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Un suplicio, renovar credencial del INE

Cientos de personas dejaron el trámite para el último día, lo que se vio reflejado en largas filas y lenta atención

 

Por: David Eduardo Martínez Pérez / Mónica Rivera

 

Esperar más de ocho horas en la fila para ser atendidos, llevar “testigos” para el trámite y ver filas que sobrepasaban las 300 personas o dos calles de longitud fue parte de lo que padecieron ciudadanos en tres módulos del Instituto Nacional Electoral (INE) en su intento por renovar la credencial de elector el jueves 15 de enero —último día que pudieron hacer el trámite—.

Los módulos ubicados en avenida del Bambú —colonia Carrizal, cerca de avenida Constituyentes—, colonia El Sol –norponiente de la ciudad, inmediaciones de Plaza Sendero— y en el municipio de Corregidora fueron lugares donde se reflejó la desesperación de los ciudadanos, la burocracia que obstaculiza los trámites y los reclamos constantes.

Personal del INE no se da abasto

Apenas son las diez de la mañana y ya hay más de 200 personas esperando turno para renovar su credencial del INE.

En la antigua presidencia Municipal de Corregidora, donde se encuentra el módulo electoral de éste municipio, la fila sale de las oficinas, sigue por un andador en el costado poniente del edificio, y da la vuelta hasta topar con la huerta del Santuario de la Virgen de El Pueblito.

Son dos cuadras de fila. Un solo hombre, ya mayor, vestido con un chaleco y un gafete del organismo electoral, pasa con cada uno de los que están formados solicitando documentos y explicando el proceso para renovar la credencial.

Cuando alguien señala que la verdad sólo viene por pérdida o cambio de residencia, el hombre de chaleco le pide que mejor se vaya y vuelva hasta la otra semana porque en ese momento, los trabajadores quieren dedicar toda su energía a la renovación de credenciales prevista para que quienes las tienen caducas puedan votar en las próximas elecciones.

Pese a la extensión de los horarios de atención —cerrarían a la media noche—, el escepticismo y la desesperación ya aparecieron entre muchos de los que esperan en la fila.

Un ama de casa de cabello oscuro discute con otras personas y grita. Está aquí desde las siete de la mañana y el encargado de repartir los turnos acaba de decirle que probablemente le tocará pasar en la tarde. Ella dice que no le parece “justo”, porque eso sería perder todo el día en la fila bajo los portales.

“Mire, joven, yo reconozco que luego sí es culpa de uno que no viene a tiempo, ¿verdad?, pero esto no puede hacerse así: es demasiada burocracia, muy engorroso, y la verdad muchos no podemos estar viniendo a cada rato”.

Otra mujer, que viene desde La Negreta, le responde al ama de casa de cabello oscuro que ella ha venido tres veces en lo que va de la semana y en todas la han regresado que porque “ya se acabaron las fichas”.

“He venido, desde las doce, una otros días, cuando el horario dice que es de atención hasta las tres. Y cada una de esas veces, me han regresado que porque nomás había cuarenta fichas y yo ya no alcancé. Hágame el favor. El problema es que una no puede estar viniendo cada que se les da la gana, porque los patrones no dan permiso, y la verdad es que una tiene que trabajar”.

A otra persona le dicen que para renovarle la credencial necesita llevar a unos testigos. Ella no sabe por qué se lo piden. Es la única en toda la fila. No los trae, y ahora teme que si va por ellos, perderá su lugar dentro de la fila.

Son las diez y media. Muchas mujeres mayores se mantienen de pie, estoicas, y aguantan como pueden las molestias que genera el sol. Algunas personas vienen hasta con familias completas. Aquí pasan niños, mujeres, incluso mascotas. Todos esperando su turno.

Los funcionarios del organismo electoral, por su parte, apenas se dan abasto. Sólo hay tres en la oficinita del módulo. Tres y el señor de chaleco y gafete que reparte los turnos entre las personas. Una practicante joven va de un lado a otro llenando formatos. Los demás tratan de atender a la gente como pueden. Les puede tomar hasta veinte minutos terminar con una persona. Ni siquiera tienen tiempo para responder preguntas.

Ya casi son las once y la fila avanza lentamente. El ama de casa de cabello negro sigue gritando. No es la única. Hay muchos otros. Un grupo de hombres habla de ‘mañas’ y ‘trucos’ para burlar al sistema.

La fila se extiende ahora casi a lo largo de toda la huerta. Las ancianas y los niños empiezan a molestarse porque los rayos del sol suben de intensidad y ellos siguen de pie. Muchas personas, la mayoría, de hecho, ni siquiera saben cuándo van a pasar. Son las once quince de la mañana y sigue llegando gente a la fila.

Los ciudadanos quieren votar

Primer cuadro de la ciudad. 10 de la mañana. El tránsito de avenida Constituyentes está a menos de 70 metros. Ciudadanos luchan por renovar su credencial de elector. El número de fichas pendientes por atender alcanza la cifra de 130.

Ahí, en el mismo lugar donde decenas de ciudadanos protestaron en julio de 2012 por un “fraude” electoral a favor de Peña Nieto, en las oficinas del entonces IFE, ahora otros cientos de personas sacan su lunch, turnan puesto con su familiar o amigo en la fila, y se protegen de los rayos del sol, con tal de poder votar el 7 de junio.

Mientras tanto, en el módulo ubicado en la colonia El Sol, más de 300 personas hacen fila. Expresiones de molestia, desesperación y coraje empiezan a escucharse. Es el último día para hacer el trámite.

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