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La miseria de los diputados

Por: Víctor López Jaramillo

A mediados del siglo XX, el historiador Daniel Cosío Villegas escribió lo siguiente: “A ojos de la opinión pública nacional, nada hay tan despreciable como un diputado o un senador… han llegado a ser la medida de toda la espesa miseria humana”.

La cita recuperada por su discípulo Enrique Krauze en su obra “La Presidencia Imperial”, retrata cual era el papel y el sentir de la opinión pública de los diputados durante el régimen del priismo hegemónico.

Cabe hacernos la pregunta si 65 años después la opinión pública piensa distinto de los diputados y senadores. Y en concreto, si los queretanos piensan algo distinto de sus diputados locales, quienes fueron, nueeeevamente, nota nacional y no precisamente por su prudente actuar legislativo.

Para cerrar la semana anterior, medios locales informaron que los nuevos diputados queretanos se habían aumentado la dieta, es decir, el dinero que reciben por ser representantes populares, con lo que ahora su, llamémosle salario, se incrementaría de 47 mil a 87 mil pesos mensuales.

Gran forma de empezar de la nueva legislatura, cobrando un cheque más grande que el de sus antecesores. Y como dictan los cánones de la política mexicana, la primera respuesta fue echarle la culpa a esos antecesores.

“Así estaba cuando llegué”, dijeron los diputados usando una de las típicas excusas de Bart Simpson cuando intenta esconder sus travesuras.

Sin embargo, no se les creyó. Eso no cambió el sentir de la opinión pública queretana y, al igual que hace seis décadas, consideraron que no hay nada más despreciable que un diputado.

Fracasada la primer intentona para justificar el aumento, los diputados procedieron a hacer un mea culpa y admitir que su sueldo era alto.

El diputado Luis Antonio Rangel, coordinador de la bancada panista, salió a medios a usar otro lugar común de la política mexicana: dijo que iban a hacer un análisis de la situación para  solucionarla. No iban a plantear una solución al vapor. Claro, el fin de esa treta política es ganar tiempo para apelar a la amnesia colectiva y que el tema caiga en las garras del olvido. Tampoco les funcionó.

Pronto sacaron un nuevo argumento. En entrevista, el panista Luis Antonio Rangel dijo que el aumento fue para homologar el salario de los diputados con los de los funcionarios estatales.

Y así como un mago viejo saca trucos de la chistera que ya no funcionan, su argumento no resistió una simple pregunta: Si el aumento de salario fue para homologarlo con el de funcionarios ¿Por qué entonces no mejor homologar a la baja y no a la alza? La respuesta fue sacada del manual básico de las respuestas políticas: lo vamos a analizar.

Y tras sesudos análisis y para no tocar salarios de funcionarios estatales ni sacrificar los suyos, optaron por volver a la situación anterior: decidieron dejar su dieta como estaba y seguir ganando 47 mil pesos.

¿Fin de la discusión? No, no es el fin de la discusión, es el recomienzo de una vieja disputa: ¿Cuánto deben de ganar los funcionarios públicos? ¿Salarios altos impiden que los funcionarios, diputados, senadores, presidentes, gobernadores eviten caer en las tentaciones de la corrupción?

¿Nuestros funcionarios ganan mucho o poco? ¿Comparados con qué? Con respecto al salario mínimo y lo que gana un obrero, evidentemente ganan demasiado. ¿Comparados con políticos de otros países? También llegan a superar en ganancias a sus similares de naciones desarrolladas.

No, la discusión no ha terminado. Apenas ha recomenzado e involuntariamente la volvieron a abrir los propios diputados. Queda pendiente que transparenten el dinero que reciben por prerrogativas.

Si en el poder ejecutivo, el gobernador le exige a sus funcionarios que hagan pública su declaración patrimonial y su declaración de no conflicto de intereses, el poder Legislativo debería empezar a transparentar sus prerrogativas y los 160 mil pesos que reciben por ese concepto.

Para concluir, siempre es bueno traer a memoria una vieja sentencia que hace mas de dos milenios hizo el filósofo chino Confucio: cuando un país es rico, es una vergüenza ser pobre y vulgar; cuando en un país es pobre, es una vergüenza ser rico y mandar.

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