Icónicas memorias

La crónica detrás de la Sesión Ordinaria de Consejo donde se informa la inauguración de Centro Universitario
Por: Isamar Cabrera Ríos
Querétaro amaneció entre la niebla que bajaba de las colinas aquel 14 de noviembre de 1973.
El aire frío se filtraba y humedecía levemente las camisas de los integrantes del Honorable Consejo Universitario.
Ese día en el Aula Magna “Movimiento del 58” –ubicada en lo que hoy es la Facultad de Filosofía– dio inicio una Sesión Ordinaria de Consejo.
Después de haber pasado la lista de presentes, se podía observar a personajes como Aurelio Olvera Montaño, entonces director del Instituto de Bellas Artes; Eduardo Sánchez Vélez y Godofredo Alderete Loza, catedrático y alumno de la Escuela de Bachilleres respectivamente; y Jorge García Ramírez, catedrático de la Escuela de Contabilidad y Administración.
Se pasó al desarrollo del siguiente punto. La voz llena de autoridad expresó: “El señor Rector informa a la Asamblea que el próximo 9 de diciembre, el señor Presidente de la República inaugurará el Centro Universitario, y que con toda oportunidad les hará saber todo lo relativo a la propia inauguración, como horarios”. Un largo etcétera se prolongó.
Miradas hoscas por allá, curiosidad, el sigilo se había introducido. La ciudad estaba en silencio y las calles sin tránsito vehicular, aún no había trascendido la noticia. La inauguración se adelantó.
Ese día fue un día histórico para la Universidad Autónoma de Querétaro con la inauguración del mayúsculo Centro Universitario en el Cerro de las Campanas, ante ello se culminó el fructífero esfuerzo del ex rector José Guadalupe Ramírez Álvarez, el gobernador Juventino Castro Sánchez y el presidente Luis Echeverría Álvarez.
El objetivo era brindar a los estudiantes una sede más amplia y más moderna.
Treinta y cinco plumas como testigo
El acta de la Sesión Ordinaria del H. Consejo Universitario con fecha del 9 de enero de 1974, exactamente 31 días después de la inauguración, revela algunos hechos a través de los trazos negros y delgados en donde una ce se une con una e, como hermanas… apretando sus largas manos.
Las actas eran redactadas a mano, algunas letras pálidas emanan a través de sus huecos que se juntarían cerca de 12 millones de pesos para ejercerse en ese año –1974– por parte del Patronato, el gobierno estatal y federal; la posibilidad de que la Escuela Preparatoria de San Juan del Río se incorpore a la Universidad; y el ingreso a la nómina de los profesores de tiempo libre.
Aquél día, se respiraba por las ventanas abiertas del Aula Magna “Movimiento del 58”, la fragancia a humedad, de los árboles y las plantas, divisando la mirada de las nacientes luciérnagas en un cielo tornándose negro como el carbón.
El escribano, al callar, se frotó las manos… pestañaba inquieto, intuía que su cuidadosa argumentación daría por concluida aquella Sesión, en la que se trataron puntos como el informe del Rector, modificaciones al presupuesto e informes, exámenes recepcionales, revalidaciones de estudios, asuntos generales y protesta de los nuevos integrantes.
Treinta y cinco rostros homogéneos, treinta y cinco biografías, treinta y cinco firmas, unas más rechonchas que otras, pues se aprecia que cada quien hizo uso de propia pluma, excepto el rector, José Guadalupe Ramírez, quien no dudó en prestarle la suya al secretario general Alejandro Juárez Lúniga, ya que se expuso la semejante precisión del contorno que dejó la tinta en el papel.
Los ausentes de aquella sesión fueron Edmundo Espinosa Peralta y Pedro Juárez Diezmarina, consejeros alumnos por la Escuela de Psicología.
Dos líneas entre sus nombres permanecen en blanco, intangibles, anhelando ser materia.
Y los nuevos, Dolores Cabrera Muñoz, consejera alumna por la Escuela de Contabilidad y Administración; Enrique Rabell Fernández, director de la Escuela de Enfermería; José de Jesús Lomelí Rojas, consejero alumno por la Escuela de Derecho, entre otros.
Dio por terminada la sesión. Se ondeaba el papel que contenía casi todas las firmas. De repente se frenó y en cámara lenta la mano del Secretario General tomó la pluma y en un tamaño desmesurado impregnó su firma en el acta; aquella parecía que se extendía, pues una larga cola al final daba a entender que era el inicio de la senda histórica de la UAQ.
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