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No tengo duda de quién asesinó a Marco: testigo

Miguel Gerardo Rivera Alcántar fue el único testigo que se atrevió a señalar a Federico Ruiz Lomelí como responsable del asesinato de Marco Antonio Hernández Galván

Alfredo Rodríguez

“No tengo duda” de quién fue el responsable del asesinato de mi amigo Marco Antonio Hernández Galván, sentenció Miguel Gerardo Rivera Alcántar, amigo del joven que murió la madrugada del 27 de noviembre de 2004 y quien públicamente señaló al empresario Federico Ruiz Lomelí como el posible responsable del crimen.

Miguel Gerardo Rivera Alcántar fue el único testigo que se atrevió a hablar después del asesinato de su amigo. Ese día, fue el primero en bajarse del automóvil y fue recibido con el golpe de una pistola en la cabeza. Dice que era a él a quien iban a matar y su amigo dio la vida por él.

En ese entonces, todos los que viajaban en el auto tenían 18 años. Eran muy jóvenes, consideró Miguel Gerardo, y no pensaban en el peligro. Por eso, tampoco le importó señalar al presunto asesino de su compañero en los medios de comunicación, a pesar del riesgo que representaba.

Los abogados que llevaban el caso, en su momento, aseguraron que Miguel Gerardo Rivera Alcantar había sido amenazado, incluso desde la misa de cuerpo presente de su amigo. Ese día una persona —un judicial— le advirtió que no debía hablar sobre el asesinato, —esa misma persona sería vista en varias ocasiones afuera del domicilio del testigo—.

En marzo del 2005, Miguel Gerardo señaló como responsable del asesinato a Federico Ruiz Lomelí de manera pública. Ese hecho incrementó las amenazas y las presiones en su contra, lo que lo hizo desistir del caso y dejarlo atrás, para seguir con su vida.

El padre de la víctima, José Luis Hernández Guerrero, recordó que en esos tiempos habló con Miguel Gerardo Rivera Alcántar y le dijo que ya era suficiente con el dolor provocado por la muerte de una persona y que no tenía caso arriesgar la vida de otra.

Hoy, diez años después, Miguel Gerardo cuenta que terminó su carrera, es ingeniero, además se casó y tiene una hija. Comenta que prefiere no seguir estancado en el pasado y los años lo hicieron madurar y adquirir responsabilidades, como cuidar a su hija, a quien no pondrá en riesgo por insistir en el caso.

Aun así, reitera que quiere justicia, recuerda la deuda que tiene con su amigo, pero hizo todo lo posible por que se castigara al culpable. Dice que ya no cree en la justicia y sabe que no habrá sanción para nadie.

“Todo lo que me movía simplemente era la responsabilidad de hacer lo que yo creía correcto”

—¿A 10 años, cómo cambio tu vida este caso?

—Mi vida cambia desde el primer día, no tiene uno que esperar 10 años para que mi vida haya cambiado. Fue un evento importante, significativo, que cambió cada aspecto de mi vida. Hace 10 años no tenía las mismas responsabilidades o cosas que hoy tengo en mi vida, no tenía a mi familia (…) mi forma de ver todo, valorar al sentido de la vida, valorar a tu familia, saber y darte cuenta en qué país estás, cambió 360 grados. A lo mejor escuchabas las noticias, uno las escucha a diario y dice: ¡Uy, qué mal esto! O te da un poco de impotencia, pero cuando te pasa un evento que repercute, te das cuenta que no te puede dar tanta indiferencia, como a veces nos da, porque lo vives día a día, se queda contigo todos los días.

—¿Cómo te sentiste como testigo al recibir presiones y amenazas?

—Como testigo lo único que sentía era una responsabilidad, nada más. Todo lo que me movía simplemente era la responsabilidad de hacer lo que yo creía correcto y de decir lo que había pasado. A lo mejor porque estaba más chico; cuando se es más joven tienes menos temor de muchas cosas y todo lo que me movía era que se hiciera lo que se tenía que hacer, que fuera el deber ser, nada más.

—¿Sentiste que mucha gente se apartó y te dejó solo en el caso, que fueron indiferentes?

—Saben que yo no fui el único involucrado (…) no hay más noticias por parte de ellos o declaraciones, pues está claro que se apartaron; ¿por qué razones?, ellos las tendrán, yo no las sé, yo jamás me aparté, declaré e hice hasta donde me tocaba.

—¿Consideras que en este momento, diez años después, ya no se puede hacer nada por la justicia?

—Pueden ir y preguntarle a las personas que se encargan de hacer justicia. Yo no puedo hacer justicia, no tengo un cargo público que me permita hacer justicia, no lo puedo hacer. Lo que me tocaba hacer lo realicé (…)

—¿De qué forma la muerte de tu amigo te dañó moral o físicamente?

—La muerte de mi amigo me dio más qué ganar que perder, y así vivo mi vida hoy en día (…) no sé si ustedes hayan tenido la oportunidad de sentir lo que es que alguien dé la vida por ti. Es una responsabilidad muy fuerte, pero es un agradecimiento y una bendición muy, muy grande. Mi vida hasta hoy la veo así, agradecido con él principalmente, agradecido de haber podido conocerle, de tener esta oportunidad de seguir disfrutando la vida (…)

No me la paso recriminando, echando culpas o que yo sienta que pasó algo muy malo, que me haya dañado. A toda persona que conozco le digo lo mismo: que Marco, mi amigo, es un ángel para mí, que le debo mi vida y a él, únicamente a él, le voy a rendir cuentas, decirle: mira, esto fue lo que hice con mi vida, esto fue lo que pudiste hacer y éste fue el resultado.

—¿Para ti quién era Marco Antonio y cómo era tu relación con él?

—Marco Antonio Hernández era un chico que tuve la oportunidad de conocer en la preparatoria, muy, muy alegre, demasiado noble y sencillo (…) conocí a Marco y es así como te lo describo: una persona que hacía diferencia, no pasaba desapercibido, si tú conocías a Marco no ibas a olvidarlo (…), era una persona fácil de querer, de confiar y era hasta una obligación ser su amigo (…) lo que hizo, su acto de bondad, no solamente te habla de quién fue sino de lo que es (…) es un héroe, es un ángel, es una persona que está más allá que del ser humano.

Una persona que es capaz de hacer algo así, va más allá de lo que somos nosotros como humanos. Él trascendió, no muchos podemos trascender en esta vida, él sí lo hizo; ya para que alguien trascienda te puede decir mucho de quién era.

—¿Crees en la justicia?

—Sí, sí creo en la justicia porque así me educaron. Creo que vivimos en un país en los que nos falta mucho que exista esa justicia, pero no nada más con este tema, con muchos. La injusticia la vemos en cualquier lado, pero creo que también nos falta a nosotros ser un poco autocríticos y comenzar también nosotros a ser más justos en todos los aspectos, porque a veces exigimos mucho, exigimos a gritos justicia, pero, ¿qué damos? ¿Qué más aportamos?

—¿Confías en que las autoridades resuelvan el caso y digan quién fue el autor del homicidio?

—Pues es su obligación ¿no? Si estamos en un cargo o nos pagan para algo, desde que nos contratan nos dicen qué vamos a hacer. A todos nos piden un resultado o algo que tenemos que hacer; entonces, no es tanto que creo: simplemente se tiene que hacer. Independientemente de lo que diga yo, es una obligación. Yo creo que el papá de mi amigo y los miles de padres esperan eso y se tiene que dar, se tiene que hacer, no hay opción.

—¿Consideras que, como jóvenes, cometieron alguna equivocación el día del homicidio?

—Equivocaciones de joven, uno comete muchas y no solamente de joven. Hoy en día también cometo equivocaciones. Si te refieres en específico del caso (…) algo de que me arrepienta, algo que haya hecho indebido, algo por lo que la justicia me deba perseguir, no, no existe eso. No hay un acto criminal de mi parte o de nuestra parte por el que estemos siendo perseguidos. Por ese lado, no creo que haya cometido algún error.

—Entonces, ¿no sientes ninguna responsabilidad de lo que sucedió ese día?

—No, porque estoy aquí. La persona que está a lado es el papá de mi amigo y a lo largo de diez años ellos se han convertido en mi familia y yo he tratado de ser también familia para ellos (…)

—¿Tienes algún rencor hacia el responsable del asesinato?

—No, no existe. Yo no soy quién para juzgar, todo lo que hice en su momento fue algo que me tocaba. Hoy te puedo decir que soy una persona con muchas limitaciones normales, situaciones emocionales normales, pero hoy vivo en paz. No tengo un odio especial, creo que si hubiese tenido un odio no me hubiese permitido tratar de hacer lo que yo creía que era lo correcto (…)

—¿Y actualmente qué es de tu vida?

—Me casé este año. Mi hijo tiene semanas que nació, yo no sabía lo que es ser padre, lo sé ahora y es una bendición muy grande, es el motor de la vida, es lo que me anima a seguir adelante.

—¿Y qué más hiciste desde el 2004?

—Después del 2004 tuve varias oportunidades: estudié, terminé la preparatoria, fui a la universidad. El trabajo siempre ha sido la industria, como empleado. Soy una persona común, no tengo un negocio propio, no soy supermillonario. Trabajo para ganarme un salario y, como todos, intento seguir creciendo.

—A diez años, ¿tienes alguna duda de quién fue el responsable del homicidio?

—No tengo duda, porque lo declaré en su momento (…) Creo que mi obligación principal sería pararme al Ministerio Público y decir, tengo una duda.

—Entonces, ¿no te arrepientes de nada de lo que declaraste?

—Lo que está declarado, no puedo cambiarlo. Si yo sintiera que tuviera que cambiarlo, se habría hecho. Como se dice: lo que se ha hecho, hecho está.

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