La danza tradicional, una alternativa a la violencia en Peñuelas
Noé Girón
PARA DESTACAR: Pero la devoción no lo es todo en la danza apache, también es algo cultural, algo que se hereda a las nuevas generaciones y que es realidad viva de las tradiciones: “Hay gente que lo ve como algo cultural, como la cultura que se está perdiendo y que queremos que siga ahí” destaca la líder del grupo.
Ha caído la noche sobre la ciudad. En Peñuelas, una colonia al norte de la urbe, el suelo del parque de ‘skate’ ubicado sobre la calle Plateros retumba. En las sombras, bajo una estructura metálica que utilizan los tianguistas para resguardarse los jueves y los domingos, alrededor de 20 personas danzan al ritmo de dos tarolas: son Los Pieles Rojas de San Miguel Arcángel.
Como cada lunes, miércoles y viernes, este grupo de danza apache tradicional se reúne a ensayar los pasos y los toques que los han acompañado desde el 9 de febrero del 2009, fecha de su fundación.
La escena en sí misma es surreal. A unos metros de donde ensayan sus pasos los apaches, jóvenes patinadores practican sus ‘lips’, ‘grabs’ y ‘flips’ y cuanto truco les place. En ningún momento el suelo deja de vibrar.
Entre los danzantes se encuentran Fernanda y Adán, ellos encabezan la fila y, a primera vista, parecen ser los más inspirados. Adán tiene 28 años, es pintor y plomero de oficio y lleva danzando más de medio año; dice que trae la danza en las venas “Yo tengo familiares ya de años, ya viene de descendencia familiar, uno de mis tíos, que en paz descanse, era el líder en su danza, una antigua y ya de ahí salieron como raíces. Están mis primos, también tengo sobrinos pero en diferentes danzas; aquí nada más radico yo”.
El ensayo continúa. Dos filas de danzantes se entrecruzan y danzan en parejas. Fernanda danza y suelta su cabello, le llega hasta la cintura; parece una nativa americana. Ella tiene 19 años, entrará a la universidad en mayo y desde hace un año danza; también trae el ritmo en las venas; su padre era danzante apache. Fernanda baila por devoción y dice ser adicta a danzar: “Para mí danzar es alabar a Dios, hay una frase que dice ‘danzar es alabar a Dios dos veces, una vez danzando con los pies y otra con los toques del tambor’”.
Adán lo hace por las mis razones, para él es como una ofrenda “yo le hago ofrenda a Dios, le ofrezco todo lo que hago en la danza, dándole gracias, por cada día, por todo lo que nos da, por la vida, por la salud, por nuestras familias; entonces es como una ofrenda para mí la danza”.
El ensayo toma más ritmo, entre las dos filas de danzantes, Yuly, la líder de la danza, instruye a los más pequeños que no pasan de los diez años. Su voz guía a todos “Vamos, échenme la mano con los más nuevos” le dice a los más experimentados mientras la danza continúa.
Yuly empezó con este grupo de danza hace ya casi ocho años. También trae la danza en las venas, tenía veintiún años cuando se inició en la danza apache en un grupo llamado “Las Águilas Nueva Generación” que se formó en San Pedrito Peñuelas. Yuly dice que la danza apache ha surgido de manera importante en el norte de la ciudad, cuando ella inició sólo existía un grupo de danza y ahora hay al menos cuatro.
Ser reconocidos, dice, ha sido duro. Históricamente siempre se ha reconocido a los concheros que danzan cada 13 de septiembre hasta el templo de la Cruz, pero pocos hablan de los apaches. Apenas hace algunos años se les dio a los apaches un día especial para danzar hasta el templo de la Cruz, que es el 3 de mayo, cuando los diferentes grupos de danza apache se reúnen para recorrer las calles del Centro, llegar al atrio de la Cruz, danzar y agradecerle a la Santa Cruz, que en palabras de Yuly, es “la mera Patrona”.
Yuly también danza por devoción, dice “Para mí danzar es todo” y sus ojos brillan al decirlo “Cuando eres religioso es una satisfacción, más que nada cuando llegas a la cruz, ahí se siente la satisfacción porque llegas, las campanadas, la gente que te está viendo, todo eso es algo muy bonito”.
Pero la devoción no lo es todo, también es algo cultural, algo que se hereda a las nuevas generaciones y que es realidad viva de las tradiciones: “Hay gente que tengo aquí que por ejemplo no es religiosa, pero lo ve como algo cultural, como la cultura que se está perdiendo y que queremos que siga ahí”.
Danzar en Peñuelas
La colonia Peñuelas se ha convertido en los últimos años en uno foco rojo para las autoridades. Asaltos a transporte público, robo a transeúnte, venta de drogas, drogadicción, robo a casa habitación, balaceras y homicidios, son algunos de los delitos que se han vuelto recurrentes en la zona.
A unos cuantos metros de donde ensayan Los Pieles Rojas de San Miguel Arcángel, el 11 de diciembre del 2016 una balacera dejó a una persona fallecida y a tres heridos.
Adán siempre ha vivido en Peñuelas, es ‘Chavo de barrio’. “Yo desde siempre he vivido aquí y pues he visto peleas, pandillas, delitos como robos, atracos, asaltos. Pero hoy en día las juventudes, los niños, los más chavos empiezan a vivir la vida muy rápido, ya por medio de… yo me imagino que de los medios ¿no? Como la televisión, las redes sociales, pues se dan más ideas por lo mismo de todo lo que pasa”.
Para Yuly, el clima de inseguridad ha aumentado exponencialmente en los últimos años. Sin embargo, Yuly cree que la danza puede ser una opción para que las nuevas generaciones se alejen de los vicios, del vandalismo y la violencia que impera en la zona. Y han tenido resultados.
“Esto es algo cultural y también el objetivo de esto es sacar a los muchachos de la drogadicción, de que anden en la calle haciendo otras cosas o sea que mejor todas sus energías y todo lo enfoquen en la danza… el objetivo yo creo que es bueno, tratar de sacar a los chicos de la drogadicción y del alcoholismo y hemos tenido muy buenos resultados. La gente ha respondido de buena manera y yo creo que vamos muy bien, vamos por buen camino”.
Seguir danzando
La práctica termina. El suelo deja de retumbar. Las tarolas callan. En medio de la obscuridad, todos recogen sus pertenencias, bromean, conviven. Yuly anuncia una reunión en el cuartel el domingo; irán a danzar a una iglesia en la colonia San Pablo. Todos asienten. La danza está latente, se extiende hasta el próximo lunes, cuando las tarolas y los pasos hagan latir de nuevo el suelo obscuro con una tradición que se niega a morir entre la urbe.