Pastorela
Por Juan José Lara Ovando
Las pastorelas son representaciones teatrales en las que se presenta la lucha entre el bien y el mal ante el nacimiento del niño Dios. Su origen es religioso y data, en México, de los primeros años de la colonización española con la intención de facilitar la evangelización de los indios, que acostumbrados a hacer festividades religiosas a sus dioses (llamados, paganos, por los españoles) en las que bailaban, se disfrazaban, realizaban cacerías y curaciones importantes, ahora serían motivados a acercarse más a la religión católica a través de representaciones del nacimiento del niño Jesús.
Al parecer, antes de 1530 ya se realizaban las representaciones de la natividad (posteriormente se le llamaría Navidad), que tenía dos escenas principales: el nacimiento del Salvador y la adoración de los reyes. Posteriormente y dada la aceptación popular que tuvieron las representaciones, se le fueron adicionando el peregrinaje de San José y la Virgen María y, todavía más tarde, se incorporaron las aventuras de los pastores para llegar a visitar al niño recién nacido y, las tentaciones que tuvieron que vencer para lograrlo.
Mucho tiempo después, ya en el siglo XIX, las pastorelas se popularizaron al grado de que los personajes centrales eran los pastores y el demonio (o los diablos) en lugar del niño Dios, sus padres y los reyes porque aquellos jugaban y cantaban hasta llegar a éstos, que eran el símbolo de la adoración, pero aquéllos representaban lo mundano, cuestión que se desarrolló cada vez más durante el siglo XX, que le otorgó cada vez un tono más festivo y alegre con un lenguaje popular y burlón, aunque sin alejarse de la exaltación de la fe cristiana.
Comúnmente, todos los años en las escuelas y en las iglesias, posiblemente también en algunas comunidades y organizaciones se llevan a cabo, son parte del festejo navideño para los mexicanos, como también lo son las posadas y una buena forma de festejarlo es a través del cine, que aunque no es común que haya películas de esta naturaleza, en esta ocasión tenemos Pastorela, que es precisamente sobre la representación en un barrio de la ciudad de México que se llama San Miguel Nenepilco (filmada en La Lagunilla), donde ya es una tradición de la Iglesia local presentarlo como una festividad propia, más en este año, el arzobispado se ha encargado de hacer un concurso, lo que le da una motivación mayor.
Como toda pastorela, la intención de la película es divertir, por lo que estamos ante una comedia, que eso si no tiene la más mínima intención de exaltar la fe cristiana, por el contrario, en sentido humorístico hace una crítica a la Iglesia, más como institución que a los dictados religiosos o a la religiosidad de la población. Casi se da por un hecho que lo primero no tiene tanta importancia como divertirse y lo segundo es más una tradición que un acto de fe. Lo que sí aparece es la ambición y la envidia característica de los seres humanos, y el consumo y el tráfico, infaltables en este período.
La historia es chusca más que jocosa, el diablo de la representación lo ha interpretado siempre un judicial (Joaquín Cosío) que está enamorado de su personaje, es su otro yo, por eso su vida tiene dos facetas en una relación contradictoria: ser un judicial rudo y un diablo cómico, es decir, trabajo difícil y ocio maravilloso, una combinación compleja pero interesante, que para superar la violencia que se vive hoy en día en el país, puede ser una buena combinación tal vez probada en círculos políticos, empresariales y hasta del crimen organizado. Tal vez por eso para el judicial es importante representar cada año al diablo en la pastorela, ya que ahí tiene mayor poder que cualquiera de imponerse con gracia y aun así sentirse querido.
Sin embargo, la confrontación en Pastorela es entre el judicial y el nuevo sacerdote del barrio (Carlos Cobos), ya que el anterior se murió y éste no le dio el papel, no obstante, el sacerdote va a terminar interpretando al ángel y no va a poder impedir que el judicial actúe como el diablo. Los avatares llevan a involucrar a la policía de la ciudad, la jerarquía eclesiástica, los judiciales y los santacloses de los parques públicos, así como a presenciar el asesinato del subsecretario de Gobierno por el crimen organizado, sin que resuelvan nada, es decir, tal como sucede cotidianamente.
Dirigida por Emilio Portes, que muestra mucha soltura y humor, como ya lo hizo en su ópera prima: Conozca la cabeza de Juan Pérez (09). Maneja con fluidez a sus actores: Eduardo España y Ana Serradilla completan el cuadro principal, con una buena cantidad de actores secundarios entre los que destacan: Dagoberto Gama, Silverio Palacios, Ernesto Yáñez y Eduardo Manzano. También es destacable su ritmo, pues nunca decae, mantiene vivacidad siempre, cual buena pastorela, y los chistes además de jocosos, van muy ligados a la realidad actual y como la estamos viviendo. Un buen divertimento de época que no habla mal del cine mexicano del momento, eso sí, recuerde que no es una obra de arte, es solamente una pastorela. Muchas felicidades y que tengan lindas vacaciones y un buen año nuevo.