Yo conté tu voto. Así es ser funcionario de casilla
No sé si lo tenía en cuenta, pero en esta ocasión los funcionarios de casilla tuvimos que contar los votos tanto federales como locales, y llenar las actas tanto para el INE como para el IEEQ. Por eso el retraso del PREP.
Es un trabajo que nadie aprecia hasta que le toca, hasta que vive todo lo que hay detrás de la parte técnica de contar los votos. Ser funcionario de casilla implica ir, por lo menos, a dos capacitaciones, estudiar los manuales y participar en la jornada electoral.
Cuando me levanté, inmediatamente pensé: 1 de julio. Había llegado el día. Nos habían citado a las 7:00. “Todos deberemos estar temprano para ir organizándonos y abrir la casilla a las 8:00”, nos comunicó la capacitadora electoral.
El lugar asignado fue un salón donde imparten clases a los adultos mayores, y donde deberíamos estar dos casillas: “contigua 1” y “contigua 2”. Eran las 8:15 y de nuestra casilla no llegó el primer escrutador, por lo que se hizo el “famoso corrimiento”. Yo había sido nombrado segundo escrutador y con esto pasé a ser primer escrutador, el tercer escrutador pasó a ser segundo, y uno de los suplentes se integró como tercer escrutador.
Ahora estábamos completos en nuestra casilla. El presidente y los secretarios comenzaron a abrir los paquetes electorales frente a los representantes de los partidos del PAN, PRI y Morena. Los escrutadores comenzamos a armar las urnas y las mamparas de votación. Se contó una a una cada boleta electoral correspondiente a las cinco elecciones: presidente de la República, senadores, diputados federales, diputados locales y ayuntamiento. En cada paquete había 528 boletas.
Una situación muy diferente ocurrió en la otra casilla: sólo llegó el presidente y un secretario; faltaban cuatro. Para completar a los funcionarios, tomaron a los suplentes de nuestra casilla y se invitó a una persona de la fila a ser funcionario. Eran las 9:00 y en esa casilla apenas empezaron a abrir los paquetes.
Por nuestra parte, abrimos la casilla a las 9:21; así quedó asentado en el acta. Había personas formadas desde las 8:00; estaban desesperadas y molestas. En cada uno de los funcionarios crecía el nerviosismo. “¡Ya llevo una hora y media formado!”, dijo un señor; otro más dijo “me van a regañar en mi trabajo, y todo por culpa de ustedes. De veras que se pasan”.
El mecanismo de votación era así: el tercer escrutador iba pasando de una en una a las personas. El presidente recibía su credencial, le decía que le mostrara sus dedos pulgares; “los dos, por favor”, y leía su nombre en voz alta para que el primer secretario y los representantes de partido lo buscaran en la lista nominal. Una vez verificado que estuvieran en ese cuadernillo, el segundo secretario le entregaba sus cinco boletas electorales y lo invita a pasar a las casillas de votación, donde se encontraba el segundo escrutador, quien lo orientaba además de verificar que metiera las boletas en la urna correspondiente.
Cuando termina, pasaba conmigo para que le pintara su dedo pulgar con la tinta indeleble y le entregaba su credencial marcada con el número 18. Aún recuerdo el olor tan fuerte de esa tinta; cada vez que la destapaba percibía un olor que golpeaba fuertemente en mi cerebro. También me salieron ampollas en la mano al apretar tantas veces las pinzas que marcaba el número 18 en las credenciales.
La fila de nuestra casilla poco a poco fue mermando. Pero una hora después, la otra casilla todavía no abría. “Pinche mala organización. Son unos pendejos. Uno viene a votar y tiene que esperar más de dos horas formado como idiota”, me dijo un ciudadano cuando le informé que en nuestra casilla no podía votar, que tenía que esperar a que abrieran la otra pues era en esa donde se encontraba registrado su nombre, que si de nuestra parte estuviera, sin ningún problema lo atenderíamos, pero no estaba en nuestras manos. Fue el momento más álgido… pensé que eso se podía descontrolar. No fue así.
Y dieron las 10:22, ¡y por fin la otra casilla abrió para las votaciones! Fue una válvula de escape a los nervios. El clima de crispación poco a poco se fue calmando.
La tarde transcurrió lenta y sin más incidentes. Nuestro presidente era un gordo que gritaba a todo lo que le permitía su voz los nombres de las personas, y no los decía una vez sino dos. Durante nueve horas mis oídos sufrieron. En la mesa todos éramos jóvenes, no mayores de 30 años; todos dijimos que nadie quería casarse ni tener hijos.
La maquinaria en acción…
Los escrutadores rotábamos nuestros roles. Cuando estuve recibiendo a los votantes, pude observar afuera la operación que los partidos políticos habían maquinado. A los votantes los abordaban una calle antes y hablaban con ellos. No supe qué les decían ni si les daban algo, sólo puede ver cerca de diez personas que estuvieron haciendo eso durante todo el día.
A las 13:30 una muchacha del INE nos llevó el “lonche”; era un paquete que contenía una bolsa de Cheetos, una barra de amaranto, una barra de cacahuates con miel, galletas, una barra All Bran de fresa y un juguito. “Es algo simbólico”, nos dijo. También nos dio dos hojas para que las firmáramos para que nos pudieran dar nuestro “pago”. A cada uno de los funcionarios nos entregó una bolsa trasparente en la que había 450 pesos. Previamente nos había dicho que sólo nos iban a apoyar con 300 pero al final le sumaron 150 pesos más.
Aunque lo sabía, me impresionó el no ver a los jóvenes ir a votar; la mayoría eras personas mayores y gente de la tercera edad.
Cuando estuve en el área donde la gente marcaba sus boletas, me di cuenta que a muchos se le pasaba doblar sus boletas; “sino las dobla, no va a poder meterlas en la urna, señor”, repetía constantemente. Vi que los votantes piensan dos veces antes de rayar la boleta.
Un señor tardó más de 10 minutos en decidirse, hasta le dije que si le podía ayudar en algo. Una anciana me mostró su boleta marcada por el PRI y me preguntó que si solamente tenía que marcar ahí. Otro anciano con Parkinson no quiso ayuda para meter sus boletas porque él lo quería hacer. Por mi mente pasó un pensamiento con el que me dije que tal vez iba a ser la última vez que votaría.
Pocos fueron por coaliciones
Llegaron las 18:00. No había gente formada y el presidente hizo la declaratoria de cierre. Se contaron las boletas sobrantes: 212 de cada elección, y comenzamos a rayarlas. Se llenó el acta correspondiente. Quitamos todo lo que había sobre la mesa y pusimos los “manteles” que nos servirían de guía para contar los votos.
Había dos mesas. En mi mesa contamos las elecciones para presidente, senado y diputaciones federales; en la otra, de forma simultánea, los demás contaron los de ayuntamiento y diputaciones locales.
Vaciaron una a una las urnas. Comenzamos con los de presidente de la república. Desdoblábamos las boletas, las mostrábamos a los representantes de los partidos, y las colocábamos en el espacio asignado para ese voto en el mantel. Un voto era para el PAN y el otro para Morena. Parecía una carrera parejera. Sinceramente, pensé que la clasificación iba a ser más difícil ya que en esta elección el ciudadano decidía si votaba, por ejemplo, sólo por Morena; o por Morena, el PT y el PES (la coalición); o por Morena y el PT; o por Morena y el PES. Y así con las otras coaliciones del PRI y del PAN. Pocos votaron por coaliciones.
La papelería…
En mi casilla, en todas las elecciones, ganó Morena. El PAN quedó muy cerca. Hubo dos boletas que me llamaron la atención, una cuyo voto era para el PAN pero que abajo decía “Putos”, y en otra, una leyenda que cruzaba toda la hoja: “Chinguen a su madre todos”.
Durante siete horas contamos y llenamos las actas. Todos en la casilla sabíamos por las noticias que había arrasado Andrés Manuel; un funcionario dijo “para qué contamos si ya sabemos quién ganó”.
Al final pensé: “lo difícil no es contar los votos, sino llenar toda la papelería del INE e IEEQ y hacer los famosos paquetes electorales”. Un representante de partido expresó: “la otra vez fue más rápido, a las 11:00 de la noche ya habíamos terminado”.
No sé si lo tenía en cuenta, pero en esta ocasión los funcionarios de casilla tuvimos que contar los votos tanto federales como locales, y llenar las actas tanto para el INE como para el IEEQ. Por eso el retraso del PREP, el cual comenzó a alimentarse con datos hasta la una o dos de la mañana y no como en años pasados que a las 10:00 veíamos cómo se sumaban los votos.
Me despedí de todos diciéndome a mí mismo “¡qué friega me pusieron… uf!”.