San Juan del Río

Tequisquiapan: Fermín Ugalde y la lucha por la supervivencia de los juguetes artesanales

Encontrar juguetes artesanales es un tanto difícil en la actualidad, pues los infantes prefieren más los videojuegos, celulares o juguetes elaborados de plástico y fabricados en el extranjero, pero al ver uno de madera o trapo, les causa asombro y admiración, comentó Fermín Ugalde, vendedor en el mercado artesanal de Tequisquiapan.

Carritos de madera, avioncitos, baleros, trompos, pirinolas y sonajas, son algunos juguetes que luchan por sobrevivir en una era en donde los dispositivos electrónicos como celulares, computadoras y juguetes electrónicos atrapan con más facilidad a los niños y niñas desde temprana edad.

De acuerdo con información tomada de Juguete Popular Mexicano, su historia se remonta a la época prehispánica, en donde la creatividad de los indígenas dio lugar a la creación de diversas representaciones, con una gran cantidad de materiales, como es el caso de arcilla, carrizo, palma, hule y madera, en los que se destaca la forma y color, creados con los materiales proporcionados por el medio geográfico y el modo peculiar que cada grupo social imprime su imaginación en cada juguete.

Según Fermín, la demanda de juguetes y juegos mexicanos artesanales es escasa debido a que únicamente se venden de dos a cinco juguetes en un día, además las personas se inclinan por juguetes de plástico que son más baratos y los tecnológicos, por lo que ha tenido que bajar los precios para que las personas se animen a adquirir los artesanales.

Por otro lado, la tecnología tiene sus ventajas y desventajas para este tipo de juguetes, pues es una gran competencia debido a que prefieren este tipo de distracción, sin embargo, es útil porque ayuda a trabajar en nuevos modelos y diseños.

Adicionalmente, datos de la Cámara de la Industria del Juguete (CAIJ) registró que las ventas de juegos basados en videojuegos crecieron un 5 por ciento en 2018.

Los juguetes contribuyen a la creatividad y coordinación corporal de los menores, porque son actividades manuales. “Enseñen a valorar a los niños el trabajo artesanal y también a ejercitar su cuerpo, sentidos y habilidades motrices, porque muchas veces no saben manejar un balero”, externó el comerciante.

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