Cultura

Francisco Cervantes Vidal: una vida poética hasta sus últimas consecuencias

A diez años de la muerte del poeta queretano, el escritor Tadeus Argüello hace una remembranza del maestro

Por: David Eduardo Martínez Pérez

En sus últimos días, el poeta Francisco Cervantes Vidal, quien el viernes 23 de enero cumplió 10 años de fallecido, se dedicó a leer a Cernuda. Lo leía una y otra y otra vez. Concretamente, unos versos que dicen “Un día tú, ya libre de la mentira de ellos, me buscarás. Entonces ¿qué ha de decir un muerto?”.

El escritor Tadeus Argüello, quien tuvo la oportunidad de convivir con Cervantes durante sus últimos años de vida, advirtió que la obsesiva lectura de Cernuda, aunada a un constante trabajo sobre el tema de la muerte, parecía vaticinar en Cervantes, como sucedió con Mozart o Manuel Acuña, que ya le quedaba poco tiempo en el mundo de los vivos.

Nacido en esta ciudad en 1938, Cervantes no sólo fue poeta sino también un muy prolífico traductor que entre otras obras nos legó la primera traducción en lengua española de la Oda Marítima de Fernando Pessoa.

Argüello, quien a partir del año 2000 comenzó a tomar el taller de poesía impartido por el escritor en el Museo de la Ciudad, lo recuerda como un tipo “cotorreador, pelado y muy comprometido con la poesía, no sólo dentro de su trabajo escrito, sino también a nivel vivencial”.

“Cuando tenía diecisiete años, trabajaba en el Museo de la Ciudad, y un día, Gabriel Hörner —director del museo— se enteró de que yo escribía poesía, y entonces me dijo que me metiera en el taller de Cervantes (…) Existen muchas leyendas negras sobre su taller, a mí me tocaron varias, pero la verdad es que era un tipo muy comprometido con la poesía”.

Al hablar de estas “leyendas negras”, el joven escritor hace referencia al carácter del poeta, quien era “muy voluble, ácido y en ocasiones hasta mordaz y destructivo”. Ese trato “duro” se reflejaba en sus relaciones con sus estudiantes, como nos lo ilustró el mismo Argüello a través de una pequeña anécdota.

“Un día, Cervantes me dijo que ya no me quería ver en su taller. Le hice caso y dejé de acudir, hasta que en una ocasión, no me acuerdo si dos o tres semanas después, me lo encontré en la calle y me reclamó que por qué ya no había ido. Le dije que porque él me había dicho que no fuera y en eso que se carcajea y dice ‘no me hagas caso, hombre, no me hagas caso’…’’.

Este tipo de actitudes, según Argüello, quedaban perfectamente contrarrestadas con el carácter “cotorreador” del poeta, quien además de maestro, sabía cómo “ser un buen amigo”.

“A veces, cuando tenía en su casa invitados que no eran del taller, les decía que ya se iba a dormir, así los invitados se iban y entonces, cuando ya se habían ido todos y quedábamos puros del taller, el maestro sacaba la botella”, recordó.

El poeta rebelde

Sobre la vida del poeta queretano, Tadeus Argüello recordó que, en sus inicios, Francisco Cervantes se consideró a sí mismo un hombre de izquierda: llegó a simpatizar “muy fuertemente” con la corriente maoísta; esta situación provocó que terminara en la cárcel por un tiempo, a mediados de los años cincuenta.

Su rebeldía no se limitó a la política. Francisco Cervantes también fue un hombre distanciado de la vida académica, lo que, de acuerdo con Tadeus, lo llevó a abandonar, a los pocos meses de haber ingresado, la carrera de Derecho que cursaba en la UAQ.

Tras dejar la Universidad, el poeta se instaló en la Ciudad de México, donde habría vivido durante una temporada de lo que obtenía apostando en juegos de cartas en las cantinas.

Por ese tiempo —dice Argüello— el maestro Cervantes comenzó a dedicarse de lleno a la poesía y realizó sus primeras traducciones, entre las cuales se encuentra la Oda Marítima de Pessoa.

El estilo de Pessoa influyó a tal grado en la poesía de Cervantes, que finalmente él mismo también creó algunos heterónimos como lo fue por ejemplo el denominado “Tío Enrique”.

Al explicar las razones de Cervantes para trabajar tan de cerca con los poetas en lengua lusitana, Tadeus Argüello desarrolló algunas hipótesis que emparentarían al poeta con su homónimo español del siglo XVII: A Cervantes (cualquiera de los dos) le fascinaban las novelas de caballería.

“Él (Francisco) veía en este tipo de trabajos —la poesía española medieval, por ejemplo, la poesía gallega, todas estas historias sobre amor cortés y caballeros andantes, amores imposibles— como una forma de rebelarse frente al transcurrir del tiempo.

“Para él, cuestiones como el progreso eran muy absurdas. Probablemente, habría sido un crítico muy agudo de esta visión de un ‘Querétaro emergente’. Él era un gran rebelde y sobre todo era un rebelde contra el tiempo, contra la posibilidad de asir las cosas

“Para Cervantes, el tiempo era inasible, el amor era inasible y hasta la lengua era inasible, decía que no era segura, por eso su poesía era una tierra de nadie, un canto para nadie”.

La rebeldía de Cervantes llegaba al grado de que, contra la recomendación de los médicos debido a su diabetes, no era raro encontrarlo bebiendo cerveza con una torta de carnitas.

La política era otro espacio en el que practicaba la rebeldía frente a sus alumnos. Arguello cuenta que cuando las elecciones del 2000, sólo por burlarse, el poeta decía que su candidato era Labastida.

“Decía que votáramos por Labastida, que porque no había cambio posible ni en este país ni en ningún otro lugar; era broma, evidentemente. Al final, terminó votando por Fox, aunque luego terminó diciendo que ese era uno de los mayores errores que había cometido en su vida”.

De publicista a Premio Xavier Villaurrutia

El talento de Cervantes no se limitó sólo a la poesía. Durante los años setenta, con ayuda de Álvaro Mutis, el escritor consiguió un puesto de trabajo en una empresa de publicidad. Ahí diseñó varios slogans para múltiples empresas.

Existe la leyenda, de que el slogan de Sabritas “a que no puedes comer sólo una”, es obra del escritor, pero en realidad, afirmó Argüello, quien inventó ese slogan fue Gabriel García Márquez cuando trabajaba para la misma compañía.

De Cervantes sólo se tiene certeza de dos slogans, uno para las tarjetas de crédito Bancomer que dice ‘tan efectiva como tu efectivo’ y otro de Brandy Don Pedro que decía ‘Este es el brandy que tiene el don’.

Tras su paso por la publicidad, Francisco Cervantes se ganó la beca Guggenheim en el 77 y vivió con ella entre España y Portugal, dedicándose fundamentalmente a su poesía y a las traducciones de autores portugueses.

Su trabajo poético le permitió obtener el Premio Xavier Villaurrutia en 1982 y a partir de entonces, su obra se volvió muy reconocida.

Reticente a los homenajes  y falsas “recuperaciones”

Sin embargo, advirtió Tadeus Argüello, a Cervantes nunca le gustaron ni los homenajes ni los festejos ni la idea de convertirse en “un monigote”. Decía que ese tipo de cosas eran “pura pantomima” y teatro y que por eso lo mejor era mantenerse alejado de los mismos.

“En una ocasión le hicieron un homenaje en la USEBEQ y regresó muy fastidiado, decía que eso no servía de nada, que lo mejor hubiera sido que le dieran dinero o una casa, o de perdida unas chamacas, (risas)”.

Este distanciamiento respecto a los homenajes, hace a Tadeus Argüello dudar de la recuperación que ahora se hace de él sin poner atención a una verdadera relectura de la obra del poeta.

Mencionó, por ejemplo, que recientemente apareció una publicación de la editorial ALDVS en la que supuestamente había escritos inéditos de Cervantes y que en realidad pertenecieron a sus alumnos.

“Eso no puede ser posible, en uno de los textos hasta aparecía Nortec. Es evidente que eso no era de Cervantes. Hay que tener mucho cuidado con ese tipo de cosas”.

Finalmente, invitó a los lectores a acercarse a la obra del escritor y descubrir en él a un hombre “muy rebelde”, con un carácter un tanto difícil, pero también una vida poética hasta sus últimas consecuencias.

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