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La vida “vista” desde otra perspectiva

Vicente Trejo es invidente, sin embargo, esto no le ha impedido iniciar una licenciatura en sociología o ser campeón de goalball, entre otras cosas

Por: Andrea Capitanachi

Vicente se levanta a las seis de la mañana, se baña y se alista para a desayunar una hora más tarde. A las 07:45, sale de su casa para llegar a la Universidad. Quince minutos más tarde inicia la primera clase del día. A las 13:00 horas, regresa a su casa para comer. Por la tarde, tiene clases de música y acude al gimnasio. “Así es todos los días, de lunes a viernes, los sábados trabajo y los domingos es el único día que descanso, voy al cine o salgo con mi novia, pero me gusta estar activo”.


Tiene 25 años, estudia el quinto semestre de Sociología en la Universidad Autónoma de Querétaro, él es Vicente Trejo Perales, campeón nacional de Goalball.

El goalball es el único deporte paralímpico creado para personas invidentes y débiles visuales. Juegan dos equipos, con tres personas cada uno sobre una duela de basketball. La cancha se divide en cinco carriles, marcados con una línea en relieve para que sean reconocibles al tacto, se juega con un balón que tiene cascabeles adentro. Pesa kilo y medio. Es una combinación de boliche, con fútbol, en una cancha de basketabll y en donde se usan las manos.

 

Vicente es de una comunidad rural llamada San Francisco Tecozautla, en el estado de Hidalgo, ahí vivía con sus papás, tres hermanas y su hermano; cuando tenía siete años fue diagnosticado con retinitis pigmentaria que es un desorden genético que afecta la capacidad de la retina para responder a la luz, es decir, se pierde gradualmente la vista. Sus papás consideraron que no habría una escuela especial para él.

Justo después de que fue diagnosticado, tuvo un accidente porque era un niño travieso; hizo un columpio en un mezquite, se cayó, se enterró una espina en la rodilla y desarrolló una infección. Los médicos le dijeron que le iban a tener que amputar la pierna, pero él pensó: “Dios no me va a hacer esto, dejarme sin ver y sin una pierna”. Sus papás lo trasladaron al Hospital General en Querétaro, de ahí lo mandaron a Pachuca y después de sufrir un año en hospitales, lo pudieron curar.

 

Cuando volvió al Hospital General, se encontró con religiosas de varios países que visitaban hospitales los fines de semana, iban y regalaban cosas, a él le daban un regalo, y no podía verlo; su papá le explicó a una de las monjas sobre la situación de Vicente a lo que ella preguntó que si iba a la escuela, su papá respondió negativamente.

 

La religiosa les explicó que había un internado para personas invidentes, llamado el Pequeño Hospitalito, ubicado en la Colonia Niños Héroes de esta ciudad. Es un albergue para personas de todas las edades. Desde entonces Vicente vive ahí.

 

Vicente es parte de la fundación Josefa Vergara que tiene tres centros para apoyar a personas de bajos recursos, de manera que puedan continuar con sus estudios. Principalmente, apoyan a personas procedentes de otras entidades.

 

Fue así como empezó a estudiar la primaria a los siete años. Terminó la secundaria a los 16, y se graduó a los 19 años de la Preparatoria Norte.

 

Cuando tenía 19 años, perdió completamente la vista, era muy inseguro, y se alejó completamente de todos sus amigos, porque sentía que era una carga para ellos y por miedo a faltarle al respeto a alguna de sus amigas. “Eso fue lo peor de todo, perder a mis amigos”.

 

Después de un tiempo recibió atención psicológica y se dedicó de lleno al deporte. Comenzó a lanzar disco, jabalina, salto de longitud y correr.

 

Decidió entrar a la Universidad.  Escogió sociología porque sabe que existen las herramientas necesarias para poder “salir adelante”; por ejemplo, para las lecturas de sus clases tiene en su laptop una aplicación especial para poder leer.

 

Uno de sus sueños es terminar la licenciatura, empezar la maestría y dar clases en la escuela Josefa Vergara para niños ciegos y débiles visuales, con la finalidad de ayudarlos a salir preparados de la mejor manera.

 

Sobre el goalball, expresó que le gusta porque le permitió “desarrollar otros sentidos, como percibir las cosas, y muchas otras cosas que cuando yo veía no desarrollé, hasta esto”.

 

Otro de sus sueños es poder ir a los Juegos Olímpicos de Río, Brasil el próximo año, y ganar una beca deportiva de por vida.

 

Del 21 al 24 de agosto, Vicente y su equipo compitieron y ganaron el cuarto lugar. “Luego, luego se ve qué país es más apoyado en cuestión de deporte; había equipos mejor preparados físicamente y mentalmente, y pues la verdad fue algo muy padre que se nos presentó en la vida”.

 

En primer lugar quedó la Selección de Estados Unidos, en segundo lugar, la subselección de Estados Unidos; en tercer lugar, Canadá, en cuarto Querétaro (México) y en quinto Baja California, “éramos diez equipos”.

 

Dice que gracias a lo que hace, ha podido visitar casi toda la República y otros lugares, como Guatemala y Costa Rica, entre otros y en octubre, visitará Puebla para el Torneo Nacional.

 

Por otro lado, Vicente trabaja en una empresa de audio que se llama Quality Sound, trabaja con un ingeniero a quien le ayuda ecualizar guitarras, tarolas, o cualquier instrumento.

 

“A lo mejor yo ya no veo, pero ella es mis ojos”.

 

Vicente, compara el amor con un jardín, sabe que si no se riegan y se cuidan las plantas, estas se marchitarán; por eso, él cuida a su novia, como si fuera una flor para que no se marchite.

 

A su novia la conoció en el internado, ella solo tiene debilidad visual, estudia Educación Especial en la Normal y tiene 20 años, acompaña a Vicente en sus competencias, le ayuda a hacer tarea, y hasta en su labor de sociólogo colabora, ya que Vicente explica que cuando van en el camión o caminando, ella le explica cómo se comporta la gente, que hace o que no hacen, es uno de los pilares de la vida de este deportista.

 

Vicente muchas veces reflexiona sobre su vida, y se ha dado cuenta de que desde que perdió la vista, aprendió a disfrutar la vida de otra manera, de una manera más humana, más real.

 

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