinamarca, 10).
En buena medida todas las películas de la 53 Muestra Internacional de Cine, que se ha exhibido desde la Semana de Pascua y que ya entró en su etapa final tienen un poco ese sello, el del sufrimiento de los que piensan e intentan enfrentar un problema, no sólo de quienes lo viven (que pueden o no ser diferentes), porque a final de cuentas ambos lo padecen y la vida sólo puede continuar en la medida en que lo superen. La lógica, como las películas de esta muestra, señala que tienen más probabilidades de superarlos, los primeros y, con éstos, los segundos que se les acerquen, como sucede con un chico abandonado por su padre en un internado, por lo que se rebela ante toda institución que le impida buscarlo, su rabia sólo puede ser calmada por el amor que le brinda una peluquera que lo adopta y logra dar con su padre, al que irá sustituyendo con el amor maternal y la libertad de la amistad en El chico de la bicicleta (Jean-Pierre y Luc Dardenne, Bélgica, 10). En cierta forma, el doctor Fausto, personaje clásico de la literatura universal, logra lo mismo, cuestionando y reflexionando los avatares de su vida entre limitación religiosa y libertad científica tras un viaje entre el bien y el mal (entre ellas el amor de una guapa joven) del que logra salir con razonamientos éticos (no moralistas) y recuperar el aliento de la vida (aunque no ésta) en Fausto (Aleksandr Sokúrov, Rusia, 11).
De las 13 películas incluidas en la muestra, ya se han exhibido 10 hasta el momento en que presentamos este comentario, pero el toque común es la exposición personal, el cine de autor, lo que la hace muy pareja y muy buena, prácticamente sin altibajos, con películas estupendas como las ya citadas, pero además con temáticas diversas que nos pueden llevar a la denostación racial histórica como es la exhibición como fenómeno de una mujer negra africana en circos, prostíbulos y fiestas por Londres y París de principios del siglo XIX, sin dejar de lado la fría mirada científica de la época que no tuvo reparo en la misma denostación pública en Venus negra (Abdellatif Kechiche, Francia, 10). O, el genial compositor Gustav Mahler sentado en el diván frente a Sigmund Freud a inicios del siglo XX, por el conflicto que le provoca descubrir que su esposa Alma se ha enamorado de otra persona, nada menos que el arquitecto Walter Gropius en Confesiones en el diván (Percy y Felix Adlon, Alemania-Austria, 10).
Con un sentido histórico más reciente, observamos las acciones audaces del terrorista de origen venezolano Carlos, que con una formación comunista, pero con una ideología bastante manipulable y manipuladora logra generar una organización, cuasi empresa, que ofrece actividades en todo Medio Oriente a lo largo de casi tres décadas (de los setenta a los noventa), en un excelente relato que si bien no gira sobre, si toca la instrumental relación entre ideología y negocio como entre revolucionario y villano en Carlos (Olivier Assayas, Francia, 10). También, la búsqueda de un cadáver en un lugar donde la muerte no parece tener ninguna importancia, aunque la vida tampoco tenga ninguna ventaja más que la sobrevivencia en la actual Turquía, a través de Había una vez en Anatolia (Nuri Bilge Ceylan, Turquía, 11).
Mención especial la de dos momentos contrastantes en la vida latinoamericana, la de lo viejo y lo nuevo, lo tradicional y lo moderno, lo emocional y lo racional en la que no tiene que imponerse una sobre la otra aunque siempre se nos haya enseñado que lo segundo se impone a lo primero en cuestiones de desarrollo y modernización, pero la relación de dos vecinos con esas características que los hacen diferentes, lleva a posturas irreconciliables e irracionales que crean problemas emocionales en El hombre de al lado (Mariano Cohn y Gastón Duprat, Argentina, 09). Muy buena muestra, de altura, verdaderamente relevante y sobre todo muy actual y personal. Lo único que nos ha faltado ver es la película que abrió, la mexicana Las razones del corazón, del afamado y experimentado Arturo Ripstein (11). Muy pocas se podrán ver en circuitos comerciales, lo complicado es que ahí pasan desapercibidas y ocultas por los estrenos espectaculares, que comúnmente dicen muy poco comparadas con estas películas.
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