A cincuenta años de los Écrits de Jacques Lacan (I)
Pareciera que una posibilidad de la inserción de la obra de Freud, en un pasado reciente, se encuentra vinculado a los movimientos estudiantiles del 1968 y que a la vez posicionaron a la universidad en otro ámbito en relación con el espectro social contemporáneo.
Catálogo Público
Por: Carlos A. García Calderón.
@cgarca_a
Lacan el rey se lo dirá igual, ándele vuele paloma, casi en mexicano, no transe la depre, báñese en alquimia espontánea, tire el fármaco a la basura, eso engorda, déjese de droga, de analista y si está loca, vuélvase más loca (Gonzalo Rojas)
Jacques Lacan, por histriónica que fuese su conducta, por indescifrable que fuese su escritura, ha suscitado un grado casi histérico de adulación y discipulazgo.
(George Steiner)
Los derroteros del texto firmado por Sigmund Freud y en ocasiones soportado por una institución educativa aquella que Schopenhauer y Sartre rechazaron para la exposición del discurso filosófico, por la imposibilidad de transmitir el mismo y que desde el siglo doce denominamos Universidad, nos remite al transitar por Siglos de Tradición, en los cuales de alguna manera se ha tratado de instalar recientemente el texto freudiano, derrotero en si, por la fragmentación del mismo, frente a la lógica que ha constituido a la institución universitaria, después de las revueltas que hemos heredado del Siglo XVIII, XIX y sus actores hasta nuestros días.
Paris
Corría el año de 1966 y en Paris aparecían libros que iban a inaugurar una tradición, un debate extra-académico, presentaciones en la radio y la T.V y hasta en algunos diarios, espacios y lugares abiertos por J.P Sartre, textos que propiciaban discusiones y hasta enemistades, ya que las posturas teóricas, son posiciones políticas. En dicho año se publicaron Las palabras y las Cosas de Michel Foucault, el siempre controvertido y radical Gilles Deleuze publicaba La lógica del sentido y por su parte Jacques Derrida problematizaba la escritura con su obra titulada De la gramatología, paralelamente Jacques Lacan (1901-1981) publicaba sus polémicos y complejos Escritos.
La enseñanza de Lacan tendría dos versiones la escrita y en un atisbo Socrático la oralidad en eso que solemos llamar Seminarios (por cierto hay varias versiones de los mismos) El punto de encuentro de dichos textos sería el replanteamiento de otorgarle primacía al lenguaje y a la escritura, más allá de la moda que fue el estructuralismo, la inquietud por problematizar el lenguaje, era una posición frente al antropocentrismo.
Pareciera que una posibilidad de la inserción de la obra de Freud, en un pasado reciente, se encuentra vinculado a los movimientos estudiantiles del 1968 (lo post-freudiano y la obra de J. Lacan, específicamente) y que a la vez posicionaron a la universidad en otro ámbito en relación con el espectro social contemporáneo. Movimientos estudiantiles que serían entre tanto la incorporación de un discurso, curiosamente el continente americano y sus contra-culturas incluyendo la anti-psiquiatría, se emperifollaban de freudo-marxismo por la mezcla errónea de un W. Reich o las auras inspiradoras de los post-frankfurtianos. Entre tanto en Paris se vestían ante los ojos del signo lingüístico y se respiraba un marxismo-lacaniano, vía Louis Althusser.
A un poco más de un año de aquello; que la historia reveló y hemos llamado el 68 o jóvenes universitarios post ilustrados y las consecuencias de los efectos socio-político-culturales, con resonancias y modalidades en las distintas latitudes que sostienen las imágenes y los restos de aquellas movilizaciones entre barricadas, consignas, disputas y graffiti sobre eso que llamamos mundo. Referencia quizá indiscutible por lo que la voz efectista de la filosofía provocó y en particular los nombres de Hegel y de Marx, en esos tiempos, en tanto nuestro tiempo. Así, el primero sustentando un progreso a partir de los movimientos de la conciencia y el segundo; sosteniendo el despliegue de una utopía social que tomaba cuerpo en las calles, como si la herencia socrática apareciera en las ciudades y sobre todo en el despliegue de una política solidaria, es decir, en la aparición de un Nosotros con la forma de un encuentro amoroso; sustento ubicado por Bataille como la comunidad de los amantes, la filosofía y el discurso dejaban de ser letra muerta, el discurso propagado por la universidad salía de las aulas.
La filosofía por fin, aparecía e intentaba reclamar algo. Después de estos movimientos, pareciera que el nombre de Freud quedaba suspendido, pero curiosamente inserto en las movilizaciones, entre tanto Jacques Lacan proseguía su enseñanza y su inflexión por pensar la clínica psicoanalítica, en relación con la textualidad que se fragua entre un pensamiento y una palabra post-revolucionaria, que marcaban aquella época; con la diferencia de que el texto y la práctica psicoanalítica, desde el caso Freud. El psicoanálisis, se encontraba impregnado y texturizado de una radicalidad subversiva, frente a otros saberes ortopédicos tales como: La educación o las psicoterapias conductistas o los métodos filosóficos; que regulan las pasiones. Arriesgadamente podría replicar que el psicoanálisis, ha mostrado la posibilidad de la subversión del sujeto desde la destitución subjetiva del sujeto, al suspender el habla; parte incómoda para el establecimiento del orden y de la cultura, así, de la civilización occidental. El deseo inconsciente y el carácter anti-filosófico de la pulsión, se revelan frente al fracaso que genera la cultura.
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