Renovaciones pedagógicas en el neoliberalismo: ataque a la escuela tradicional y la lectoescritura

La escuela de la ignorancia requerirá reeducar a los profesores, es decir, obligarles a “trabajar de forma distinta”
–Jean-Claude Michéa
Desde Carlos Salinas de Gortari (CSG) hasta Enrique Peña Nieto (EPN) se ataca a la escuela tradicional, sus procedimientos y técnicas de instrucción. Para modernizar el sistema educativo mexicano y elevar la calidad de la educación se “reformó la educación” y “se renovaron contenidos y métodos de enseñanza”.
Por eso los cambios en la asignatura de español y —en general— en el currículo de educación primaria. Con base en las políticas neoliberales del capitalismo y los organismos internacionales (como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), se han modificado planes y programas de estudio. Por ejemplo, el Plan de estudios 1993 para la educación básica se centraba en contenidos básicos (lectura, escritura, comprensión lectora y expresión oral); el neoliberalismo buscaba sustituir la enseñanza informativa (enseñar más conocimientos) con funciones sociales y culturales complejas, aunque no se aclaró cuáles eran.
El propósito de la enseñanza del español consistía en eliminar el enfoque formalista (la gramática estructural). Se quería propiciar que los chicos desarrollaran su capacidad comunicativa tanto en lengua hablada como escrita. Con la reflexión sobre la lengua, se sustituían los contenidos gramaticales y lingüísticos, abordados de manera formal (“teórica”) y las situaciones comunicativas desplazaban las prácticas tradicionales. Así pues, la perspectiva ideológica neoliberal buscaba generar oposición a la escuela tradicional.
Posteriormente, se estableció el Plan de estudios 2011 con los antecedentes del Plan 1993 y la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE) de 2008. Nuevamente hubo cambios en la educación básica. Se incluyó el enfoque por competencias, y al español se le incorporaron habilidad lectora y prácticas sociales y culturales del lenguaje. Se concebía la enseñanza en sentido pragmático y utilitarista —característico del capitalismo—, pues importaba que los estudiantes desarrollaran habilidades para resolver problemas. A la vez, la movilización de saberes y el aprendizaje a lo largo de la vida dirigían la escuela hacia lo nuevo y cambiante, alejándola de lo anticuado y estático.
De esa manera —durante cuatro sexenios presidenciales (neoliberales)—, se suplió la escuela que se tenía (espacio específico para instruir y transmitir conocimientos) y, en su lugar, se la modificó para adaptar a los estudiantes al mundo contemporáneo (capitalista). Las consecuencias de tales innovaciones pedagógicas fueron catastróficas, y quedó sólo para favorecer la lectoescritura.
Con el ataque a la escuela tradicional (y sus procedimientos), se dio inicio al ocaso de la educación en México, ya que la imposición de las nuevas metodologías de trabajo —para la alfabetización de los educandos— contribuyeron al deterioro de la enseñanza. Al sustituir los métodos de marcha sintética por el llamado método global o método global de análisis estructural se dio un duro golpe a la instrucción.
El método global —en comparación con los de marcha sintética— retardó el aprendizaje de la lectura y la escritura en el primer grado de educación primaria, lo que ocasionó la demora en la adquisición de otros saberes. Amparándose en el supuesto de las etapas del desarrollo psicológico de los niños, el aprendizaje autónomo fue parte de los alegatos empleados para no enseñar a leer y escribir con prontitud.
Al mismo tiempo, la comprensión de la lectura y del significado de los textos se utilizó como argumento para impedir la ejecución de actividades didácticas que permitieran la adquisición rápida de la lectura y la escritura. Se usaron paralogismos y se denostaron las técnicas tradicionales; al concebirlas opresivas, anticuadas, memorísticas, repetitivas y verbalistas, la instrucción de niñas y niños tuvo que demorar.
Así, en los grados posteriores, se observó a estudiantes sin saber leer ni escribir de manera convencional, con dificultades para adquirir los conocimientos de las demás asignaturas y, en general, con gran rezago en el aprendizaje de la lengua escrita. El problema no se redujo al ámbito educativo, sino que hubo omisiones pedagógicas de otra índole —aun de carácter político—.
Ni el método global, ni el acudir a estrategias para fomentar las prácticas sociales del lenguaje —sustentadas en un supuesto eclecticismo metodológico—, tomaron en cuenta la formación crítica de estudiantes. Por el contrario, la concientización y comprensión de los fenómenos políticos y sociales quedó excluida de la enseñanza; en su lugar, se impuso la comprensión lectora como fin último de la lectoescritura.
Con deficiencias en lectura y escritura —a causa de las nuevas metodologías—, la posibilidad de transformar y construir un país justo y democrático quedó en el olvido. El antiintelectualismo de esos enfoques pedagógicos y el rechazo a la racionalidad —necesaria para una vida política en común— fomentaron el desinterés por estudiar y, posiblemente, el rechazo a la lectura (México ocupa el lugar 107 de 108 países con hábito de lectura, según OCDE y UNESCO): “somos un país de no lectores”.
Los cambios en español —durante el neoliberalismo— no dieron los frutos esperados. Nunca se logró superar la eficiencia de los métodos de marcha sintética —fáciles y sencillos para enseñar o aprender—. Los nuevos enfoques pedagógicos generaron alto índice de niños con deficiencias en la lectoescritura.
Es preciso que la 4T apresure (a través de la SEP) un plan educativo que fomente la lectura y la escritura para la vida democrática —ciudadanos informados—. La escuela neoliberal o de la ignorancia debe ser abolida, con sus enfoques y pedagogías, pues significa vaciamiento de contenido de los programas educativos. La ignorancia debe ser sustituida por el saber y la conciencia crítica de maestros, estudiantes y pueblo en general.