Notas a la obra El silencio de Felipa en la tumba de Macario

Solo vinimos a soñar, no es cierto, no es cierto, que vinimos a vivir sobre la tierra. A la región del misterio, a la región del silencio, es donde iremos y de ahí nadie nunca nos podrá sacar. A la muerte, a la condenación eterna, no es a lo que teme Macario, personaje del cuento de Juan Rulfo, no, no es por eso que Macario quiere a Felipa, que es muy buena con él y le da de beber, en tierna y erótica comunión, de su leche, de su ser, que es dulce como las flores del obelisco, y luego se queda a dormir junto a él hasta la madrugada y le hace cosquillas con sus manos como ella sabe hacerlo, y se confiesa todas las tardes de todos los días pidiendo que le perdonen a Macario sus muchos pecados.
No es por miedo a la muerte que a Macario le gusta oír el tambor que anda con la chirimía y se oye hasta lo hondo de la iglesia y por encima de las condenaciones del señor cura, y luego a Macario le da por darse de topes con lo que encuentra para escuchar ese mismo tambor retumbar en su cabeza. No es por miedo a la muerte y a la condenación al Infierno que tanto le gusta comer a este personaje de El llano en llamas, mas nunca está satisfecho, es decir, siempre tiene hambre, ni es por eso que está sentado junto a la alcantarilla aguardando a que salgan las ranas, esperando no dormirse, pues si se duerme no podrá matarlas y a su madrina se le espantará el sueño con el croar y se llenará de coraje: “Y entonces le pedirá, a alguno de toda la hilera de santos que tiene en su cuarto, que mande a los diablos por mí, para que me lleven a rastras a la condenación eterna, derechito, sin pasar ni siquiera por el Purgatorio…”, y Macario no podrá ver ni a su papá ni a su mamá, que es allí donde están; así pues, no es a la muerte, ni al Infierno a lo que teme, sino a condenarse irremediablemente y no volver a encontrarse con sus padres. Este es el miedo que mueve a Macario o, más bien, el deseo que lo impulsa a vivir, porque nacemos rotos, heridos, y en lo profundo anhelamos la unión, recobrar la unidad perdida, y es en el arte donde podemos reencontrarnos, alcanzar la unión de los contrarios, la ternura de Macario y la sensualidad de Felipa, la vida y la muerte dialogando durante los 45 minutos que dura la obra El silencio de Felipa en la tumba de Macario, de Javier Velázquez, con la actuación de Alejandra Barboza y la producción de Navíos Teatro Contemporáneo UAQ (2022).
Por lo demás, “… Del amor, hasta ahora, sólo se ha dicho una cosa indiscutible, que ‘es éste un sacramento grande’, y todo lo demás, todo lo que se ha escrito o dicho sobre el amor no ha dado respuestas sino sólo planteado problemas, cuestiones que de todos modos han quedado sin resolver. La explicación que parece servir para un caso ya no sirve para otros diez, y en mi opinión lo mejor es explicar cada caso por separado, sin pretender generalizar. Como dicen los doctores, hay que estudiar cada caso por separado”. Hace más de cien años que Antón Chéjov escribió esto en las postrimerías de la Rusia zarista. Ahora la cosa pinta diferente. En estos tiempos de inmediatez, democracia y redes sociales, el coaching y una psicología superficial e irresponsable han hallado, al fin, la solución a las cuestiones en torno al amor en palabras como fluir, vibrar, evolución, amor propio, afirmar, querer bonito (¿qué puede haber de bonito en vencer las resistencias o reconocer los cercos?), hasta la idea de Dios se ha degradado aún más (ni pensar que asome “lo sagrado” en esta palabrería sin misterio ni magia).
No quiero repetir aquí las frases que como eslóganes propagan una supuesta conciencia de las emociones y las relaciones interpersonales en la uniformidad de los valores y experiencias, y que generan un sentimiento de culpa y fracaso al no cumplirse el ideal propuesto. Es mejor no hablar del amor y quedarme, eso sí, con la idea de que es “un sacramento grande”, inaccesible para el entendimiento y de lo que pocos pueden hablar, pienso en Dostoievski cuando escribe en Los hermanos Karamázov: “… El amor activo es el trabajo, es la dominación de sí mismo, y para algunos, toda una ciencia…”. Prefiero pensar en la compasión y en la ternura como dos manifestaciones, tangible la una, la otra incipiente, de un absoluto inasequible. ¿Y la voluntad? Necesaria, el cariño es voluntario, gratuito, es un don, un regalo, y todo regalo conlleva un sacrificio (que cada vez menos, en nombre del amor propio, se está dispuesto a realizar) y un esfuerzo, una lucha, por vencer las resistencias tanto para otorgarlo como para recibirlo. A más de esto, la realidad de las relaciones de pareja dista mucho de lo que aquella psicología banal oferta, prima un miedo profundo, existencial, la pasión, no se habla con el corazón (núcleo dinámico para la cultura náhuatl, centro de la movilidad, salvo que aquel se halle enfermo), sino con las vísceras, con el estómago, de ahí el deseo de saciar el hambre en el otro tanto como el deseo de ofrecer el ser en erótica comunión. Felipa le da de beber a Macario de su leche y le ahuyenta el miedo. Pound dice: “M’amour, m’amour”. El hombre está ansioso, quiere ocupar un espacio en el mundo, quiere un refugio, y dice: “¡Ámame, Felipa! ¡Ámame, María!, recuéstate a mi lado, aleja este miedo animal, qué tu húmedo seno me alivie el dolor de vivir”; no obstante, el hombre no lo sabe, acaso se alcance a sospechar entre tanta retórica y ruina, qué más puedo expresar, débil, incompleto, limitado en las palabras, herido de vida, de muerte, de amor, contingente, como soy.
En fin, descansa, Macario, tus ojos reposan en la noche profunda, en la que el croar de las ranas quiebra el silencio.
Querétaro, abril de 2022.
*Nació en la Ciudad de México en 1981. Tiene publicados poemas, artículos y ensayos en antologías, revistas y medios nacionales e internacionales, así como el monólogo ¿Le pasó esto alguna vez a Cervantes? (Herring Publishers, 2013). Ha sido traducido a la lengua totonaca y al náhuatl. Es Licenciado en Sociología por la UAQ. Fue coordinador editorial de ACADEMUS. Revista de análisis de arte, ciencia y cultura multidisciplinario, y corrector de estilo y planas para el periódico Por Esto!, de la Península de Yucatán.