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Del placer a la autodestrucción; ludopatía, un mal invisible

Por: Angélica Ruiz

PARA DESTACAR: Lo que usualmente comienza como una distracción o actividad social, termina siendo una actividad obligada, sin restricciones. El jugador –como cualquier adicto- pierde su libertad… se transforma en un ludópata.

Personas con problemas emocionales o soledad son más propensas a refugiarse en el juego

“¡Suerte!”,  dice con una sonrisa falsa el guardia bien vestido mientras abre la puerta a todo aquel que entra.

Un amplio espacio alfombrado, sin ventanas ni relojes, obscuridad mezclada con cientos de luces de neón y sonidos electrónicos, un olor envolvente a cigarro… la definición de paraíso para algunos.

El juego es fantasía, algo inherente al ser humano. Desde pequeños, la vida de los niños gira alrededor del juego y al ir creciendo se va considerando como algo inmaduro, sin embargo, hay algunos adultos que a pesar de crecer siguen disfrutando de esa fantasía, pero en otra categoría: juegos de azar con apuesta. En este tipo de juegos, el deseo principal es tener suerte y obtener una fortuna.

El casino es el lugar idóneo para los amantes del juego, pues ofrece una enorme cantidad de estímulos para sus visitantes: ambiente climatizado, confort, música, alimentos y bebidas relativamente baratos, luces que prenden y apagan intermitentemente como hipnotizando, personal uniformado y amable dispuesto a satisfacer de inmediato cualquier petición. Premios, sorteos, partidas especiales, etc., incitan al jugador a continuar ahí: donde el mundo exterior no importa.

Como bien lo dice Ian Fleming en su obra Casino Royale, “la erosión del alma que producen las grandes apuestas –un oscuro compuesto de avaricia, miedo y tensión nerviosa- se hace entonces, insoportable y los sentidos se despiertan y se rebelan”.

Ruleta y dados electrónicos, máquinas tragamonedas, póker, bingo y apuestas deportivas, son los juegos más populares que hay. Es un lugar que no realiza distinciones: señoras en tacones o en pijama, viejitos en pants, señores en traje o con sombrero… jóvenes, viejos, hombres, mujeres, de cualquier profesión o estrato social pueden entrar.

“Me siento a jugar en una máquina tragamonedas. No tengo idea de cómo se juega, pero sigo presionando el botón de play…  De pronto y sin saber cómo, la cantidad de dinero que tenía se triplica: siento un hormigueo por mi piel, felicidad pura.

 

Una viejita que se encuentra en otra máquina al lado de mí, observa atónita mi pantalla. Minutos después, decido levantarme de esa máquina para jugar a otra cosa y la viejita se sienta de inmediato en mi lugar, como esperando que le sucediera lo mismo.

… suficiente por un día, el cansancio se apodera de mi vista.  Instintivamente, volteo a la máquina donde mi dinero se incrementó… y la viejita sigue ahí”.

 

La Fundación para la Salud Mental de Argentina realiza una clasificación acerca de la tipología de los jugadores: el normal o social, quien juega por entretenimiento o convivencia de vez en cuando; el jugador frecuente, quien juega regularmente pero estableciendo límites en sus apuestas; el jugador excesivo, para quien el juego constituye parte de su vida y comienza a gestar ansiedad e impulsos y el jugador compulsivo o patológico, quien ya no es capaz de detenerse.

Lo que usualmente comienza como una distracción o actividad social, termina siendo una actividad obligada, sin restricciones. El jugador –como cualquier adicto- pierde su libertad… se transforma en un ludópata.

Toda la población está expuesta a la ludopatía

La palabra ludopatía proviene del latín ludus, juego y del griego patheia, padecimiento o afección. Etimológicamente, significa juego patológico.

Leonardo Díaz Lara, psicoterapeuta con especialidad en Humanismo,  Desarrollo Humano y Resolución de Conflictos Interpersonales, explicó que la ludopatía es considerada una enfermedad, un trastorno y una adicción: “más bien depende del enfoque, es complicado definirla porque a ciertos sectores no les conviene que sea definida de tal o cual manera, sobretodo porque deja mucho dinero”.

“La ludopatía se caracteriza por estados de ansiedad y obsesión un juego. Es la compulsión de seguir jugando y apostar en el juego, teniendo como consecuencia pérdida de dinero, desintegración familiar, y otras más que se van desencadenando”.

Hace varios meses fue al casino con un amigo, no tenían tanto dinero así que lo juntaron y jugaron a los dados. Jamás pensaron que ganarían el acumulado de trescientos mil pesos,  ni ellos ni nadie lo podíamos creer.

Su felicidad duró tiempo: despilfarró su mitad del dinero en todo lo que quiso  y  así también se endeudó hasta quedar en bancarrota.

Tuvo que abandonar la escuela y huir de su casa por todos los problemas en los que se metió. Sigue sin tener dinero para pagar sus deudas, pero eso sí: diario va al casino a tratar de recuperar lo perdido.

Díaz Lara afirmó que la ludopatía no es exclusiva de cierto sector poblacional o género sino que depende del contexto de la persona: “alguien con problemas emocionales o soledad es más propensa a refugiarse en el juego, mientras que una persona social o estable emocionalmente es más difícil que caiga en este tipo de situaciones”.

“Si al principio pierdes es una gran lección, pero si ganas te vas metiendo más y más… una de las cuestiones a resolver con los ludópatas es la situación de expectativa o esperanza de ganar que tienen: no pueden controlar esa ansiedad, esa compulsión de querer más pero al mismo tiempo perder más. Ciertamente una de las cosas que tiene el juego es que en ocasiones ganas, tal vez no ganas tanto como lo que pierdes, pero el hecho de ganar al menos un poco te refuerza la conducta de seguir jugando”.

Los riesgos que conlleva la adicción al juego son varios: al ser un trastorno invisible, se nota hasta que se sale de control. Los centros de atención son muy costosos por ser privados y especializados, a nivel público no existen este tipo de instituciones en el país. Además, no es un trastorno cuantificable debido a que la única persona que lo sabe es quién lo vive: lo mismo puede afectar a alguien que apuesta poco dinero como a alguien que apuesta mucho. Es común que sea una situación sencilla de justificar -es un hobby, algo divertido y que no daña a nadie-  y peor aún, una conducta aprobada por la sociedad: cuando alguien gana no tardan en felicitarlo y resurgen las ganas de apostar.

Un hombre no despega la vista de la ruleta: tiene cara de preocupación y fuma desesperadamente. Se acerca un mesero muy amable a invitarlo a la partida de póker que iniciará en pocos minutos, el hombre acepta entrar y le da cinco mil pesos en efectivo sin descuidar su juego. De pronto, resuena por todas partes que hay un ganador del acumulado de unos cientos de pesos; un joven se acerca al señor avisándole que él es el ganador. El hombre quita la vista de la pantalla, furioso, y le grita una sarta de groserías al joven que solo quería darle una buena noticia.

El tratamiento que se le da a los ludópatas es complicado, ya que se necesita que la persona reconozca y acepte su condición. “No es solo la cuestión de ansiedad al juego, sino también depresión, soledad, etc. Debe aprender a autorregularse, a volver a la idea principal del juego: la diversión. Un ludópata sufre y se angustia al jugar, necesita adrenalina y estrés en su cuerpo… debe aprender a disciplinarse, un buen jugador es quien sabe perder y retirarse, ponerse límites”, argumentó Díaz Lara.

Las cuestiones de apuestas están restringidas por la ley, lo cual indica que hay conocimiento sobre lo dañino que resultan estas. A pesar de esto, cada vez hay más casinos abarrotados de personas porque es un gran negocio: “al ser un trastorno de tipo adictivo, se convierte en un problema de salud pública y en la medida que genere dinero seguirá en aumento… la población va hacia allá: hay una cultura de generar ludópatas, tanto en lo real como lo virtual”.

¿La mayoría de los adultos mayores no sabe utilizar la tecnología? Vayan a un casino. Se sorprenderán de ver la cantidad de ancianos que juegan en las máquinas como verdaderos expertos. Creen que pueden engañarlas al pasar rápidamente sus dedos por la pantalla o apostando cada vez más dinero para recibir más.

A la larga, los únicos que ganan con el juego son los propietarios de los casinos. Aunque a veces gane el jugador, hay más probabilidades en su contra… definitivamente, las apuestas no son una inversión y menos a corto plazo.

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