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Sobrevivir “con lo que Dios nos socorre”

“Ya no puede uno granjear, oiga”, se queja doña Susana, una mujer mayor que vive en Santa Rosa Jáuregui con lo poco que tiene

Por: Ricardo Lugo

La ruta es sencilla. Aparenta ser un lugar a cientos de kilómetros de la ciudad, pero la casa de la señora Susana sólo está a 35 minutos del Centro Histórico de Querétaro.

Es la comunidad Las Lajitas, en la delegación de Santa Rosa Jáuregui, cerca de los límites del estado a casi cuatro kilómetros del Parque Industrial Querétaro, con rumbo a Chichimequillas.

Para la señora Susana es complicado ir a “la nopalera” para abastecer la canasta básica que generalmente son tortillas, nopales y frijoles.

El camino está despejado, pero las piedras filosas tapizan el cerro.

La señora Susana no puede evitar caer, llegar a casa con raspaduras en las manos, una herida en el tobillo o tardar varias horas en conseguir algunos nopalitos: es débil visual del ojo izquierdo y padece una enfermedad que le causó ceguera en el otro.

En medio de la cocina, ente ladrillos, piedras y tierra, una olla negra hierve a fuego lento encima de unos pequeños leños que su marido recolectó en la mañana.

Los frijoles negros deben rendir para la comida y la cena porque hoy no habrá nopales; arroz, leche, huevo ni se diga.

El apoyo del programa Oportunidades ya se acabó y dentro de dos meses llegará el próximo.

Por suerte sólo subsisten de esa olla de frijoles nada más ella y su esposo, quien por ser mayor de 70 años le cualquier niegan trabajo.

Pregunto que si no cría gallinas.

–No puedo cuidar un animal, ya ni miro. Para darles de comer ya no. Vivimos con lo que Dios nos da. Para agarrar una dieta se necesita dinero. Si no compra uno las verduras, ¿de dónde las agarras? Y tan caras.

Todos los días debe sobrevivir con lo que nace de la tierra, la cual sufre una sequía evidente y está impedida para cosechar maíz por la prolongada escasez de lluvias. Aun así, Susana debe lidiar con su diabetes, arriesgarse, salir y buscar “nopalitos”.

“A veces de que hay un pollo cada 15 días”

Dos cachorros flacos retozan en la puerta de la cocina, el humo de los frijoles desnudan la luz del sol y se forman pequeños rayos que entran por los agujeros del techo de lámina en la pequeña cocina de piedra.

Para transitar la terracería que lleva a la casa de doña Susana, se necesita una camioneta si lo que se pretende es llegar con rapidez o un pequeño camión repartidor de pan Bimbo, el cual, con presteza recorre las pequeñas calles para abastecer, sin mesura, todas las tiendas de la comunidad. Reversea, sube, baja, acelera y levanta polvo entre las humildes casas en cuya canasta básica quizá haya un pan blanco Bimbo antes que arroz, maíz o leche.

Un pequeño jitomate rojo y solitario contrasta entre las paredes negras oscurecidas por el hollín. Se le pregunta qué es lo que más le gusta comer.

–Con lo que Dios nos socorre. Luego las nueras me traen un taquito.

–¿Y sus nueras qué preparan de comer?

–Luego también frijoles, una tortillita, algún caldito o a veces le hacen algo buenecito a sus niños una o dos veces por semana. A veces tienen a sus pollitos y luego matan a uno para darle a sus criaturas, luego me dan a mí un caldito.

–Ya no puede uno granjear oiga –increpa doña Susana mientras acomoda el bastón que le ayuda con el evidente dolor de pies–, cuando uno puede granjear sí granjea y le da gusto a uno lo que gana.

A la salida de la cocina, un pequeño árbol de granada está seco y los pocos frutos que llegan a darse son acaparados por las gallinas de los vecinos.

Las granadas no las podrán consumir doña Susana y su esposo.

Una vecina de doña Susana, Teresa Hernández, merodea por el lugar con su pequeño hijo en brazos, sucio de la nariz y sus ropas manchadas por su biberón que escurre la poca leche que queda. Teresa comenta que frijoles y tortillas es lo que diario come su familia.

–A veces de que hay un pollo cada 15 días.

Antes de ir a cuidar sus frijoles, la señora Susana recuerda unas palabras y dice:

“Qué dios le lleve con bien, no vaya a fracasar por ahí, ya ve que mi mamá decía ‘uno sale con su vida y quién sabe si llegue uno a su casa con su vida’”.

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