El comienzo
Por: Efraín Mendoza Zaragoza
Que el gobernador Francisco Domínguez Servién se asuma “de paso” es buen punto de partida. Que pida a los ciudadanos asuman ante el gobierno una actitud de “exigencia” es, por supuesto, muy saludable. “Exíjanos”, dijo con vehemencia al iniciar su administración. Habrá que tomarle la palabra. “Aceptaremos la crítica y escucharemos las razones de los que piensan diferente a nosotros. Esta administración no perseguirá a sus críticos, los atenderá…” Eso ofreció.
En todas las ceremonias de inicio, los gobiernos, con independencia del origen partidista, suelen partir de la desmemoria, abandonan la perspectiva histórica y dan la espalda a la autocrítica. Ni una palabra, por ejemplo, a propósito de los doce primeros años de panismo en Querétaro. Nada sobre el severo castigo de 2009. ¿Qué quedó a deber el panismo en aquella incursión y qué providencias ha tomado para no caer en la soberbia de su propio pasado? Si “no habrá perdón para el pasado”, como anunció en referencia al priismo defenestrado, empleando figuras que pertenecen más bien a la teología dogmática, ¿no habría sido sano un mínimo acto de contrición, empezando por asumir los propios pecados?
Podrá decirse que nos detenemos en minucias y que habría que esperar para ver hacia dónde va el nuevo gobierno. No obstante, hizo el gobernador Domínguez un compromiso con la rendición de cuentas y proclamó que sin los ciudadanos “la democracia se muere”. Tiene razón, pero conviene no olvidar que cuando un grupo de ciudadanos le planteó permitiera la presencia de testigos sociales en el proceso de entrega-recepción no tuvo siquiera la cortesía de negar la petición, siendo que estaba obligado a dar una respuesta formal. Anunció el adelgazamiento de la burocracia… ¡y comenzó por crear una nueva dependencia! Me pareció importante un anuncio hecho el 11 de septiembre a propósito del equipo con el que gobernaría: “Puedo asegurar es que en todos los puestos y todos los niveles de mi administración voy a pelear y luchar para llegar al 50 por ciento de equidad de género en los puestos altos”. Desconozco con quién lo estaría peleando, pero exceptuando el cargo de su esposa, lo cierto es que de las 31 designaciones reveladas el 1 de octubre, que son de exclusiva competencia unipersonal, recayeron sólo 5 en mujeres, y de ellas sólo dos son titulares de Secretarías. Me quedo con los hechos.
No soy partidario de la solemnidad ni de la adustez, antes bien me gusta la gente de buen humor. El gobernador Domínguez es un hombre que conecta y no es proclive a las barroquerías, pero el tono coloquial podría ahorrárselo. Por ejemplo, al anunciar su gabinete se permitió una chacota que nos recordó lo peorcito del folclor foxista: “Si alguno de ellos no cumple, cualquiera de ustedes me chifla y me avisa”. Ante los delicados asuntos que ahora tiene en sus manos, no podemos entendernos a chiflidos. Sobre todo ante el Querétaro de mentiras destripado por sus propios datos duros. Sí, Querétaro ocupa el quinto lugar nacional en competitividad, el noveno en atracción de inversión extranjera y es el líder del sector aeroespacial, reconoció, pero enseguida nos trajo a la realidad: “de cada 100 queretanos 34 viven en pobreza, de cada 100, 33 están en situación de vulnerabilidad, la pobreza les acecha. Uno de cada seis queretanos no tiene nada qué comer…”
Los severos juicios sobre el gobierno saliente –hizo elípticas acusaciones de corrupción, autoritarismo e irresponsabilidad— fueron coronados con una lapidaria promesa: “Hoy cerramos la puerta a los que han abusado del poder”, dijo, para enseguida precisar: “Tristemente hoy registramos un déficit presupuestal sin precedente y un nivel de gasto insostenible, han comprometido el futuro de Querétaro, redujeron la inversión social y la de infraestructura, y desbocaron el gasto…” Los ciudadanos tenemos derecho a saber si tan graves señalamientos han sido acompañados de procedimientos administrativos y penales.
Más contención verbal ayudaría. Con actos se gobernaría más responsablemente. Casi todo el siglo XX se pretendió gobernar a este país con oratoria cuando con oratoria no crece el maíz ni se combate el hambre.
Discrepo de la concepción patronal que subyace en algunas de sus expresiones: “para eso me contrataron”, dijo a sus electores. “A partir de este momento, todos ustedes son sus jefes”, dijo en referencia a su equipo. Sería mejor plantear una relación republicana y cívica. Me habría gustado ver a un hombre de Estado dirigiéndose a los ciudadanos de los que emana la soberanía y para cuyo beneficio existen todas las instituciones. Por cierto, yo no le tomaré la palabra cuando pide que le llamen “Pancho”, pues descreo de esa cercanía que se confunde con una falsa familiaridad o con la posibilidad de tomarse una selfie con él.
También me parece impropia la visión simplista sobre la que descansa otra expresión coloquial como la empleada al presentar al nuevo secretario de Finanzas: “Él será el malo del cuento”. Podría decirse que es sólo una forma de hablar y que exagero. Pues no, esa expresión emana de una concepción que ataca la democracia y niega la pluralidad. La sociedad no es un montón de gente donde son más los buenos que los malos, sino un orden asentado sobre la confrontación de intereses. Por otro lado, asociar lo público con los cuentos, máxime en un país enojado con tanto cuento que nos han contado por tanto tiempo, tampoco ayuda a abordar con seriedad los muy graves rezagos que padece Querétaro.
Algunas frases huecas podrían dejarse para otra ocasión, pues nada dicen: “Querétaro no puede llegar tarde a su cita con su porvenir”; “voy a darles un gobierno… a la altura de su herencia, a la altura de su fe, a la altura de su esperanza y, sobre todo, a la altura de su futuro”. Tampoco ayuda el tufo calzadista que transpiran expresiones egocéntricas que pretenden proyectar energía: “He ordenado” esto o aquello o “a todos los funcionarios del primer círculo les ordené…” tal cosa. Algunos desplantes discursivos podrían ser sustituidos por medidas inaplazables. En lugar del muy mediático “volverá la autoridad, la paz y el orden…” o “a mí no me va a temblar la mano…”, habría caído bien la puesta en marcha de audaces acciones de gobierno, pues entre el triunfo electoral y la toma de protesta pasaron nada menos que tres meses que son precisamente para preparar las acciones que reclamó el electorado al darle la espalda al PRI.
Para la historia de la infamia quedarán las provincianísimas crónicas de los diarios locales del 2 de octubre, proclives al poder y prontos para la lisonja que huele a perfume barato pero bien pagado. El nuevo gobierno debería huir de esa pútrida e insana relación. Hubiera deseado no leer esas crónicas recicladas de hace seis, doce, dieciocho años… que hablaban de ese “gran día”, “un día histórico” cuando se dieron cita “grandes personajes” y “se volcó la sociedad completa” a “disfrutar la toma de protesta”. Da tristeza ese periodismo parroquial, embobado con el “impecable traje color azul fuerte” y la “fina corbata gris” o que alaba “el enérgico y decidido mensaje” y las “emotivas y fuertes promesas”; de ese periodismo que se olvida de las ideas (o de su ausencia) para rendirse ante “la serenidad y la alegría que [el nuevo sol] reflejaba en su rostro”.
Por lo demás, que el primer gran acto de gobierno haya sido el anuncio de la nueva imagen del DIF revela énfasis en lo superfluo y no en lo sustantivo. Y que al día siguiente de su nombramiento el coordinador de asesores haya presentado su renuncia no puede ser un síntoma de salud por más que se aleguen motivos de salud.