Cultura

La balada del Gober y la Muerte

I. El siguiente nivel

Mau soñaba con pasar a la historia,
Al estado al siguiente nivel quería llevar,
Con puentes y pasos a desnivel trazar,
Creía en el amor del pueblo entero,
pero en secreto, una dama lo amaba sincero.

Y en su cama Mau reposaba,
Saboreando del poder sus mieles.
Pero al pueblo no cuidaba:
trifulca en el estadio entre fieles.

Dijo: “ no hay muertos, justicia habrá,
Y que el futbol, con su estulticia, siga ya.”
Mas después, golpeo sin delicadeza,
A quienes querían agua con certeza.

La Dama de Hierro a azotes los tomó,
Por la avenida a todos los arrastró.
Gente sedienta al polvo se enfrentó,
Pero Mauricio, sin más, ni parpadeó.

II. Grandes puentes y desniveles

El gober, a los faraones se igualaba,
En su grandeza se comparaba.
“Las pirámides son sólo decoración,
Mis puentes: progreso y dirección.”

Con el gran Presidente se alineó,
Favor que a sus obras destinó.
Pese a los acuíferos a su mando,
Su pueblo sin agua, llorando.

Iniciaron las obras con gran alarde,
zanjas abrieron hasta muy tarde.
“Es fácil construir puentes a destajo”,
restándole gran mérito al trabajo.

El horizonte de polvo y concreto se llenó,
Varillas emergían, el paisaje transformó.
No eran unos misiles en un campo minado,
Eran sus grandes obras que ya han fallado.

III. Del aplauso al descontento

La ciudadanía a Mauricio enfrentaba,
Sin duda, su paciencia probaba.
Pero sin compasión, cual vil Nerón,
veía el mundo arder desde su Partenón.

Del odio al amor, el pueblo osciló,
Sin agua, sin paz y en tráfico se ahogó.
A cada cita llegaban con retraso,
y Mauricio ya no recibía ni un aplauso.

Así, con su orgullo herido,
A todo crítico, reprimió decidido.
Quien alzara la voz, su furia enfrentaría,
Pidiendo transporte o agua, palo recibiría.

Y lloraba, más que Marimar en su choza,
Como cuando vivía sin lujo ni gran cosa
En su juventud, en su casa casi rupestre
En esa favela que es el Club Campestre

Pensaba que no había cariño que dar,
Y ya sólo rencor lograba despertar,
Pero ahora el destino lo ha favorecido
siempre hay un roto para un descosido.

IV. El susurro de la muerte enamorada

Mau, en silencio, tenía un amor guardado:
Una Parca, que años lo había ocultado.
Al verlo tan abatido, ella le implora:
“Amor, te ofrezco eternas flores ahora.”
Él no sabía si era amor o infarto
Pálido, sólo balbuceaba harto.

Ella lucía un vestido de largos vuelos,
Su presencia, esbelta y en huesos,
causaba largos y espantosos ruegos.
Pero la huesuda le habló con decoro:
“En este mundo y el otro, yo te adoro”.

El gobernador exclamó con voz crítica:
“¡Eres la Muerte, flaca y raquítica!
¡Defiéndanme como en Escolástica!”,
“¡Apresúrense, Chepe y Lupita!”,
Pero nadie lo escuchó en su garita.

La Muerte enamorada lo miraba
“Mau: soy tu verdadera amada
Los queretanos no te quieren nada;
Pues ya los cansaste por tanta faena
Y algunos quieren votar por Morena.

Vente conmigo para siempre, güero
Yo te libraré de tanto mal agüero,
Conmigo ya no sufrirás
y las obras terminarás”

Un gran beso selló el pacto
Y la avenida se terminó en el acto
Y para siempre el agua abundó
Y la paz en el estado reinó
Mano con hueso, juntos escaparon,
Hacia un amor eterno tornaron.

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