Molinos de viento democráticos
Por: Víctor López Jaramillo
Y las campañas electorales con la transparencia y rendición de cuentas han topado, Sancho. Los candidatos las ven como monstruos gigantes y atacan; y al fallar el golpe, se esconden. Pero que equivocados están, Sancho, en donde ellos ven bestias míticas, los ciudadanos vemos simples molinos de viento democráticos.
¿Por qué les molesta que los ciudadanos queramos saber cuáles bienes tienen antes de asumir un puesto público? ¿Acaso no se dan cuenta que en un régimen democrático, quien ejerce un cargo público tiene la obligación de ser transparente y rendir cuentas?
Quien esté en la administración pública tiene la obligación de explicar a los ciudadanos las acciones que se llevan a cabo con el dinero que ellos contribuyeron a solventar el Estado. Y ser transparentes implica que la información esté a la mano de quien la quiera solicitar y analizar. Nada complicado en una democracia y con políticos demócratas.
Pero lo olvidaba, en el bipartidismo virreinal queretano, quienes llegan al poder, ven en la administración pública una extensión de su patrimonio privado. Ven al Palacio de la Corregidora como su Versalles privado por seis años.
Y por ello, nuestra democracia es un pato que cojea, una democracia que no puede avanzar más. Algo que no han entendido hasta el momento los candidatos de las dos principales fuerzas políticas de la entidad.
Tanto Francisco Domínguez, del PAN, como Roberto Loyola de la coalición que encabeza el PRI, se han mostrado renuentes a mostrar su verdadero patrimonio. En menos de un mes de campaña, este ha sido el tema dominante.
Aunque el panista Domínguez se unió sin chistar a la iniciativa #3de3 en donde se pide a los candidatos hagan pública su declaración patrimonial, de inmediato fue acusado de presentar sus bienes rasurados, ya que omitió remodelaciones de su rancho e inmuebles a nombre de sus hijos.
En una reacción inmediata, Domínguez corrigió y presentó una nueva declaración aunque la duda sobre su verdadero patrimonio, ya está sembrada.
Sin embargo, quien acaparó mayor atención fue el candidato del PRI, Roberto Loyola, porque de inmediato bateó la iniciativa #3de3.
Ante la presión social, Loyola dijo que entregaría su declaración patrimonial en un sobre cerrado ante notario pero que ¡ningún ciudadano tendría acceso! Con ello, el priista daba el tema por cerrado.
Sin embargo, una investigación periodística de este semanario reveló que ante el Registro Público de la Propiedad, Roberto Loyola Vera y su esposa tienen registradas 31 propiedades, lo cual es la punta del iceberg de su patrimonio que se niega a revelar.
Las presiones aumentaron y el tema dista de ser cerrado, a tal punto, que en casi todos los actos de campaña, Loyola es cuestionado del porqué no hace del conocimiento público su patrimonio.
Sin embargo, Loyola no cede. Es tema cerrado, dice. Soy honesto, dice. Palabra de queretano, dice.
Pero los ciudadanos exigimos transparencia y rendición de cuentas a los candidatos. Pero Loyola hace oídos sordos.
En el colmo de la desesperación, Roberto Loyola ha anunciado que su fortuna patrimonial podrá ser auditada ¡Pero sólo por cámaras empresariales!
¿Qué nos indica esto? Que para Loyola hay queretanos de primera y segunda. Que sólo empresarios y gente de su condición social pueden saber cuáles son sus bienes; los simples ciudadanos como usted y yo, querido lector, no tenemos ese derecho, simplemente debemos confiar en su palabra de queretano.
Esta acción pinta a Loyola Vera como lo que realmente es: un aristócrata feudal que no entiende que los ciudadanos exigimos transparencia. Bueno, no creo que tampoco entienda que es eso de ciudadanos, él sólo piensa en súbditos.
Queda más de un mes de campaña. Pero hasta el momento, cada candidato va mostrando su verdadero rostro.
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