Festival City: Entre la música y la asoleada, ¿valió la pena?

¿Al menos valió la pena? Sí… valió la pena. El surrealismo que se pudo vivir en el Festival City comienza desde las 12:32 pm, cuando hasta al señor de la comida le negaron la entrada porque debía esperar junto a todos los demás, a que se diera luz verde al evento, lo que hizo que se retrasara cerca de media hora.
Se tenía preparado que Sputnik iniciara al 10 para la 1 de la tarde, pero la entrada se realizó después de la 1:20. Aún haciendo fila, la voz de José Salazar, mejor conocido como Pepe Problemas, se podía escuchar a lo lejos. En los filtros de la entrada había gente a la que ya le urgía llegar a tomar buen lugar, y un claro ejemplo fue el “ya deja todo, vamos”.
Con el sol en su máximo esplendor, Sputnik inició su presentación, los aplausos y gritos coreando el nombre de Pepe no se hicieron esperar. El momento más emblemático fue cuando ‘Días de Trueno’ resonó en la zona; las guitarras, la voz de Pepe y la batería realizaron la danza que inauguró el festival, apenas iba comenzando y la gente ya estaba extasiada: los movimientos de cabeza de frente hacia atrás fueron característicos. Incluso, parte del staff se encargó de repartir botellas de agua a la gente que se encontraba en las barricadas.
Quesadillas sin queso, la trampa
En entrevista con Sputnik, declararon su entusiasmo por regresar a Querétaro después de tres años y justo en un festival de rock. Resaltaron que ser de lo que antes se conocía como Distrito Federal, no implica considerar quesadilla a todo lo que tiene tortilla y un relleno, “con queso, la palabra lo dice, la otra vez en el DF caí en mi propia trampa, fui a la puta ‘Casa de Toño’, perdón si no se le dice así aquí en Querétaro, pero allá pedí dos de hongos y me llevaron unas tortillas con hongos”, así que recuerden amiguitos, si les piden quesadillas den quesadillas, no tacos de guiso.
Rodrigo, guitarrista y hermano de Pepe, mandó un mensaje especial a los universitarios: “que le echen ganas a la escuela, que todo va a salir bien, amigos, no se desesperen, la vida es dura a veces, a veces es muy verga; pero todo se trata de eso, de seguir adelante”.
Pepe mencionó lo emocionado que estaba por ver a una de sus bandas favoritas: División Minúscula, pero eso no significaba que quisiera subirse al escenario con ellos, aunque sí colaborar porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa
LNG/SHT, recibimiento
A diferencia de Pepe, el encargado del segundo número, Gastón Espinosa a.ka LNG/SHT sí se animó a subirse tanto con el Gran Silencio como con Inspector, con gran recibimiento por parte del público, aunque en palabras del rapero “se notó que no nos conocían”.
Durante la presentación de LNG/SHT, las manos permanecieron arriba, entre papas fritas, vasos de cerveza, celulares grabando y voces coreando al unísono.
El calor en las calderas no tardó en subir, pero la calidad del audio comenzó a bajar, llegó un punto en el que se escuchaban más los chiflidos y gritos del público con “no se escucha”, a las líricas de Gastón, pero duró menos de dos minutos, el audio volvió junto a las manos arriba.
La última vez que LNG/SHT estuvo en Querétaro fue en noviembre, y a pesar de ello, la gente recién iba agarrando el ritmo de su música. Gastón agradeció su asistencia y reiteró “si supiera que llegan tan temprano y supiera que LNG/SHT toca tan temprano… no vendría, no mames, me quedaría en casa”.
A su vez, aprovechó para ofrecer mercancía oficial e invitar a bailar al público, bueno, a los hombres solo a mover los hombros: “hombres, no saben mover la cadera se ven bien pendejos”, afirmó entre risas y gritos del público.
Un punto a destacar es que “no es Long Shit es Long Shot”, por si tenían duda de lo que significan las siglas, Gastón lo dejó en claro. El olor a cigarro, el baile, los rayos de sol penetrando en la zona general -porque los VIP tenían una carpa negra- y un cierto olor a perejil, cilantro… o como se llame esa hierba, fueron los que pusieron el ambiente para el mensaje motivacional de LNG/SHT para cuidarse entre todos.
El gran silencio del Gran Silencio
Para las 3 de la tarde fue el turno de Alison, que aprovechó su número antes de dirigirse a la presentación en San Luis Potosí, sobre todo Erik Darío Canales Hernández -voz principal de la banda- quien bajó del escenario para subirse a una de las barricadas para estar y cantar más cerca del público.
Cerca de las 3:45 de la tarde fue el turno de El Gran Silencio, que no sé si fue culpa de las bocinas, pero le hicieron honor a su nombre porque hubo un gran silencio en la zona de prensa, a duras penas se escuchaban las cuerdas del bajo, incluso los cánticos del público se escuchaban más que la banda. Ya para las 4:18 el ska se prendió al máximo.
Las rastas de Cano Hernández en la pantalla, junto a la multitud empujándose de un lado a otro fueron el sello de la tarde con El Gran Silencio, sin mencionar las tomas de la banda con el público y la pirámide de El Pueblito de fondo. Y una vez más se demostró que la música y la UAQ hacen amigos, chicos que grababan y se preguntaban a qué se dedicaban y ¡oh sorpresa! Ambos en la UAQ en facultades vecinas compartiendo un festival.
Para las 5:32, la gente estaba acostada o sentada en el pasto, montones de vasos de cerveza tirados, cajas de Sabritas con un precio exuberante de 100 pesos por bolsa, y manchas rojas en las pieles ya requemadas por el sol, todos en espera de Sabino, a quien le dieron la bienvenida con gritos de tipo “te amo, gordo”.
El sudor de la gente empapó la calidez del momento de mano de la voz y flow de Pablo Castañeda, Sabino para los conocedores. El ambiente estaba entre canciones románticas o un “desmadre, la proclama terminó en el emocionalismo con un “si no te la han dedicado, yo te la dedico, cariño”. En el momento no importaron orientaciones sexuales, todos estaban enamorados de Sabino y su música.
¿Por qué la policía?
Para las 5:40 comenzaron a llegar elementos de la policía estatal e incluso seguridad privada que se colocaron del lado de los puestos de cerveza. Algunas especulaciones sobre su llegada se debía a la posibilidad de riñas en el ska con Inspector o Molotov, uno en particular fue: “tardaron en llegar porque con El Gran Silencio no estaban. No estuvo tan fuerte, pero porque no estaban tan borrachos como ahorita, veremos qué pasa”.
Y pues paso lo más surrealista: la policía fumando, gente acostada por golpes de calor, otros buscando agua, cerveza o lo que fuese bueno para alivianar la sed, personal de prensa regalando botellas de agua y hasta miembros de bandas cerca de la zona general, como Pepe y Rodrigo, pero ahí no acaba: una de las indicaciones del Festival era el uso obligatorio del cubrebocas en todo momento, pues seguro lo llevaban pero en la bolsa del pantalón o en su consciencia porque muy pocos lo traían puesto y hasta con premio porque el olor a María era más penetrante que la de los tacos al pastor en una taquería.
Para las 6:56 fue el turno de Inspector, todos estaban bailando, algunos hombres quitándose la playera, el repartidor de cerveza haciendo malabares con la charola, los policías cantando y grabando, la prensa corriendo para alcanzar su canción favorita, espectadores con máscaras de luchadores. Entre brincos y bailes LNG/SHT subió al escenario diciendo “les prometo que no me voy a subir con ningún otro grupo hoy”. El ambiente gritaba “no sé qué es o fue 2020”.
Una de las bandas más esperadas fue DLD, quien detuvo su gira por la pandemia, la cual vieron como un “renacer” personal y como agrupación, por lo que venían con muchas ganas de tocar y conectar con la gente; pero no eran los únicos, el público no se aguantaba las ganas de verlos: “¿será ya buen momento de ponerme mi playera de DLD?”, recién eran las 8 de la noche y el chico ya estaba que no aguantaba la presión.
Pero ni DLD, ni Sputnik, ni Inspector, ni División Minúscula, ni Molotov, adivinen por quién gritaban más… por la cerveza. Los gritos al aire eran para cualquier alma caritativa que les ofreciera un vaso con agua o cerveza. Justo mientras se arreglaban las fallas técnicas con DLD, los integrantes de la banda lanzaron un par de botellas de agua y al fondo se escuchaba un “no mames, yo quería”, cuando no alcanzó ni a rozar el envase.
En vista del éxito no obtenido, se manifestaron los coros por birra: “¡Cerveza, cerveza, cerveza!” -con la “a” prolongada, y de fondo hubo un “mejor agua, pinches borrachos”, todo a modo de broma/juego/coto. La travesía terminó con los tipos observando al repartidor como caído del cielo, rodeado con ángeles, mientras los villancicos sonaban de fondo: “¡Güey, acá!, que sean 10”.
Legó el turno de División Minúscula haciendo lo suyo, el ambiente era uno de saber a lo que iban, algo como: ustedes saben quién soy, y esto es para ustedes, muy bien representado con las luces, la iluminación roja en la pantalla, el sonido y la voz de Javier Blake al cantarle a los cuatro vientos “Las luces de esta ciudad”.
Molotov, ambiente tranquilo
Para las 11 de la noche, Deluxe se acercó a ofrecer una rueda de prensa, pero maldito sea el momento en el que se expulsaron ciertos sonidos característicos de Molotov, que unos cuantos salieron en búsqueda de Micky Huidobro.
“Chinga tu madre” y “Amateur” fueron las primeras canciones que se entonaron en el Lienzo Charro, a comparación de lo que se esperaba, el ambiente fue muy tranquilo, incluso parecía que todos los corazones y voces estaban coordinados tanto en el canto como en los movimientos de hombros y/o brincos, sin mencionar el ‘Viva México’, cabrones”, que retumbó con ‘Gimme The Power’, canciones como ‘Frijolero’ y ‘Puto’ no se hicieron esperar.
Para las 12:12, desde la deportiva podía observarse la pantalla, algunas personas estaban tomando video, cantando y bailando desde la banqueta, y cuando terminó Molotov, parecía que una estampida brotaba del Lienzo Charro. Segunda vez para Deluxe.
Del transporte ni hablar, no había ni carros ni conductores, las tarifas ascendían los 200 pesos, algunas llegaban hasta los 450 pesos, y mientras ocurría la espera, algunos cuantos se sentaban en la banqueta o se acercaban a los puestos de mercancía.
Llegó un punto en el que pedirles un raite a las patrullas parecía una muy buena y coherente idea, porque había chicos que se acercaban a los polis a saludar -sin estar ebrios-. Al final llegaron conductores designados como estrellas: los papás -al menos el mío llegó- recitándome el mayor regaño que terminó con un “¿al menos valió la pena?”. Sí… valió la pena.