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Llama Waters a resistir contra los cerdos capitalistas

La guitarra comienza a desgarrar el alma; el cerdo mayor tiene un ataque, se quita la máscara; reaparece Waters, pasa sus manos por su cabello, toma aire y levanta un nuevo mandato: “FUCK THE PIGS!”

Una vez más el artista Roger Waters en medio de su espectáculo reta a Donald Trump, presidente de los Estados Unidos. Esto en el marco de su tour Us+Them. Suena la guitarra (forma sutil de dar la primera llamada), los pasillos se vacían, la gente corre a posicionarse… es como la película The Wall. Todo inició con un leve latido… recordándole a todos los presentes que eran mortales, recordándole a todos que el lado oscuro de la luna es un lado humano.

Comienza relajado, no hay nada que te altere, solo ves al conejo correr; hasta que el exintegrante de Pink Floyd deja libres sus dedos sobre el bajo, te sientes perseguido, es imposible no llevar el ritmo acelerado con alguna parte de tu cuerpo. De fondo una brisa, de frente un pasillo que cada vez se cierra más y más. Uno de estos días te cortaré en pequeños pedazos.

Se calma, el público y el escenario queda en penumbra, se ve a lo lejos un objeto girando, se acerca… los fanáticos de la banda británica saben qué canción sigue. Suenan las manecillas del reloj. Tiempo es lo que les faltó a algunos, llegaron tarde… no escucharon el disparo de salida. Las luces de las pequeñas linternas de los acomodadores ubicaban a los rezagados.

Sin separarnos de ese álbum, seguimos con aquella interpretación vocal de Clare Torry… lo siento, pera esa canción no debe salir del Dark Side, es una joya, cualquier intento por improvisar lo improvisado tendrá un valor de cero.

Las dos vocalistas tenían unas voces estupendas. Destacaron sus dos guitarristas, en remplazo de David Gilmour (guitarrista y vocalista de Pink Floyd). Waters encontró una imitación perfecta; hasta cierto punto esa barba, cabello largo y su altura recuerda al joven Gilmour de los setenta.

FUCK THE PIGS!

Intermedio, tal vez para reajustar el escenario o tal vez porque George Roger Waters a sus 75 años necesita un pequeño respiro. Cabe señalar que impone en el escenario; con bajo colgando del hombro, brazos abiertos, puños cerrados y bañado en rojo: impone.

Resucita a los cerdos de la novela Rebelión en la Granja de George Orwell: en el escenario, una persona con una máscara de puerco sirve champagne en unas copas, otros se le unen y toman sus bebidas. Uno de ellos se encamina a la mesa, lanzando señas obscenas al público; levanta una consigna: “PIGS RULES THE WORLD”.

La guitarra comienza a desgarrar el alma; el cerdo mayor tiene un ataque, se quita la máscara; reaparece Waters, pasa sus manos por su cabello, toma aire y levanta un nuevo mandato: “FUCK THE PIGS!”. Mientras ocurre el performance, en pantalla o en la pequeña fábrica que montaron en el aire se proyectan imágenes del presidente del país vecino del norte. Y sí, por supuesto que el puerco volador recorre el interior del Palacio de los Deportes.

Trump es un cerdo

Curioso que las fábricas saquen humo de sus chimeneas, buen detalle… a unos cuantos asientos se ve una potente nube de humo, a lado se escucha: “Hasta que llegaron los efectos especiales”. La fábrica, el puerco, el… hielo seco y la señal “TRUMP ES UN CERDO”.

Una hamburguesa a 85 pesos, la cerveza a más de 100… vas a preferir los tacos de canasta que sirven afuera de frijoles, papa o chicharrón. Los recuerdos oficiales, ni hablar, 900 pesos una sudadera (mientras tanto, en un lugar no tan alejado: ¡Llévele! 3 chamaras por 900). Un despilfarro de Dinero marcaban las siete notas.

Hay lunáticos en las butacas del Palacio de los Deportes, no, los lunáticos no están en el césped. El puerco y la fábrica han desaparecido, pero a cambio surgió una esfera plateada… se avecina el mejor finales que un álbum de Pink Floyd llegó a tener. Comienza el juego de luces, eclipsada quedó la pantalla. Una pirámide compuesta de luces y hielo seco se dibuja tanto en el escenario como en el público; un arco iris comienza a bajar desde la punta de la pirámide.

Suspenso

Unas dos canciones más, como buen rockstar, Waters sabe que debe dejar suspenso al público. Toma una acústica, rasga las cuerdas y ¡oh! Madre santa ¿Debo confiar en el gobierno? “Ni de puta coña”, responde.

La euforia era palpable, muchos ya estaban parados, todos sabían cuál sería la última… la armonía entre el bajo y la guitarra eléctrica —aquella que Waters y Gilmour rompieron— suena dentro del recinto; a coro el público desgasta lo que queda sus gargantas y pulmones. La atmósfera, llena de humo (no sé sabrá si por las máquinas de hielo seco o el hornazo) solo te hacían sentir cómodamente adormecido. Sin más que agregar, estoy de nuevo en casa, así que… nos veremos en el lado oscuro de la luna.

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