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Sin ilusión en AMLO: continuará la dictadura de la burguesía

De la misma manera que contra Peña Nieto, nuestra lucha seguirá contra el Estado burgués continuado en el gobierno de López Obrador.

Con un discurso demagógico, con la vieja receta utilizada anteriormente por el PRI de la unidad nacional, es decir, colocarse por encima de los antagonismos socioclasistas, asumirse como una opción interclasista que representa por igual a explotados y explotadores, a ricos y pobres, a burgueses y proletarios, López Obrador catalizó el malestar generado por 36 años de políticas de choque privatizadoras que redujeron al mínimo los derechos sociales, sindicales, democráticos.

La gestión neoliberal de los gobiernos de los expresidentes: de la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto son responsable de la destrucción del ejido, del despojo de tierras, la destrucción de la educación pública y la seguridad social, la privatización de las empresas estatales, el empobrecimiento acelerado de la población que llegó a los 53 millones, el aumento masivo de los emigrantes, el retroceso constante del salario frente al aumento indetenible de la canasta básica y el costo de la vida, el desempleo, y también la violencia generalizada desatada en la llamada guerra contra el narco que se extiende ya por más de diez años, con saldo de más de 200,000 muertos y desaparecidos.

Este cúmulo de agravios generó una latente insumisión obrera y popular, con diferentes manifestaciones en los últimos años. Sin embargo, esto ha sido controlado temporalmente bajo las ilusiones de un cambio de la coalición obradorista.

Pero la aspiración de solucionar los problemas esenciales de la clase obrera y los sectores populares será defraudada; pues de la misma manera que en su Proyecto Alternativo de Nación, sus discursos y opiniones, sus alianzas, ya como presidente electo López Obrador ratificó las medidas que dan un claro contorno de su sexenio: autonomía del BANXICO, disciplina financiera y fiscal, respeto a los compromisos con los bancos y organismos financieros internacionales, y ninguna expropiación o confiscación.

También confirmó que su lucha contra la pobreza se basará en paliativos, en medidas asistencialistas a la senectud, los discapacitados y becas para los estudiantes. Lo que lo coloca en la situación de quien quiere atender un cáncer en fase terminal con aspirinas. No es casual que la garantía que extiende en primer lugar es la libertad empresarial, un sello distintivo del proyecto de clase que representa.

Otro elemento demagógico del discurso de Obrador es que resolviendo el problema de la corrupción se resuelven los grandes problemas nacionales. Más aún, López Obrador considera que la corrupción es la base de la “desigualdad económica y social”. Insistiendo en esta idea en contraposición al argumento científico de que la raíz del problema es la explotación del trabajo asalariado y la apropiación privada de la riqueza socialmente producida, él sostiene como una innovación teórica de su creación que la corrupción es la raíz de los problemas de México.

Con honestidad y austeridad podrá blanquear, maquillar al capitalismo, pero ningún problema tendrá solución en tanto en el conflicto capital/trabajo la balanza se incline por la ganancia y la acumulación en favor de la burguesía. Atenuar los problemas, apagar el fuego, aplicar control de daños, es la tarea con la que se compromete López Obrador para así garantizar la estabilidad del sistema en un período de turbulencias, desmovilizando a quienes votaron por un cambio y procurando un reflujo de largo aliento en la lucha social.

Otro asunto doctrinal que no podemos pasar por alto es su concepción sobre el Estado y sus funciones, reivindicando la ideología burguesa de la Revolución Mexicana del Estado por encima de las clases sociales, como expresión representativa de la ciudadanía, de “ricos y pobres”. Esa fórmula ya le sirvió antaño a la burguesía para gobernar y construir consensos sociales, es decir, identificar a los explotados con los intereses de sus explotadores.

Una idea que se refuerza con el triunfo de Obrador es la de la “transición democrática”. En voz de las centrales empresariales, de sus plumas y órganos, la ilusión de que el poder estatal ha ejercido sobre los trabajadores dimana del propio pueblo tiene su “demostración” en un tercer cambio de Partido que determine la composición del gabinete y ejerza el poder ejecutivo. El Partido, el gobierno, la gestión han cambiado, pero el Estado no.

Este discurso enmascara el hecho de que independientemente del cambio de Partido las propias Centrales empresariales concentran el poder económico, que a través de ese poder económico determinan la realidad del país. Mención aparte de que dirigen a través de una miríada de cuadros colocados o cooptados por ellos las funciones del poder estatal, que este Estado no tomará medidas que sustancialmente contravengan sus intereses y que sin afectar sus intereses es imposible la mejora para las condiciones de existencia de los trabajadores.

Por ejemplo, más allá del entorno honesto del mandatario en cuestión, ¿Qué ocurrirá con una manifestación palpable como el hecho de que el IMSS o el INFONAVIT acepten que las empresas reporten salarios más bajos que los reales? ¿Esta corrupción si va a extirparse por decisión del ejecutivo?

Bajo esas concepciones, tomando en cuenta la experiencia histórica y las leyes del capitalismo, será necesario para garantizar la “libertad empresarial”, para cumplir sus acuerdos con los monopolios y bajo su criterio interclasista convocar a pactos o acuerdos obrero-patronales, en los que la clase obrera tendrá que apretarse el cinturón para que el capital maximice sus ganancias. Bajo esas concepciones, recuperar los derechos laborales y sociales no es prioritario y son demandas que deben ir al archivo. El PCM luchará junto con los trabajadores por derribar la reforma laboral aprobada por el Pacto por México en 2012.

Coincidieron Carlos Salinas y López Obrador en que es la hora de la reconciliación nacional, y como un suceso inédito aplaudido por la opinión pública. ¿De qué se trata esta pantomima? En primer lugar, de que las disputas interburguesas se dirimen por ahora en marcos institucionales, y de que es hora de cerrar filas para sortear la crisis económica y de dominación. Estas reacciones no son una sorpresa para los comunistas, quienes previo a las elecciones en nuestra Conferencia Política expresamos que la burguesía había ya elegido permitir un gobierno de la nueva socialdemocracia para administrar sus intereses y para sortear los conflictos que enfrenta.

El malestar, la inconformidad, las condiciones objetivas de hambre, desempleo, miseria, explotación, insalubridad, bajos salarios, emigración, feminicidios y cientos de miles de muertos, han tenido brotes que demuestran que existe una disposición de la clase obrera y los sectores populares de ir más allá: las protestas por Ayotzinapa, las protestas contra el gasolinazo, los centenares de conflictos que confirman una invariable y creciente tendencia a la insumisión.

Y ése es uno de los significados de la elección de Obrador, la recomposición de la hegemonía burguesa, logrando que una parte importante de la voluntad popular identifique erróneamente sus intereses con los de sus opresores y explotadores, con la mediación de la nueva socialdemocracia, que a partir de ahora asume el relevo de la junta que administra los intereses del capital en nuestro país: el Estado mexicano.

No se trata de una derrota al “sistema político” por parte de AMLO, por el contrario, es su tabla de salvación con la unidad nacional y la reconciliación nacional, que en los hechos significa proteger la legalidad burguesa y el sistema de partidos actual ante la deslegitimación y odio que habían ganado.

Tomamos nota de que una franja de los sectores populares decide por primera vez expresarse políticamente; varios millones que no teniendo otra opción en las boletas deciden ejercer por vez primera el voto, participar de alguna manera en la vida política. No es nuestro interés que desilusionados regresen al apoliticismo.

Sumada a buena parte de la masa de votantes por Obrador, así expresan hoy una voluntad de cambio y manifiestan su hartazgo, sin necesariamente asumir el proyecto de Obrador. Tenemos el deber de explicar masivamente la propuesta comunista del poder obrero como salida objetiva y necesaria a los grandes problemas nacionales. Sobre esa franja de población proletaria declaramos abiertamente que nuestro interés radica en que no se inmovilice, que traspase el pórtico de la participación política y se siga de frente con la lucha por imponer sus intereses en conjunto con la clase obrera.

De la misma manera que contra Peña Nieto, nuestra lucha seguirá contra el Estado burgués continuado en el gobierno de López Obrador.

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