Información

Para entrar a EU “nos fumigaban como animales”

Por Angélica H. Morales

 

Me llamo Natividad Sánchez Martínez. Tengo 69 años. Fui bracero el último año en que los hubo. Me fui por primera vez en 1963. Me pasé dos noches llorando, extrañaba a mi familia. Ya me quería venir, luego ya agarré la onda, se me borró todo y me puse a trabajar.

 

Aquí en Pedro Escobedo nos avisaban, por parte de la Presidencia, que había salida para los Estados Unidos.

 

Era un viaje directo hasta Empalme, Sonora, muy cansado, no te podías dormir, te acalambrabas. En Empalme nos hacían un examen médico; el que no lo pasaba, lo mandaban de regreso. A los que quedábamos nos fumigaban como animales, con DDT o Folidol, no sé.

 

Luego nos separaban en camiones según el estado del que veníamos y nos llevaban a Calexico; ahí era donde los patrones escogían cada quien a su gente y se la llevaban. A nosotros nos mandaron a un rancho en McAllen, Texas, a arrancar fresa. La segunda vez nos mandaron a Sacramento, al jitomate.

 

Nos quedábamos en el mismo rancho, que estaba algo lejos del pueblo; nos dormíamos 6, 9, 12 en una misma barraca, según lo que estuviera de grande. Todo nos lo daban ahí mismo.

 

Nosotros nos entendíamos con los mayordomos, unos empleados del patrón que hablaban inglés y español, nunca tratamos directamente con el patrón.

 

Muchos de mis compañeros eran conocidos de aquí de Escobedo, yo iba con mis hermanos, por ejemplo. Sólo llevaban hombres, 40, 50 por vez. No había mujeres, como ahora.

 

Yo nunca tuve problemas con ellos, ni de vicios ni nada, uno iba a trabajar. A veces sí había peleas entre ellos, pero eran como peleas familiares.

 

Me gustaba mucho salir a conocer los pueblitos que estaban ahí cerca, a San Francisco. Yo me quedé con ganas de ir de nuevo, pero ya no pude porque se acabaron las contrataciones de braceros. Ya luego pues, se me quitó la idea, pero sí me gustaba estar allá.

 

El idioma no era problema, había muchos mexicanos, y nunca nos pidieron papeles cuando andábamos en la calle. De todos modos teníamos nuestras credenciales.

 

Estuve cinco meses, el contrato duraba cuatro; podías renovarlo otra vez –si querías quedarte más– o si no, te regresaban acá y volvías a hacer tu trámite. En ese entonces pagaban a peso la hora. Sí hice mi dinerito, porque iba con esa idea.

 

Al final es lo mismo que aquí: si trabajas allá y te lo gastas allá, no rinde. Pero si trabajas allá, lo guardas y te lo gastas acá, así sí rinde. Yo hice mi casita, no la terminé luego luego, pero sí le avancé, por lo menos.

 

Cuando regresé aquí hice de todo: fui machetero, chofer, peón, de todo, hasta que entré aquí en Recursos Hidráulicos, ahí me jubilé y me pensionaron.

 

Cuando dieron las compensaciones económicas a los ex braceros yo no la pude cobrar, porque llegando de allá rompí y quemé mis papeles, pensaba que ya no me iban a servir de nada.

 

De haber sabido los guardaba todos en un paquetito, en un baúl. Pero así, ya no tuve cómo comprobar que estuve allá.

 

La migración actual, ésa sí está difícil, porque tienen que cruzar el desierto, luego se arriesgan con los “pochos”, que te hacen la vida imposible, te “queman” con los de migración.

 

La necesidad está canija, por eso se van; aunque se enteren que allá los asaltan, los desaparecen o los matan, la gente se va. No creo que haya solución, la gente es necia, aunque pongan muros le buscan y cruzan; arriesgan mucho, pero les gusta ir allá.

 

Nunca habrá suficiente trabajo aquí como para que la gente no se vaya, al menos no como en Estados Unidos.

Algunos tienen suerte y les tocan patrones mexicanos que tienen tierras allá, pero otros caen con mayordomos texanos que son muy tiranos. No creo que el gobierno pueda hacer algo.

{loadposition FBComm}

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba