Invitados

El Tío Carlos

La pertinencia de aclarar la procedencia del apellido Dorantes ha sido la constante en nuestra vida. Y a quienes hemos logrado la hazaña de tener estudios a nivel superior, además de ser “Dorantes de Jurica” (los otros “Dorantes” son los del municipio de Ezequiel Montes, pero nada que ver…) teníamos que enfrentar el: “¿Qué es de ti el Doctor Dorantes?”, ya que implicaba que, por el parentesco, tendríamos que ser inteligentes, como me dijo el Mtro. Miguel Murillo: “Aquí hay madera”.

El ser “Dorantes de Jurica” implicaba un origen rural, en condiciones de pobreza, y más aún cuando se tratara de emigrar a la capital del estado en la década de 1930, donde mi abuelo, Antonio Dorantes Tovar, tuvo que desempeñar muchos oficios para mantener a su creciente familia. Obviamente estar “escolarizado” no era prioridad, y para los hijos e hijas del matrimonio Dorantes González, la máxima expectativa es que los varones llegaran a ser sacerdotes… Varios de mis tíos intentaron el seminario, pero su “llamado vocacional” no iba por ahí… Bueno, mi Tío Pepe es Ingeniero Civil… Pero cuando Carlos permaneció en el Seminario era el gran orgullo de su madre, Anastasia González, ya que ello implicaba el camino abierto a la Gloria de Dios. Carlos llegó, incluso, a continuar sus estudios en Estados Unidos. Los hermanos y hermanas se llenaban de orgullo por Carlos “quien iba a ser Padre”.

Carlos intentaba regresar a Querétaro con la frecuencia que la estrechez económica permitía. Y cuando llegaba, ¡era día de fiesta! Como en el poema, todos rodeaban su asiento, para que les contara sus penas y glorias: “¿y sí sabes hablar inglés?” –“Sí”, “A ver, dinos algo…”, y mi tío Santiago contaba cómo él tomaba la guitarra, tocaba un acorde e inspirado cantó: “…Yesterday…”, y todos soltaron un grito de alegría: “¡en verdad sabe hablar inglés”. La anécdota favorita de la familia.

Cuando llegó la noticia de que Carlos dejaba el seminario fue posterior a la muerte de su Madre. Las razones para hacerlo fueron ampliamente comprendidas, su vocación hacia la justicia y las causas sociales llenaron de orgullo a toda la familia… Lograríamos la salvación, pero por otra vía. Cuando regresó a vivir a México, ya lleno de sobrinos y sobrinas, nos siguió llenando de anécdotas insólitas. Una de las más importantes es que trajo del brazo a la Tía Rita… la segunda mujer feminista más importante en la vida de las sobrinas Dorantes (mis hermanas, primas y yo misma) y quien nos invitaba a luchar por salir del destino tradicional que nos esperaba, y luchar por desarrollarnos plenamente, para lo cual, la educación era indispensable. Y Carlos y Rita lo asumieron como misión: apoyar incondicionalmente a los y las sobrinas que querían o tenían potencial para tener estudios universitarios. Nuestros padres lograron estudiar la Primaria… nosotros y nosotras encontraríamos mejores condiciones para poder elevarnos escolarmente.

Y ya estudiando, siempre estuvo a nuestro lado. Estuviéramos o no en la Universidad, siempre contestaba nuestras llamadas, incluso para explicarnos las cosas más sencillas. Y en su casa, siempre estaba él con la Tía Rita, para continuar descubriendo nuestro potencial.

Para la familia, su influencia nunca fue menor. Durante todo el tiempo que vivió fuera de México siempre estaba presente en las conversaciones y en las decisiones de la familia. Y ya viviendo en Querétaro, su personalidad era tal, que las grandes discusiones se tenían en casa de la Tía María, con la presencia del Tío Carlos. Incluso fue nombrado albacea del más preciado tesoro de su padre: la casa familiar, donde el milagro de la autoconstrucción y la necesidad hicieron posible erigir cuartos y cuartos y cuartos para dar alojamiento a la cantidad creciente de hijos, y después de las familias que los hijos fueron formando, y finalmente, del regreso de hijos y nietos.

Nos tocó el milagro mexicano de que, a través de la educación, pudimos lograr la anhelada “movilidad social”. Ahora, los y las “Dorantes de Jurica” tenemos que contar nuestros orígenes con menos frecuencia… ¡ya hay tantos apellidos diferentes y tantas historias sobre su procedencia, que la nuestra se diluye! Llevamos el orgullo de ser “Queretanos de la Otra Banda” como Carlos nombró a mi padre, Guillermo, en la dedicatoria de uno de sus libros.

Somos, entonces, Queretanos de la Otra Banda y Dorantes familiares del Doctor Carlos Dorantes González, quien dirigió la facultad de Psicología y creó escuelas en la Universidad, quién colaboró cercanamente con el Instituto Federal Electoral, y cientos de aventuras más. Es un honor que nuestra sangre sea la misma.

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