Hipótesis para contrastar la paternidad
Por: Juan Guillermo Figueroa Perea
Investigador en el Colegio de México y profesor de la UNAM
EDICIÓN ESPECIAL
Aunque parece algo obvio, vale la pena preguntarse ¿qué significa ser padre? Si le pregunto a la literatura, a las personas, emergen de diferentes formas una serie de responsabilidades. Si se revisan estudios sobre paternidad se habla de funciones como la de ser proveedor, autoridad, educador y el modelo de referencia. En la contraparte, se alude al padre ausente, el distante y el autoritario, lo que yo clasifico como vicios y abusos de la paternidad. Sin embargo, en mucho menor medida se habla de lo lúdico, a pesar de que la paternidad -al igual que la maternidad-, es una oportunidad de acompañar y de acompañarse, de divertirse, de amar y de ser amado.
El amor no es únicamente por imposición, sino una posibilidad de construcción mutua. Ahora bien, si esta es una de las posibilidades de la paternidad, la pregunta es ¿por qué la literatura se centra en responsabilidades y vicios, y casi no se trabaja lo lúdico? Porque muchas veces se cree que eso no es parte de la paternidad, como que pareciera que es parte de otra época, como la de ser abuelo, donde muchos hombres se dan la oportunidad de mostrar afectos que no manifestaron cuando estaban educando a sus hijos, en parte, por asumir que la disciplina y el afecto no son compatibles.
Las hipótesis que les propongo, son: ¿será que por sobreponderar las responsabilidades, estamos deslegitimando una práctica tan relajante y tan reforzadora de la salud, como lo es la convivencia con los seres amados? Al mismo tiempo, ¿estamos exacerbando vicios en el ejercicio paterno, aunque no sea propositivamente? No justifico a ningún padre ausente, a ningún padre violento o a algún padre autoritario, pero si yo me aprendí un modelo de paternidad, centrado básicamente en la responsabilidad, ¿qué retribuciones percibo a cambio?, ¿la pura autoridad? ¿No será que por no haber ponderado lo suficiente la parte lúdica, muy fácilmente me desligo de los sujetos por los que soy nombrado progenitor, e incluso ejerzo violencia y me distancio de ellos?
Si tuviera legitimidad el afecto como práctica cotidiana, de repente como que los escenarios podrían ser aparentemente más equilibrados, ¿no será? Son hipótesis, no afirmaciones definitivas. ¿No será que por el reduccionismo de nuestra definición de paternidad, se estén detonando frustraciones acumuladas en muchos hombres en la experiencia de su ejercicio paterno?
Tengo una querida colega de Colombia que en 1995 me regaló un libro que publicó un psicoanalista colombiano con el título de “El derecho a la ternura”. Este libro incluye una serie de reflexiones muy interesantes a propósito del derecho a la ternura en los sujetos. Se lo compartí a colegas mexicanos que trabajan en contra de la violencia y lo que decidieron fue hacer una camiseta que dice “Defendamos nuestro derecho a la ternura”.
Varias veces que me la llegué a poner me he encontrado a colegas amigas que dicen “¡qué lindo, qué bonita playera!”. No obstante, a mis colegas que trabajan el tema les digo “no saben lo ridículo que me siento con esto”. Me dicen “¿pero cómo?, si tú parece que eres un hombre solidario y sensible”. Suelo contestarles “solidario lo intento ser, pero qué aberración me representa tener que reivindicar la ternura, ¿por qué no mejor la ejerzo y la pongo en práctica?”.
Lo que se pone en evidencia es que muchos modelos de género entrenan a los hombres para guardarse la ternura, por lo que no es una práctica legítima, con costos para los propios hombres. Como otra hipótesis me pregunto ¿no será que con la visión reduccionista que tenemos de la paternidad, estamos de alguna manera fragmentando la experiencia de un sujeto, sobrecargándolo de responsabilidades y de alguna manera detonando prácticas violentas, autoritarias y distantes de la paternidad, negando a la par el valor de lo lúdico?