El derrotismo del PRI en una comunidad antorchista
Desde las once de la mañana, en la comunidad de La Piedad, perteneciente a El Marqués y bastión de Antorcha Campesina, representantes de casilla del PRI se mostraron nerviosos y preocupados
Por: David Eduardo Martínez Pérez
Son las once de la mañana y la comunidad de La Piedad en el municipio de El Marqués está como si fuera un domingo cualquiera.
No importa que hoy haya que elegir gobernador, alcalde y diputados federales y locales. No importa que sobre la primaria esté instalada una casilla desde las nueve. Para la gente, el ritmo es el de todas las semanas. Unos van a misa, otros comen gorditas, otros pasan con sus autos y la música a todo volumen.
Lo único que cambia es que no venden cerveza. Las marisquerías no abrieron, su negocio es vender cerveza y micheladas, pero es lo único. De ahí en fuera, todo sigue la pauta de lo que parece un día rutinario.
Sin embargo, esta es sólo la primera impresión y las primeras impresiones nunca suelen ser definitivas. Siempre hay algo que se esconde entre las grietas. Donde no hay ni luz del sol ni ojo humano. Siempre hay algo que se esconde. Siempre.
Uno puede darse cuenta, sobre los callejones de La Piedad, por ejemplo, al mirar con atención hacia las bardas. A simple vista no se nota. Hay que ser muy incisivo, hábil, hay que venir con malicia, buscándolos. Serán cuatro o cinco bardas, puede que un poquito más. Sobre cada una de ellas, hay un mural con el logotipo de Antorcha Campesina.
La mayoría son conmemorativos. Conmemorativos de luchas, marchas, reuniones de los integrantes. Hay uno que desentona, constituye un reclamo al Gobierno Federal –del PRI-. Exige se cumplan acuerdos con Secretaría de Gobernación. Nunca dice cuáles, no dice por qué, sólo dice eso, que los antorchistas marcharon hasta Los Pinos para exigirle respeto al Gobierno Federal. El mural es reciente. No tiene más de un mes.
Esta aparente ruptura de un movimiento que tradicionalmente ha estado aliado con el PRI, es sólo el inicio, al llegar a la casilla electoral, las cosas se ponen aún más interesantes.
El nerviosismo priista
Entre la gente hay descontento porque la casilla abrió muy tarde. Pero eso es normal, es decir, casi todas las casillas de la zona metropolitana abrieron tarde, es normal. Lo que no es normal, es la actitud de ciertos representantes de partidos políticos.
La mayoría van inquietos, temerosos. Van de un lado a otro. Salen de la casilla. Entran de nuevo. Hablan por el celular. Mandan mensajes. Reciben mensajes. Vuelven a salir de la casilla. En fin. Se les nota el nervio, como si esperaran algo.
Entre los del PRI esto es más obvio. Una chica con el logo del partido en su camisa, sale y entra de las urnas a cada rato. Luego toma unos papeles en la mano, son listas y con ellos, sale de la casilla para exhortar a algunos muchachos jóvenes a votar.
“Pásenle a votar ahorita que no hay nadie, órale, aprovechen”, les dice.
Ellos como que no le hacen caso. No están convencidos, hablan y bromean entre sí. Cuentan chistes de los candidatos. Se burlan de todos, de Domínguez y de Loyola. La chica con el logotipo del PRI pasa de nuevo, les hace un ademán para que se apuren e ingresen pronto a las urnas. Ellos siguen sin hacer caso. Preferirían no estar ahí.
Preferirían estar haciendo cosa, en otro lugar. Preferían, quizá, que no hubiera “ley seca” ni elecciones, para poderse comprar unas caguamas o ponerse a jugar futbol.
La chica los mira por última vez, está desesperada. Ya no trata de obligarlos. Ya no es la dominatriz enérgica, la sargento. Más bien luce suplicante, pordiosera. “Por favor chicos…” pero no le hacen caso.
Los representantes de otros partidos no están tan nerviosos. Los del PAN son pocos y la mayoría se ven ya mayores de edad, los del PRD sólo están disgustados porque afuera de la casilla hay personas haciendo encuestas de salida.
“No sabemos de dónde vienen, ni si cuentan con un permiso, ya nos quejamos hace rato y al parecer los quitaron, pero ahorita acaban de regresar otra vez”.
Los encuestadores son de Mendoza Blanco y Asociados. Sí cuentan con un permiso. El INE los acreditó para realizar encuestas de salida.
La misma chica del PRI que lucía nerviosa con anterioridad, sale de la casilla y se acerca a una mujer, le pide sus datos, luego le indica donde pasar a emitir su voto. No puede disimular más el nervio, no puede. Va de un lado a otro, pero no puede. Mira a la lista, cuenta a la gente en la fila, vuelve a mirar a la lista que tiene entre sus manos, se mete el lápiz a la boca y contesta el celular.
Lo que le preocupa es que haya poca participación.
“Cuatro veces aparecía el Loyola ese…yo por eso no voté por él”
Afuera de la casilla, dos policías municipales vigilan que todo esté en orden. Dicen que existe muy poca gente votando ese día. También dicen que esperan violencia, algo que traiga emoción, hacia la tarde.
“La mayoría vinieron desde temprano, pero como no estaba abierto, se fueron a misa. Unos sí regresaron, pero otros ya no. Andamos esperando que vengan más como por ahí de la una o dos. A lo mejor ahí es cuando se pone pesado esto”.
A los municipales les falla su profecía, sí viene más gente a votar pero no hay conflictos. Nada altera el aire tranquilo que se respira en La Piedad.
El flujo de gente parece despertar ánimo entre los priistas. La chica con logotipo del PRI se muestra calmada, menos tensa. Hasta sonríe un poco. Se acerca a algunas personas, luego a la lista y sonríe mientras pasa su pluma sobre la lista.
No hay, sin embargo, como ya advertimos antes, que confiar en las primeras impresiones. A la chica del logotipo, el ánimo le dura poco. A la chica del logotipo le cae un duro knock out.
Un hombre, uno de los que la hicieron sonreír en un inicio, sale de las urnas muy indignado.
“¿Viste eso?” dice a su mujer. “Cuatro veces aparecía el Loyola ese –en la boleta-, yo por eso no voté por él, eso es una jalada”, manifestó.
“Sí” dice ella a su esposo. “Una jalada, como si fuéramos brutos”
La pareja sale de la casilla y vuelve a su vida normal. La pareja va y disfruta del domingo. La chica del logotipo no, ella sólo quita su sonrisa, se sienta y comienza a sucumbir, poco a poco al nerviosismo del que se creía ya absuelta.
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