Entierran la democracia a las puertas de Palacio de Gobierno
Por David Eduardo Martínez Pérez
Cuando la noche llegó a Plaza de Armas, 20 jóvenes ya se habían instalado en los portales que conectan la plaza con el andador Libertad. Algunos tocaban bongós, otros cargaban huacales. Un joven delgado con una barba de Jesús hacía malabares con algunas frutas.
Con su característico chiflido, “El Ánimo” hizo su aparición junto a los ocupantes del portal. Se acercó para saludarlos y darles “ánimo”, pero su presencia no fue bien recibida entre los estudiantes. Algunos le gritaban “vendido”, otros ignoraban su presencia.
El que hacía los malabares discutió con él; le dijo que era un “mal mecánico” y que “ya era hora de darse cuenta de que él no era el único loco en la ciudad”.
Algunos estudiantes rieron y comenzaron a gritar cosas como: “Ya vete con Loyola (en alusión al alcalde electo de Querétaro)”, “Hay que democratizar la locura también”.
Se retiró de los portales y los estudiantes aplaudieron esta retirada.
Algunos comenzaron a organizarse para la “velación por la democracia” convocada por el movimiento #YoSoy132.
Un joven vestido con tirantes recogió algunas veladoras y las instaló frente al Palacio de Gobierno.
Fue en ese momento cuando se escucharon los gritos. La plaza se inundó de consignas y de pancartas. Por lo menos 500 estudiantes salieron del andador Libertad gritando: “¡No al pinche fraude!” y “¡Yo no voté por Peña!”
Algunos cafés cerraron sus puertas y muchas de las personas que acostumbran citarse bajo el brillo nocturno que ofrece Plaza de Armas se replegaron, salieron corriendo.
Un manifestante les gritó: “¡No corran, mejor incorpórense!”. Se le sumó el coro de “¡Hermano, escucha, también ésta es tu lucha!”.
Ante la cantidad de manifestantes, algunos integrantes del movimiento se mostraron preocupados.
Sucede que aquel día se juntaron dos eventos distintos. Por un lado, el movimiento tenía organizada una velada cultural en Plaza de Armas; al mismo tiempo, distintos integrantes de la sociedad civil habían convocado a una marcha hasta Palacio de Gobierno.
Uno de los voceros de #YoSoy132 tomó un altavoz y pidió a los manifestantes mantener el orden y no caer en actos de violencia.
“Compañeros, les agradecemos que nos acompañen, pero sí les invitamos a no incurrir en actos violentos, por un solo vidrio roto nos puede ir muy mal”, exhortó.
Y que se va la luz… aparece el temor de posible represión
Cuando el vocero dejó el megáfono, giró su cabeza y sacudió el sudor de su frente.
“Por eso luego queda mal el movimiento, los medios se confunden y nos vinculan con otras expresiones con las que nada tenemos que ver. Es como lo de las credenciales de ayer”, exclamó, haciendo alusión a la quema de credenciales masiva que se llevó a cabo el lunes 2.
Las consignas contra un supuesto fraude y contra Enrique Peña Nieto siguieron flotando en el aire por varios minutos. También el IFE se llevó su tanda de consignas. En el mejor de los casos, los manifestantes lo llamaron “institución inútil”.
La vibra cambió radicalmente cuando, hacia las 10 de la noche, las luces del Centro Histórico se apagaron sin avisar. Los manifestantes se callaron por un par de segundos.
Algunos hablaban de un hipotético cuerpo de granaderos que se acercaba. Otros más atribuían el apagón a una falla en el suministro de energía e invitaban a los demás a no abandonar la protesta.
De pronto alguien exclamó: “Miren, una bengala” y varios se asustaron. Las patrullas de la Policía Estatal comenzaron a bajar por la calle 5 de mayo, casi corroborando las sospechas de algunos inconformes.
“Denos luz… Luz para el pueblo… No sean cobardes”.
El silencio y los chismes mutaron en ira cuando, aún con la plaza sumergida en las tinieblas, todas las ventanas del tercer piso de Palacio de Gobierno lanzaron una luminosa sonrisa irónica.
Los generadores de emergencia hicieron bien su chamba, en el edificio público había luz.
Otro miembro del contingente tomó el altavoz e invitó a todo a guardar silencio y conservar el orden. Los rumores sobre un inminente ataque de la Policía Estatal seguían vigentes. Nadie tenía idea de lo que pasaba.
Aprovechando la atmósfera, propia para la muerte heroica, algunos integrantes de “Artistas aliados Querétaro” armaron un cortejo fúnebre para la democracia.
Envuelta en un petate, la “democracia” fue transportada por la procesión hasta donde estaban colocadas las veladoras. Los músicos redoblaron los tambores y una chica que portaba un clarinete entonó las notas de la marcha fúnebre. Todos se callaron.
Seis figuras enmascaradas y envueltas en sotanas negras depositaron a la democracia junto a las veladoras, en medio de la más absoluta oscuridad. Uno de los integrantes de la procesión se colocó frente al “cadáver” y le dio la bendición católico-romana. Luego se postró y lloró.
Varios peregrinos lloraron. Los flashes no cesaban de caer sobre sus cabezas. El que bendijo al cadáver, el “sacerdote”, por llamarle de alguna manera, se incorporó y se quitó la máscara. Sacudió lágrimas de su rostro y pregonó con voz potente: “Emiliano Zapata, ruega por nosotros… Lucio Cabañas, ruega por nosotros”.
Los manifestantes se sumaron a la letanía e incorporaron a diversos personajes históricos y víctimas políticas: las muertas de Juárez, los migrantes desaparecidos, la gente de Acteal y de Atenco… incluso Carlos Marx fue invitado a interceder por los jóvenes inconformes.
Muy pronto, las letanías se transformaron en consignas y el grito de “¡El que no brinque es Peña!” hizo su aparición. Ya no había miedo en aquel lugar.
El júbilo se hizo responsable de cada expresión y trajo consigo a la luz eléctrica de vuelta.
“Por la democracia, no nos moverán”, gritaban los jóvenes
Los inconformes se organizaron por comisiones y en el portal se instaló un puesto de comida para los artistas. Algunos músicos tocaron piezas de huapango y los dibujantes tatuaron los fríos adoquines con algunas flores y consignas.
Hasta el símbolo hippie apareció. Aquello era una pequeña embajada de los sesenta.
Lo anterior quedó confirmado cuando el huapango mutó en blues y en jazz. Algunas personas de la tercera edad se sumaron al contingente. También aparecieron muchos de los personajes de la vida nocturna del centro queretano.
“La Güera”, aquella anciana vestida de negro que siempre recorre el centro por las madrugadas, se acercó para preguntar de qué trataba todo aquello.
Las tortas se terminaron pronto y la gente comenzó a disminuir aunque el ruido se mantuvo. Los jaraneros y los jazzistas dejaron momentáneamente su música para amenizar una rolita que decía: “Por la democracia, no nos moverán… Contra la injusticia, no nos moverán… Como un árbol frente al río, no nos moverán”.
Algunos manifestantes salieron para comprar más comida, ésta se puso a disposición de todos los que quisieran cenar algo. Otros colocaron casas de campaña en toda la plaza.
Quienes ya daban muestras de sueño se atrincheraban en las casas o se dejaban caer en la plaza encomendándose a la misericordia del clima.
Música de Molotov, El Tri y Los Fabulosos Cadillacs amenizaron la velada
Como sucede en las fiestas, la música popular y las baladas hicieron su aparición para congregar a los que se mantenían despiertos.
Dos veces se escuchó Gimme the power de Molotov y luego siguió una interminable sucesión de El Tri, Los Fabulosos Cadillacs y Los Enanitos Verdes.
Algunas personas hablaban de desaparecidos en otras ciudades de la República. Una estudiante mostraba tristeza por un primo al que acababan de asesinar en el DF: “Era parte del movimiento”, decía, sin saber si llorar o enojarse.
Otros tomaban guitarras y tocaban los acordes que les salían. Cuando la madrugada inició su agonía, casi todos se habían acostado.
Hacia las siete de la mañana inició la limpieza y se levantó el campamento. El traicionero frío matinal devolvió a los manifestantes a la realidad: Su lucha apenas iniciaba.
Nadie tomó alcohol. El desvelo les cobró cara la factura. La plaza quedó limpia con dos excepciones: el gis, que después sería barrido por los empleados de limpieza; y la democracia, que se quedó muerta a las puertas de Palacio de Gobierno.
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