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Sexualidades encuarteladas

Por: Abelardo Rodríguez

En instituciones tan antiguas y tradicionales como el Clero y el Ejército, el tema de las sexualidades es un tabú, a pesar de existir en ellas una rica, variada e intensa vida sexual. Sin embargo, en los últimos años se ha ido resquebrajando este mito que nos hizo ver estas instituciones como cuerpos monolíticos e intocables. Ejemplo de esto es la demanda de once militares en contra del Ejército Mexicano por discriminación y despido injustificado de su fuente de trabajo.

Esto debido a una ley punitiva que justificaba el despido  inmediato de portadores de VIH-SIDA. Estos militares no sólo ganaron la demanda, sino que también obtuvieron una disculpa pública de parte del Ejército Mexicano. Aunque llama la atención que esta disculpa la ofreciera el actual Secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y no el titular de la Defensa Nacional, el General Salvador Cienfuegos. Otro ejemplo de esto es la abolición de la Pena de Muerte en México, a la que se vio obligado el ex-Presidente de la República Vicente Fox Quezada (2000-2006), debido al caso de un joven oficial que mató a un General que pretendía violarlo sexualmente; la muerte de un superior dentro del Ejército era la última causal para condenar a muerte a una persona en México. En ambos casos hay un precedente fundamental que encarna el General José Francisco Gallardo, quien debido a su propuesta de constituir una defensoría de Derechos Humanos dentro del Ejército, un ombudsman militar, en 1993 fue enjuiciado por un tribunal militar y condenado a nueve años de prisión. Pese a estos antecedentes, aún es difícil que se hable públicamente de las prácticas sexuales, que son también políticas, dentro del Ejército Mexicano. Por eso contar con el testimonio de un militar retirado es un hecho valioso que nos permite echar una mirada a las sexualidades encuarteladas.

El señor “T” es un militar retirado que estuvo en las filas castrenses más de 20 años. Casado con hijos y nietos, y quien actualmente trabaja de guardia de seguridad en una transnacional asentada en Querétaro. Personalmente no se asume como gay u homosexual a pesar de que desde muy joven no ha dejado de tener relaciones sexuales con hombres, pues dice “que nunca ha sido pasivo”.

Su primera relación sexual fue con un hombre y no con una mujer. Pernoctaba en la central camionera de Acapulco, en donde vivía en situación de calle, ganándose apenas unos pesos para comer cargándoles el mandado a las señoras en el mercado: “Tenía 17 años cuando conocí otros sexos que no eran los normales. Me hizo la plática y luego me dijo ¿quieres  ir a la playa? Yo dije que sí. En el transcurso del camino yo fui sintiendo otra cosa, pero no dije nada. Cuando llegamos me invitó unos tacos.

Después me dijo que podía quedarme a dormir en su cuarto, se compró dos six de cervezas y nos fuimos para allá. Yo andaba todo mugroso. Me dijo ponte cómodo, quítate la ropa. Después del baño tuvimos sexo. A la mañana siguiente me dijo que no me fuera, que después del trabajo, el era mesero, me llevaría a comprar ropa. Me quedé a vivir con él seis meses, hasta que me aburrí y me fui a trabajar con una tía que tenía una fonda en donde vendía comida y licor. Ahí conocí a una muchacha, quien después de una pelea campal con unos clientes que no quisieron pagar la cuenta, me llevó a vivir a su casa, pues me amenazaron de muerte. Ella tenía una hija de 7 años y trabajaba de sexoservidora. Me compró ropa, perfumes y relojes. Cuando ella se iba a trabajar yo cuidaba a la niña, a la cual llegue a querer mucho, hasta que también me aburrí y le dije que me iba. Ella no quería que me fuera y un día hasta le tuve que pegar. Le dije que mejor el dinero que me daba se lo diera a su hija y me fui.

Fue entonces que me metí al ejército. Me preguntaron en la calle que sí quería ingresar al Ejército y yo dije que sí. Yo no tenía papeles, ahí mismo me arreglaron los papeles. Eso fue en 1979. Tuve nomás quince días de entrenamiento, academia, instrucción de orden cerrado, manejo de armas y de granadas y vámonos luego, luego a la sierra, a perseguir a Lucio Cabañas”.

El señor “T” nos recibió en el departamento de un amigo, sentado en un sillón cómodo. Viste un pants azul marino, una camiseta blanca de algodón,  sin mangas y unas chanclas de hule made in China. Es de estatura baja y corpulento, moreno y lindando los 60 años. Al principio balbucea, no se siente a gusto, pero después se relaja y empieza a ordenar sus recuerdos. Desde niño aprendió a manejar y usar las armas de fuego. A los 12 años balaceó al asesino de su padre. Ya como soldado raso, estuvo un tiempo en el estado de Guerrero y luego en el norte del país, en el combate al narcotráfico. Ahí tuvo problemas personales y desertó. Por unos años anduvo trabajando en donde pudo hasta que pudo reingresar al Ejército. Nos contó un chiste militar que hace referencia a los juegos sexuales que se dan entre la tropa: “Una noche en la sierra, durante una guardia, el sub-teniente escucha: ‘pásame la botellita, ora me toca a mí’. Y encabronado nos regaña: Órale cabrones ¿quién trae el pomo? Dénmelo. Ya saben que está prohibido que tomen. Entonces dice uno: ‘¡Ay! Mi sub-teniente, no estamos tomando nada. Yo soy la botellita” (risas). Sus últimos años como militar activo fueron en Querétaro.

Aquí, en 1987 conoció a un teniente que se sabía que era gay y a través de él conoció a un cabo con el que entabló relaciones sexuales: “En la sección que yo estaba había un cabo, se rumoraba que era gay. Nos organizamos y nos invitó a su cuarto, a mí y a un sargento segundo. Ya llegamos y puso el pomo y empezamos a pistear.

Con la bebida uno se abre más. Al rato empezamos a abrazarlo entre los dos, para calentarlo. Éramos conocidos y compañeros de trabajo, pero el gay era el otro.

Entonces ya empezamos a tener relaciones. A mi compañero le hizo sexo oral mientras yo le hacía penetración y luego cambiamos”. Cuando le preguntamos al señor “T” cómo saben dentro del Ejército que un compañero es gay, nos responde: “El deseo es lo que nos conecta”.

De acuerdo con diversas organizaciones ciudadanas defensoras de derechos Humanos, como Vía de vida AC, en el Ejército Mexicano, a pesar de que su personal en su gran mayoría es joven, de entre 18 y 38 años de edad, es decir en la etapa de mayor actividad sexual y con una movilidad constante que los aleja de sus entornos de origen, lo que propicia que existan prácticas sexuales de alto riesgo,  no hay un reconocimiento de este problema y se opta por la omisión, la negación, la censura y la irresponsabilidad. Se calculaba que en 2007 había en el Ejército Mexicano alrededor de 800 militares infectados con VIH-SIDA. Sin embargo, como ya hemos visto, no todos piensan igual en el Ejército. El General Gallardo encarna esta parte de los militares que buscan modernizar y democratizar las filas castrenses, aunque por el momento parece que esta vertiente dentro del Ejército parece llevar las de perder. Cerramos este reportaje con unas palabras del General Gallardo: “El Estado Mexicano forma a militares sumisos y obedientes; militares que no tienen la capacidad para cuestionar las órdenes del Alto Mando. Pero sobre todo, se premia el grado de humillación que se soporta dentro del Ejército”.

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