Quisiera creerles, pero…
Por: Víctor López Jaramillo
De verdad, quisiera creerles a los políticos cuando afirman que ahora sí estamos ante las puertas del paraíso de paz y progreso. De verdad, quisiera creerles cuando dicen que con la reforma energética se abre un horizonte de progreso y estabilidad económica.
Que con la reforma finalmente “Vamos a mover a México”. ¿Y si ya estamos al borde del abismo y sus reformas son un paso al frente?
De verdad, quisiera creerle, señor presidente Enrique Peña Nieto, sin embargo, la terca memoria me dice que estamos ante otra vuelta de tuerca de una promesa inacabada.
Escarbando en los recuerdos, viene a mi mente cuando José López Portillo anunció que gracias a las enormes reservas petroleras entonces recién descubiertas, los mexicanos tendríamos que prepararnos para administrar la abundancia.
¿Y dónde quedó doña Abundancia? Pues resulta que esta señora tan oronda simplemente no llegó a los hogares de todos los mexicanos, sólo pasó al domicilio de unos cuantos funcionarios de Pemex, que luego en la Renovación Moral de Miguel de la Madrid tendrían una estancia, con gastos pagados, en la cárcel.
No, nunca administramos la abundancia. López Portillo heredó una economía con una inflación altísima y una banca nacionalizada, como último recurso ante la devaluación y los sacadólares.
De verdad, quisiera creerles que somos un país en paz y de progreso. Ya en los sesenta del siglo XX, el lema de los Juegos Olímpicos de México 68 decía que “Todo es posible en la paz”. Y lo que se consiguió fue la paz de los sepulcros para los estudiantes que protestaron contra un sistema autoritario. La paloma blanca teñía sus alas de rojo.
Quisiera creerles cuando veo los anuncios de televisión en los que pintan un México de fantasía y un Querétaro de lujo. Pero el hoy expanista Vicente Fox también planteaba un futuro maravilloso, un futuro donde un México democrático arribaría al ansiado paraíso del Primer Mundo.
“Ya, ya, ya”, “hoy, hoy, hoy” rezaban los comerciales del ranchero de San Cristóbal, en los que anunciaba la rapidez con que iba a sacar a las víboras prietas y tepocatas de Los Pinos. Resultado: ni peces gordos ni tepocatas. El hoy, hoy, hoy, se convirtió en un nunca, nunca, nunca.
Con Fox pasamos de la esperanza al desencanto democrático. De la confianza en el futuro al temor en el presente.
Tras Fox, Calderón prometió ser el presidente del empleo. De manera sucia, arrebató el triunfo a López Obrador. Y de manera sucia, el país se hundió en una ola de violencia no vista en casi cien años. Ni empleo ni seguridad.
De verdad, quisiera creerle al gobierno federal y al estatal cuando dicen que el Tren de Alta Velocidad México-Querétaro es el símbolo del futuro, y que quienes se oponen a él, dicen sus esbirros, se oponen al desarrollo de este estado.
Comparto las dudas de los vecinos sobre el argumento de los distintos niveles de gobierno de que el Boulevard Bernardo Quintana no colapsará por el tránsito; que para evitarlo harán obras que eviten este problema.
Quisiera creerles, de verdad, pero la última experiencia en materia de movilidad del gobierno estatal, es decir, RedQ, fue un verdadero fracaso, inclusive, en un hecho inaudito, el gobernador José Calzada pidió disculpas a los usuarios por las fallas de su programa estrella de transporte urbano.
Y hasta la fecha, el problema del transporte público y la movilidad no ha sido ni remotamente solucionado. Con estos antecedentes, ¿debemos creer que este proyecto no tendrá fallas?
Lamento decirlo, pero -de verdad- me gustaría creer en los spots de los gobernantes, pero las experiencias históricas muestran que, sin importar color, sus promesas se quedan en mera tinta. Está bien, sigan diciendo que hay que mover a México, pero la terca realidad siempre se impone y el horizonte del país no es precisamente promisorio.
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