Opinión

2 de julio: profecía autofrustrada

Por Ricardo Rivón Lazcano

Porque las razones no son nada más que razones, es decir, ni siquiera verdades.

Unamuno

Andrés Manuel López Obrador se ha encargado de difundir la idea de una conspiración oligárquica fraudulenta. Mientras, representantes conspicuos de esas oligarquías se han encargado, con sus miedos conservadores, de echar a andar el mecanismo de las profecías autocumplidas. Es el caso, por ejemplo, de Joaquín López Dóriga.

López Dóriga selecciona el cambio de opinión, pero sobre todo el tono de López Obrador al referirse a los resultados comparados de dos encuestas del periódico Reforma (31 de mayo y 19 de junio). La primera “que fue muy celebrada por López Obrador, pues lo colocaba a sólo cuatro puntos de Peña Nieto, 38-34. La del 19 de junio amplió esa ventaja a favor del priista a 12 puntos, 42-30, colocándose en los rangos del promedio de las demás encuestadoras, lo que ya no celebró el tabasqueño, que emplazó al periódico a corregir el error que había cometido, porque en su encuesta él va arriba”.

 

La frase en cursivas es más que suficiente para que el periodista del Canal de las Estrellas y otras empresas radiofónicas confirme, sin lugar a dudas, la inevitabilidad del “conflicto poselectoral que viene, ya que López Obrador rechazará cualquier resultado que no lo dé por ganador, porque es él o es el fraude, lo que ha dicho que no reconocerá. Faltan 10 días para que veamos teoría y estrategia en las calles, sobre todo, del Distrito Federal”.

En 2006 parecía increíble que Calderón empatara a López Obrador, el apoyo y entusiasmo de millones de personas hicieron creer en el triunfo. Luego del resultado vino la crisis, el fantasma del fraude sentó sus reales en millones de mexicanos, el dolor colectivo instaba a seguir apoyando acaso al último líder mexicano surgido desde “abajo”.

Hoy las cosas son distintas, muy distintas. La distancia entre el primero y segundo lugar, de acuerdo a las tendencias medidas por las encuestas es, por decir lo menos, abismal. Todo indica que la verdadera competencia se dará por el segundo lugar entre López Obrador y Vázquez Mota.

¿Qué sentido tiene, entonces, hablar de fraude? La reflexividad social enriquece la inteligencia colectiva. El fantasma del fraude se ha debilitado, dio lo que tenía que dar en una coyuntura con elementos que lo reforzaban. Hablar de fraude es un sinsentido.

Ahora bien, si decir fraude es referirse a la manipulación de las conciencias mediante la tergiversación de información, la fabricación y usufructo de clientelas, la coerción y coacción del voto, tendríamos que hablar de un sistema político fraudulento en el que ningún actor escapa. En tal sentido se trata de otra cosa, un problema colosal para el que no existe ni marco teórico ni metodología con suficiente fuerza explicativa.

Se habla de hiperrealidad cuando la conciencia no distingue realidad de fantasía, con un ingrediente adicional: la no distinción se alcanza con la ayuda de otros. Las televisoras, por ejemplo.

Dos profecías: el fraude y el conflicto poselectoral. No creo que sucedan.

Creo, más bien, que la tensión se dará entre la profecía autorrealizada y la profecía autofrustrada. Entre una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se cumpla y una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que no se cumpla. Y es que la reflexividad dificulta la autorrealización de una misma profecía en coyunturas diferentes.

El conflicto electoral, si se da, será un evento vergonzante, arrinconado, penoso para una izquierda medularmente débil. Un conflicto intrascendente, gracias, paradójicamente, a los jóvenes del #YoSoy132. Ellos más que nadie despresurizaron el futuro y al mismo tiempo mostraron la fragmentación social y la incapacidad para aglutinar creciendo.

La última: otorgando el beneficio de la duda, pero convencidos de que una elección se gana con votos, se tendría que aceptar, por un lado, la tremenda efectividad de los mecanismos manipuladores de la débil inteligencia de las mayorías que votarán por Enrique Peña Nieto, así como la tremenda incapacidad de los “amlistas” para convencerlos de lo contrario. A Josefina Vázquez Mota le tocó bailar otro son. Mi voto es para AMLO.

rivonrl@gmail.com

 

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