Futuro sentenciado
Rusia declaró la guerra a Ucrania en medio de la sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, cuyo propósito era dialogar entre los participantes esa noche del 23 de febrero para acordar la paz entre ambos países. Vaya momento histórico estamos presenciando y qué deleznable movimiento del presidente Vladimir Putin.
Cuando Moscú comenzó a enviar militares rusos a la frontera con Ucrania hace meses, muchos vieron con escepticismo que los siguientes pasos de Rusia sería comenzar una guerra. Finalmente sucedió. En esta enorme crisis, el análisis político de relaciones internacionales se puede centrar en las reacciones y posibles respuestas de Occidente, pero más aún en las siguientes decisiones y movimientos de Putin y Rusia. Él tiene la facultad de detener la invasión, pero también el retiro en el apoyo por parte de políticos, oligarcas y demás figuras relevantes rusas puede ser determinante.
Tras reconocer a Donetsk y Lugansk como espacios independientes, el Kremlin socavó la ley internacional y los acuerdos internacionales existentes en torno al estado de ambas regiones ucranianas. En respuesta, Occidente ha impuesto diversas sanciones hacia un número de instituciones y figuras cercanas al poder en Rusia. Con la guerra, las sanciones no sólo han crecido en número y magnitud, sino que han encontrado eco en la comunidad internacional.
Eso deja a Moscú con dos opciones principales: desistir con la guerra, ya sea por aceptación de Putin o presión doméstica, o bien, continuarla. El primer caso es el ideal, pero en el segundo, el tema se vuelve delicado. Hay que recordar que Rusia es una superpotencia nuclear. Esa es una de las principales razones por las que Occidente ha decidido no interceder militarmente por Ucrania.
Sin embargo, “aunque gane la batalla, no ganará la guerra”, sobre todo ante el desmarque de su más cercano aliado: China. Haciendo a un lado las armas nucleares, Rusia no puede contra la OTAN, simplemente no tiene los números: no tiene los recursos militares, humanos, económicos, etc., para librar una guerra prolongada con esta alianza militar occidental de 30 estados, que incluye una hegemonía y al menos media docena de países poderosos.
Pero aun absorbiendo a Ucrania, Rusia no ganará, sino que quedará aislada internacionalmente en cuestiones políticas, financieras, de cooperación, comercio, etc., por una parte importante de la comunidad internacional, lo que agravará las condiciones de la economía, sociedad y política del país. El desequilibrio y la derrota de Moscú no llegará en el futuro cercano, sino a mediano plazo. Ese es el futuro sentenciado al que Putin ha abierto con sus acciones recientes contra Ucrania y esa será la victoria de Occidente contra Rusia.
Hoy en día Rusia ha sido repudiada severamente por más y más países, y así continuará a la par de que mantenga su guerra. Aunque la termine, el país ha dejado una marca en la memoria global. Por su narrativa y acciones recientes contra Ucrania, en los días pasados Putin ha pasado a la historia como un personaje ruin que optó por la guerra ante innumerables súplicas de paz por parte de la comunidad internacional, y Occidente se encargará de recordarlo.
Historiador e internacionalista
niels.rosas@uaq.edu.mx
@NielsRosasV (Twitter)