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El mito del amor propio

Como mujer, el amor es algo que siempre me ha gustado, yo amo el amor, pero no me gusta creer en ese amor que nace de una semilla, se esparce, y que si le cortan ramas se marchita, no me gusta creer en el amor como aquello que si no lo tienes no serás feliz.

Mucho menos me gusta sentir al amor como algo que me puede destruir, y que por eso es mejor guardarse egoístamente un tanto y aguantarse, a veces, las ganas de hacerlo desbordar.

Mis pasos en la vida y el feminismo, me han hecho darme cuenta de ese amor actuado e impuesto, que al inicio es muy bonito y al final muy violento. He entendido que como mujeres hemos sido, históricamente, engañadas en nombre del amor.

No nos han enseñado, a posicionarnos de formas distintas en nuestra relación con y a través del amor. Pareciera que lo único que hemos encontrado es el “antídoto” para no sufrir por él: el “amor propio”. A mi forma de entenderlo, también es un mito.

¿Dónde comienza y dónde termina el amor? o ¿con quién? una se cansa de recordarse que con su propio amor es suficiente, nos cansamos de seguir siendo las responsables de que el amor ya no nos haga daño. El mito del amor propio, termina destrozando tanto como los otros mitos del amor romántico, porque en soledad nos reconocemos vulnerables ante la ausencia.

Frases como “si no te amas a ti mismx primero, no podrás amar a otrx”, “tienes que aprender a quererte más”, o el famoso “amiga, date cuenta”, promueven un discurso construido desde lo patriarcal y capitalista, y con un ejercicio colonizador que termina des- otrando, tanto, como el discurso del amor romántico.

Ese discurso puede que se escuche y se sienta bonito, que resulte motivador y empoderante, pero ¿no suenan así todas las frases provenientes del discurso capitalista? Construcciones despolitizadas, llenas de individualismo y referencias a la meritocracia, que no apuntan a la colectividad y que intentan convencer de que nuestra felicidad depende exclusiva y primordialmente de nosotras.

Tantos juicios llenos de promesas falsas, igual que en los demás mitos, se pueden meter en donde sea, como si fuera una fórmula, por ejemplo: la típica afirmación de “el pobre, es pobre porque quiere”, se puede reformular como: “el infeliz, es infeliz porque quiere” o “quien vive violencia, es porque quiere” ( o ¿porque no se quiere?).

No quiero decir que cuidar de sí, sea un equívoco, es necesario tener herramientas para tomar las mejores decisiones sobre cómo estamos dispuestas y dispuestos a relacionarnos, sin tener que salir con el corazón sangrando. Justo, el cuidado, no debería consistir en un asunto de “sálvese quien pueda”. He ahí la importancia, de entender que el amor se forma y se fortalece en compañía, de otras y otros, como amistades, pareja, familiares, etc.

El amor propio no funciona como un arma contra las relaciones dolorosas y violentas, porque seguimos en el proceso de encontrar cómo amar de forma horizontal; y en relación

con otras y otros no sabemos si ellas o ellos sabrán cuidarnos, amarse a sí mismx no es garantía de saber amar, ni de que nos amen en la misma forma o intensidad, creer en ello ciegamente, sería caer en la ingenuidad. Posiblemente, lo que funcione mejor, es la formación de redes de apoyo, cuidarse colectivamente, donde no haya un señalamiento por “no quererse”, que por mucho que nos deconstruyamos el amor romántico, puede que volvamos a tropezar con las ganas de vivirlo otra vez, y eso, en estos tiempos, no debería ser castigado, sino acompañado.

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