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En México, violencia y desigualdad van de la mano

La especialista Sandra Dema Moreno considera fundamental tener mecanismos que regulen los temas de género en las universidades

Por: Norma Hernández Loza

En México la violencia es una problemática vinculada directamente con la desigualdad social, afirmó Sandra Dema Moreno, especialista en cuestiones de familia y género, y docente de la Universidad de Oviedo, España: “Me parece que la violencia de género es una cuestión vinculada a la desigualdad social de las mujeres. Entonces, si mantenemos una sociedad desigual, vamos a preservar la violencia contra las mujeres. En México la violencia es así”, señaló Dema Moreno.

Entrevistada al término de su participación en la IV Reunión de Universidad e Instituciones de Educación Superior “Caminos hacia la equidad de género”, consideró que tener un mecanismo que regule los temas de género en las universidades es fundamental y debe ser usado para la promoción, evaluación, supervisión y coordinación de los diferentes organismos que incorporan la perspectiva de género.

“Es fundamental para que esto no se diluya. La idea de la transversalidad es muy buena pero si no la completamos con políticas y estructuras específicas, a veces la transversalidad no se lleva a cabo”, advirtió.

La autora de la conferencia magistral “Transversalización de la perspectiva de género en la Educación Superior” dijo que México es un país desigual y que a diferencia de los casos de Europa donde la desigualdad es mucho menor en términos cuantitativos, eso hace que sean sociedades más seguras y tranquilas pero la crisis que padece parte de Europa aumentó los delitos, la delincuencia y la inseguridad.

“La manera de combatir esto es combatiendo la desigualdad, no combatiendo el efecto de violencia sino lo que la causa”, afirmó.

Dema Moreno indicó también que el género demuestra la desigualdad existente entre varones y mujeres además de indicar que aunque en cada cultura la desigualdad se manifiesta de manera diferente, el verdadero problema es la existencia de la subordinación pues todo lo vinculado a las mujeres no tiene el mismo valor social que las cuestiones masculinas.

“Si ves en la calle a unas mujeres hablando piensas rápidamente que están cotilleando, sin embargo dos hombres en un bar están en una conversación o negocios. Esto es claro, existen estereotipos sobre qué es lo importante y qué es lo no importante y eso nos ocurre de maneras diferentes”, mencionó.

Sandra Dema recordó que existen claves para modificar los programas de las universidades y del gobierno a favor de la equidad de género. La primera es incorporar a las personas, porque hacer los programas desde las oficinas de gobierno pues son políticas que vienen ‘desde arriba’ incide en que la gente no apropia. Es por ello que los diagnósticos y programas participativos son la clave, consideró.

“Debemos buscar maneras para una participación democrática. Tenemos que ver que las mujeres no participan en igualdad de condiciones en los partidos políticos, asociaciones etcétera, entonces habría que darles voz especial”, señaló.

Dema Moreno puntualizó dos estrategias a seguir, la transversalidad y el empoderamiento. La transversalidad es indispensable en cuestiones de género y si se acompaña con estructuras específicas se puede avanzar aún más.

La transversalidad es una estrategia que se puso en marcha en diferentes lugares y que se institucionalizó en el año 1995. Consiste en entender que las cuestiones de género deben estar incorporadas en las políticas públicas desde el principio hasta el final además de estar en todas ellas “desde economía hasta transporte tiene que estar el género porque si no, no sabemos el impacto que tienen los Estados en término de relaciones de género”.

“Por ejemplo: si yo me gasto el dinero en construir una autopista debo saber quién la utiliza, con qué frecuencia, cómo la utiliza y si viéramos el impacto tal vez decidiríamos hacer eso u otra cosa”.

Destacó el ‘correcto’ uso de la transversalidad de las políticas públicas, afirma que se debe tener en cuenta el género desde el diagnóstico hasta el momento en que se diseña la política y se implementa, se hace el seguimiento y se evalúa.

“No nos sirven de nada las políticas si no son útiles para empoderar a las personas que están en una situación de subordinación”, concluyó.

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