Juegos del hambre: en llamas
Por: Juan José Lara Ovando
Si existe un cine para adolescentes en el que éstos pretendan ver algo que no sea solamente acción para mantenerse dos horas en la butaca esperando matar el tiempo, Los juegos del hambre: en llamas es muy buena opción. Lo cual quiere decir que también lo es para aquellos que no son tan jóvenes y pueden esperar algo inteligente de una historia con elementos de ciencia ficción.
La segunda entrega de una franquicia que espera dos películas más sorprende y resalta. Lo primero porque logra mantener la continuidad de la historia creando nuevas expectativas; lo segundo porque enfrenta problemáticas más complejas que la entrega anterior, saliendo mejor librado. Es decir, se puede considerar muy ligada a la primera parte, pero es al mismo tiempo superior a ella. Si la primera película tuvo toques brillantes dignos de mencionarse como una competencia de astucia e inteligencia no sólo de fuerza y rapidez; una pareja que no se enamora de buenas a primeras, ni lo hace por mera atracción física y; una sociedad asfixiante que engulle a sus pobladores no sólo por su dominación en el trabajo y las leyes sino en el manejo de los medios masivos de comunicación que aceptan con gusto el violento juego de la sobrevivencia salvaje que son esos juegos del hambre.
Los juegos del hambre: en llamas cuenta con una enorme ventaja respecto a la primera parte e incluso, sobre muchas otras adaptaciones literarias, más si son de aventuras, acción o ciencia ficción y es que la novela de la que es extraída tiene una narración muy activa, que facilita el traslado de la historia a la pantalla. Ambas se cuentan de la misma forma y no es necesario introducir muchos cambios, aunque eso requiere un trabajo muy preciso por parte de los guionistas y del director, que en esta ocasión lo logran.
Esto lleva a algo sustancial: la lucha por la sobrevivencia en el juego no es lo sustancial o al menos no lo es de manera individual, la defensa se vuelve colectiva, los contendientes se dan cuenta de que sin aliarse no podrán subsistir debido a que los enemigos son todos poderosos pues han ganado al menos una versión previa. Aún el tiempo para exponer las condiciones de vida y de dominación del estado de Panem –que podría ser panóptico–, como de su autoritario gobernador Snow, en contraparte con la angustiante vida de la heroína Katniss (Jennifer Lawrence) y la desesperanza de la población de los distintos distritos pobres es un poco más extensa que la relativa al juego que tiene por modalidad cumplir 75 años de realizarse y como cada 25 incluye algo especial, que en esta ocasión es una lucha entre ganadores, de forma que vuelven a la arena las parejas de ganadores para dar oportunidad al estado de que ellos se eliminen entre sí y no se tengan que encargar las autoridades que ya observan el rechazo de la población a su forma de gobierno y ya se manifiestan momentos de rebelión.
El hecho de dedicarle más tiempo a las explicaciones que a la acción es lo que da un toque diferente a Los juegos del hambre: en llamas porque trabaja más las condiciones contextuales y los personajes que la lucha que enfrenta a los jugadores. En ese sentido, la película se preocupa más por explicar que por mostrar la acción, que si la tiene no la deja de lado, pero no es lo más importante, al menos hay otra acción más importante, que es de tipo social, la de convertir esa acción en una lucha colectiva para liberarse del dominio autoritario del gobernador, a eso se enfoca. Por eso esta segunda parte es más rica en detalles, tiene un rodaje más pausado, su ritmo es más ecuánime sin que deje de ser activo y es menos espectacular, pero técnicamente es más cuidadosa, incluso con mejores efectos visuales que hacen que sean más creíbles las tormentas, los oleajes y las luchas. Pero afortunadamente el vestuario y la escenografía es menos barroco que en la cinta previa y que en muchas otras películas similares.
Más violenta que la primera, pero no es una violencia irracional y espontánea ocasionada porque hay que eliminar al contrincante, sino que el ambiente es violento porque los gobiernos vigilantes han impuesto la fuerza a través de la represión. Aun así no se derrama sangre pero se crea un escenario de lucha a muerte que ya no puede impedirse y que recae en la sociedad más que en los competidores.
El relato se centra mucho más en el personaje femenino que en la pareja o el muchacho, éste tiene menor participación y su papel es muy rígido a su personalidad seria y solitaria. Ella por su parte refleja el dolor de su pueblo y la esperanza de liberación, lo cual distingue el gobernador, por eso quiere eliminarla y promueve esa olimpiada salvaje con la intención de que no sobreviva. Jennifer Lawrence llena totalmente el rol de la competidora, la joven de pueblo que ya no es una adolescente, como en la cinta anterior, sino que puede distinguir las injusticias provenientes del poder. Pero todo el reparto cumple, tanto los jóvenes, entre los que se distingue la desquiciada Johanna (Jena Malone), junto a Josh Hutcherson y Liam Hemsworth, como los veteranos que están fabulosos, desde luego lo son siempre: Donald Sutherland, Stanley Tucci, Woody Harrelson y Philip Seymor Hoffman.
El director Francis Lawrence no es tan distinguido pero tiene sus logros, aunque aquí da un buen campanazo y supera una primera parte. Ha dirigido películas como Constantine (05), Soy leyenda (07) y Agua para elefantes (11). Con todo eso, Los juegos del hambre: en llamas no es una película que deje completamente satisfecho, no es el mal sabor de su final inacabado que tendrá que concluirse en una siguiente parte, sino que se siente muy contenida, a pesar de que eso va con el sentido angustiante que maneja, nunca deja aflorar una ruta definida por parte de lo que piensa cada personaje, a menos que se vaya a definir en la conclusión. Eso sí son muchos los atributos por los que es mejor que no se la pierda.
{loadposition FBComm}