Ser periodista… pese al riesgo
Por: Víctor López Jaramillo
Este artículo fue publicado originalmente en la revista Zürcher Studierendenzeitung, un periódico estudiantil de Suiza fundado en 1923. Puede consultar el original en la liga: http://www.zs-online.ch/zs-print/zs-316/schreiben-gegen-das-verbrechen/
I
Quizá para cuando lean estas líneas, un periodista más habrá sido asesinado en México. Esta amarga profecía no es producto de un pesimismo consumado sino de una dolorosa lectura de la realidad que viven los medios en México, desde hace más de una década. Sin duda, se ha abierto la caja de Pandora.
Los datos no mienten. De acuerdo con el reporte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión registró que del año 2010 a 2015 fueron asesinados más de 55 periodistas.
La cifra se vuelve más espeluznante cuando ampliamos el periodo y vemos que, según datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), entre el año 2000 y septiembre de 2015, ocurrieron 107 asesinatos de periodistas.
En el mismo reporte, la CIDH señala que la violencia contra comunicadores se ha agudizado especialmente en los estados de la República Mexicana donde hay una fuerte presencia del crimen organizado.
Y cito el punto 376 del reporte: “La información con la que cuenta la CIDH permite afirmar que las víctimas de violencia son principalmente periodistas que han denunciado o han informado sobre corrupción administrativa en el ámbito local, narcotráfico, delincuencia organizada, seguridad pública y asuntos relacionados”.
El asesinato de periodistas es la forma más extrema de censura, sentencia la CIDH; sin embargo, no es la única forma de violencia contra periodistas, toda vez que “desapariciones, amenazas, secuestros, agresiones físicas, ataques a instalaciones de medios de comunicación e incluso ataques cibernéticos” son noticias frecuentes para los periodistas en México.
A ello se le suma la tradicional censura, como en el caso de Carmen Aristegui y su equipo de periodistas, quienes fueron despedidos justo después de evidenciar un acto de corrupción que alcanzaba hasta al propio presidente de México.
Ante ello, concluye la CIDH, queda la autocensura para que los trabajadores de los medios de comunicación salvaguarden su integridad y su vida.
II
Escribo desde Querétaro, una ciudad que es capital del estado que lleva el mismo nombre y que está ubicada en el centro de la República Mexicana.
Durante años, Querétaro se ha caracterizado por un clima de paz; incluso durante los momentos más violentos de la Revolución Mexicana, se buscó ser un estado de paz, una “Suiza mexicana” -decían entonces- objetivo que consiguieron parcialmente.
En los últimos años, mientras estados como Veracruz, Tamaulipas, Chihuahua, Guerrero y Oaxaca se desangraban, víctimas de la violencia que provoca el crimen organizado, Querétaro se mantenía en una relativa calma que ha empezado a quebrarse recientemente, aunque sin llegar a niveles alarmantes.
Sin embargo, pese a no ser un escenario notoriamente violento, también existen las agresiones contra periodistas.
Censura, autocensura, bajos salarios, constante rotación en medios, son frecuentes en Querétaro. Dado que no hay empresas periodísticas comercialmente consolidadas, muchas dependen del dinero gubernamental que obtienen a través de la publicidad oficial. Con ello, los gobiernos locales premian y castigan a los medios y periodistas, lo cual anula toda posibilidad de una real libertad de expresión.
Y debido a los bajos salarios que reciben los reporteros, muchos se ven obligados a trabajar en hasta dos o tres medios para tener una compensación económica que les permita mantener un nivel de vida de clase media.
Por ello, los dueños de los medios –primero- ante la posibilidad de perder recurso económico estatal, optan por la autocensura, pues saben que su trabajo puede peligrar. Luego, muchos reporteros tienen que acatar las condiciones que les imponen en sus empresas.
III
Si usted ha llegado hasta este punto de la lectura, seguramente pensará que en México nadie quiere ser periodista, ya sea por la violencia física o económica que se vive en esta profesión y en este país. Pero no olvide que cuando Pandora abrió su caja y los males escaparon, al final quedó guardada la esperanza.
Le sorprenderá saber que, al menos en Querétaro, la Licenciatura en Comunicación y Periodismo es una de las áreas con mayor demanda en la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ).
Cada año, la Universidad tiene que rechazar a varios alumnos porque el Estado no brinda los suficientes recursos para la educación universitaria.
Y así, cada final de verano, cuando inicia el ciclo escolar en México, decenas de jóvenes inician sus estudios para ser profesionales de la Comunicación.
¿Qué mueve a los estudiantes ante tal panorama desolador? Sin duda, ese motor es la esperanza, un recurso natural que, pese a todo, parece abundar en esta nueva generación. Claro, ellos no están solos, los acompañamos sus profesores para guiarlos en su camino periodístico.
Prueba de ello es que en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro, se creó el semanario Tribuna de Querétaro, en el cual -con los estudiantes de Periodismo como base y un equipo de profesores- cada semana damos forma a un espacio donde se promueve el periodismo de investigación y que, además, sirve como laboratorio de prácticas para los estudiantes, antes de que éstos egresen.
El próximo febrero, Tribuna cumplirá 20 años. Son dos décadas de esfuerzo compartido por maestros y estudiantes, quienes impulsan un proyecto periodístico cuyo objetivo es ser un medio crítico del poder en turno, con la intención de fortalecer la incipiente democracia mexicana.
Muchos de los trabajos de los estudiantes han alcanzado a imponer agenda incluso en medios nacionales. Investigaciones como la de los bienes inmuebles que poseen los políticos en el poder han logrado trascender. Cuestionamientos sobre la relación prensa-poder, la defensa de los derechos de las minorías, la movilidad urbana, son temas que se mantienen en la agenda pública porque se trabajan en este semanario.
Cada año, nuevos estudiantes ingresan a Tribuna y, mientras aprenden las bases prácticas del periodismo, revitalizan al semanario con sus nuevas ideas y hasta con sus dudas juveniles.
Al final de cuentas, lo que Pandora alcanzó a rescatar no fue poca cosa: la esperanza. Y con esperanza y educación, aspiramos -entre todos- a reconstruir este país a través de nuestro trabajo periodístico.