En el silencio zapatista, todas las voces
Por: Karen Paulina Muñoz Arellano
A 20 años del levantamiento Zapatista, la entraña resiente las ganas de volverse a encontrar con la lucha, la resistencia y la rebeldía; las más bellas y liberadoras cualidades a las que hoy podemos, y quizás debemos asirnos.
Desde ahí, repensar el Zapatismo implica reconocerlo como fuerza ideológica y práctica modificadora del sistema mundo, ese que siempre ha sido corrupto y que aun así no deja de sorprender. También conlleva la imperante necesidad de conocer los pequeños resquicios y cuarteaduras del tejido social por las que se ha filtrado para sellar, unir, amalgamar eso, otrora roto, que hoy bajo muchos otros saberes y haceres empieza a cobrar nueva forma. Y así, a 20 años, quizá debamos mirar de nuevo este quehacer de lucha zapatista.
El ser humano es un ser eminentemente social que busca a lo largo de su vida establecer lazos de identidad y de apoyo con otras y otros a través de la creación de organizaciones, grupos y colectivos en donde se crean y refuerzan los hilos y redes para solucionar las problemáticas específicas de la vida cotidiana. Así se hace más soportable la realidad de vivir dentro de un sistema hegemónico mundial que transforma o destruye las formas de organización social que se oponen a su lógica unidimensional, imponiendo una forma de control y producción donde el papel de la sociedad civil queda constreñido a ser un elemento legitimador en vez de una fuerza que resista y se oponga a este modelo.
Como lo plantea Sergio Zermeño, esto permite entender por qué en los últimos años se ha agudizado el proceso de disolución de lo social, la destrucción de las identidades colectivas y los espacios de interacción comunicativa y de formación crítica de lo público, todo con la intención y lógica de conservar el orden existente.
Por ello los movimientos sociales y la acción colectiva se complementan desde sus trincheras simbólicas, discursivas y abarcadoras, así como desde su concreción y cotidianeidad detonando procesos de verdadera transformación social en donde la identidad colectiva como eje de cohesión, desata la necesaria apropiación de los mismos. En este sentido el proceso de conformación social del Zapatismo ha sido tan diverso en sus motores de acción que hoy acoge una gran cantidad de dolores, silencios, rabias e indignaciones; pero también de luchas, experiencias y resistencias que se han entrelazado para conformar un nuevo tejido simbólico que resguarda las redes afectivas y de solidaridad como el más preciado de sus recursos culturales.
Lo complejo de la realidad social frecuentemente convierte a las organizaciones en afluentes periódicos o intermitentes que no logran mantener una continuidad en el tiempo e impactar en las formas de organización social, lo que hace entender los procesos como ciclos de alternancia en los niveles de participación en donde existen constantes adecuaciones a fin de contextualizarse e incidir en la dinámica social existente. Así, los movimientos sociales y las luchas colectivas no desaparecen, sino que se resignifican y reconfiguran.
Muchos hablan hoy de un Zapatismo agonizante, de uno que no aglutina ni representa, ni convoca, como si eso minara su esencia. Basta recuperar y entender las distintas fases y silencios del Zapatismo como etapas de reinvención y renovación. Tras la confrontación política, ideológica y cultural propia de la lucha social, se abre paso una etapa de reconfiguración y reordenamiento al interior de la organización en términos de replantearse los nuevos cursos de acción y sobre todo, la reinvención ideológica e identitaria que tendrán hacia el interior del colectivo. Lo que calla no es inexistente, así como tampoco el ruido da realidad. La relación entre momentos de latencia y visibilidad es una condición necesaria para seguir, y de paso, despistar a quienes con corta mirada se creen aquello de “ojos que no ven, Zapatismo que no existe”.
El Zapatismo y la Sexta Declaración de la Selva Lacandona se posicionan como un discurso emancipatorio capaz de abrazar diversas luchas y trazar un camino compartido, uno que solo va hacia abajo y a la izquierda y cuyo destino final es crear un mundo en donde quepan muchos mundos.
Este carácter aglutinador ha permitido ampliar la red de colectivos y organizaciones adherentes a La Otra Campaña, pero también ha significado un enorme reto para las luchas concretas y cotidianas: el mantener una fuerza propia que les permita posicionarse en el imaginario colectivo.
Pensemos en cuántas luchas han sido desestimadas y repudiadas por ciertos sectores de la sociedad por mantener una relación con el EZLN, bajo el argumento de que en la lucha indígena que éstos enarbolan, no encuentra eco su propia realidad. Pensemos que la lucha indígena es la de todos sólo con un rostro distinto, igual de herido, igual de mancillado.
Por ello además de la relevancia histórica del EZLN como movimiento anti sistémico per se, la Sexta y el Zapatismo han devenido en hilos conductores de la acción social al dotar a distintos colectivos de un marco ideológico, y por tanto de una nueva forma de ver y hacer política, contextualizada a sus necesidades y particularidades.
La vinculación con el zapatismo establece un marco para el restablecimiento de redes sociales y para repensar la organización. Para muchos colectivos, ésto ha significado contar con elementos cohesionadores y orientadores de la acción en donde el proyecto alterno de nación que el zapatismo plantea cobija sus intereses y les brinda un espacio de participación con mayores alcances y estructuras más firmes.
Recordemos que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional propone una nueva iniciativa social basada en la autonomía de los pueblos, grupos e individuos; en la izquierda de los de abajo como postura ideológica; en el anticapitalismo; y en un franco y abierto rechazo al modelo neoliberal.
A 20 años del levantamiento las y los zapatistas del sureste mexicano, y de todos los rincones del planeta, siguen en pie de lucha con la palabra como arma y el corazón como brújula para encontrar nuevos horizontes. Su invitación no solo es para invitarnos a caminar a su lado sino para decidir cuál rumbo tomar.
Un abrazo a la revolución zapatista en su esencia y en su lucha, y en sus hilos que permiten retejer la realidad.
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