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El espíritu luchador de Hugo Gutiérrez Vega

Por: Eduardo Martínez Pérez

Juan Trejo Guerrero, cronista de la Universidad Autónoma de Querétaro, caracterizó a Hugo Gutiérrez Vega como un hombre que “incursionó en la política sin mancharse las manos”. No agotó ahí su discurso. Explicó, además, que otro mérito del poeta y diplomático, fue su capacidad para dedicarse no sólo a la política, sino también a las actividades culturales, académicas y diplomáticas.

En este sentido, para el cronista universitario, la principal virtud de Hugo Gutiérrez Vega fue la congruencia. Congruencia sostenida con un discurso inteligente que lo llevó a separar su labor diplomática de cualquier forma de servilismo hacia el gobierno mexicano.

Cuenta Trejo Guerrero que en una ocasión cuestionó a Gutiérrez Vega sobre su participación como embajador y colaborador en diversos consulados. Lo que le respondió el poeta lo dejó muy sorprendido: “No trabajo para el gobierno mexicano. Trabajo para el Estado Mexicano, son dos cosas diferentes”.

Esta respuesta dada al cronista universitario cuando sólo era un reportero, revela una característica que hace de Gutiérrez Vega una rara avisdentro del universo de los servidores públicos.

Donde todos los servidores públicos, léase embajadores, agregados culturales, secretarios y burócratas de diversas categorías, buscan llevar agua a su molino, Hugo Gutiérrez Vega fue un verdadero servidor del pueblo.

 

El poeta internacional

Desde las primeras misiones culturales que realizó en las ciudades de Roma y Londres, Gutiérrez Vega se preocupó por divulgar la poesía mexicana y dar a conocer de esta manera la producción artística que se realizaba en nuestro país.

Difícilmente podríamos imaginar a José Carlos Becerra conduciendo por las carreteras italianas hasta morir trágicamente o a Carlos Monsivais recitando a López Velarde entre la neblina londinense, sin el apoyo que les brindó Hugo Gutiérrez Vega.

Sin embargo, habría que destacar que nunca buscó acceder a la vida diplomática, por lo menos no de manera consciente. Lo que sí buscó fue solidarizarse y dar voz a quienes permanecían al margen del estado, a los ignorados pues, a los que no valían nada y morían por miles aplastados por el hambre y por las armas.

Esta sensibilidad, condujo al joven Gutiérrez Vega, hacia el final de la década de los cincuenta, a simpatizar con la huelga de los ferrocarrileros. En apoyo a los líderes sindicalistas Demetrio Vallejo y Valentín Campa, Gutiérrez Vega fue hasta Mérida, donde fue amenazado con la cárcel. Ya antes había estado en una penitenciaría de Mexicali, por sus actividades dentro del Partido Acción Nacional.Aquella primera vez, cuenta en una entrevista concedida a Angélica Aguado y José Jaime Paulín Larracoechea, Gutiérrez Vega sintió mucho miedo. Lo habían ingresado “por agitador” y ese era un delito cuya pena ascendía hasta las cuatro décadas en la prisión. Sin embargo, logró salir adelante, aunque sin escarmentar y así fue como en Mérida se las arregló para ser amenazado.

Para eludir a la prisión esta segunda vez, tuvo que exiliarse en Belice. Así inició su vocación internacional, no entre los lujos de Europa, no en la vida del glamour, sino entre la selva y los mosquitos de una “república bananera”.

 

La rectoría en la UAQ

De vuelta en México, Gutiérrez Vega se casó con Lucinda Ruiz Posada y, además, fue “cooptado”, en sus propias palabras, por Adolfo López Mateos, quien le ofreció un puesto como agregado cultural en la capital italiana. Esta “cooptación” no supuso, sin embargo, una derrota para su espíritu luchador y lo impulsó a realizar numerosas actividades para difundir la cultura y la crítica en el territorio europeo.

Pocos años después, fue nombrado rector dela Universidad Autónoma de Querétaro y volvió a probar su suerte como polemista contra los poderes más oscuros que habitan en nuestra nación.

Lo primero que hizo, fue impulsar los estudios de psicología. Esto despertó en muchos padres de familia del Querétaro conservador de aquel entonces, la idea de que Gutiérrez Vega era un envenenador de las mentes juveniles.

Conocida es también su polémica con el cura de la parroquia de Santiago, por la posesión del denominado “patio barroco”, que en aquel entonces estaba en manos del curato y se utilizaba fundamentalmente para albergar a las gallinas del sacerdote.

Con una pasión constante por hacer crecer a la universidad, Gutiérrez Vega reclamó la posesión del patio barroco para la universidad. Al final, la obtuvo y la universidad pudo crecer. Sin embargo, esto le supuso persecución por parte de los sectores más conservadores de Querétaro, al grado de que algunas personas incluso apedrearon su casa. El mismo cura de Santiago intentó recuperar el patio con violencia, y éste fue defendido heroicamente por los universitarios encabezados por un rector que finalmente debió dejar la ciudad.

 

Un reconocimiento que no pudo ser

Como reconocimiento a su defensa del patio barroco, en 2013, el actual director de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Luis Alberto Fernández, quien entonces era consejero universitario, sugirió cambiar el nombre del patio por “Patio Barroco Hugo Gutiérrez Vega”. Sin embargo, hubo oposición y la propuesta finalmente no prosperó.

Tras su relevo como rector de la UAQ, Gutiérrez Vega regresó a sus actividades diplomáticas. Tuvo tiempo para llevar a Carlos Monsiváis hasta Londres y para seguir publicando obra en poesía y prosa.

Su coraje no terminó ahí. Siendo embajador de Grecia a inicios de la década de los noventa, llegó a enfrentarse incluso a Carlos Salinas de Gortari, por las políticas privatizadoras que impulsó su gobierno. Este hecho inaudito dentro de la diplomacia mexicana, lo pone a la altura de personajes como Octavio Paz, quien renunció a la embajada de la india tras los sucesos del dos de octubre de 1968.

Hacia el final de su vida, Gutiérrez Vega concentró toda esa congruencia que lo caracterizaba en el ejercicio del periodismo dentro de La Jornada. Además, fue miembro honorario del Consejo Editorial en el semanario Tribuna de Querétaro.En numerosas ocasiones, opinó contra los poderes políticos y económicos que controlan la vida nacional. Incluso después de muerto, sus palabras y su actitud congruente y de servicio a la ciudadanía, seguirán funcionando como ejemplo para muchas generaciones de queretanos, sobre todo los universitarios, quienes hoy, tienen mucho que agradecerle a ese hombre de barba blanca y andar pesado que nunca bajó la guardia.

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